“Tengo 15 años y ahora estoy conviviendo en el Hogar Magone, de Corrientes”, dice Lucio en un video que se viralizó a mediados del año pasado y circuló por canales de noticias y las redes sociales. “Estuve mucho tiempo en hogares, la primera vez fue a los 6 años en el Tía Amanda, de ahí me llevaron al Domingo Savio y estuve hasta los 7 u 8. Volví a entrar a los 10 y también a los 12. Desde ahí estoy acá”, relata el joven.
Fue esta la primera convocatoria pública de adopción hecha en este formato, autorizado por la Dra. Carolina Macarrein, titular del Juzgado de Familia, Niñez y Adolescencia 4 de Corrientes y que logró conmover a casi 140 familias que se interesaron en adoptar a Lucio. Una de esas familias fue el director teatral José María Muscari, quien estando en Berlín vio en las redes de un conocido canal de televisión de Argentina el video que circulaba de Lucio. “Sentí que era mi hijo y que lo tenía que adoptar”, dijo en una entrevista previa el dramaturgo.
Hoy, Muscari habla con SOY y cuenta cómo experimenta la paternidad siendo un varón gay, cómo se lleva con la deconstrucción y las nuevas generaciones y qué le aconsejaría a aquellas personas con ilusión de adoptar.
—¿Cómo fueron esos primeros encuentros con el proceso de adopción?
—Desde que tengo memoria que quiero ser padre adoptando, nunca tuve problema con el método. Pero en ese momento cuando me acerqué al RUAGA, prácticamente me expulsaron porque era un varón sólo, gay y director de teatro independiente. Rankea muy abajo. Además había muy pocos niños en estado de adoptabilidad y muchas familias que querían adoptar. Entonces eso quedó como experiencia y en muchas entrevistas me mostré con ganas de ahijar pero claro, contando esto. Entonces es ahí que la gente de #AdoptenNiñesGrandes me contacta y me dice que está bueno lo que digo, porque apoya la adopción, pero que era inexacto porque había muchos niñes en estado de adoptabilidad que no son considerados por las familias por ser grandes y también que muchas de las normas que me excluían habían cambiado.
—¿Ahí te decidiste?
—No, fue algo que siguió ahí, en alguna parte de mi cabeza. Sí empecé a seguir todas las cuentas relacionadas al tema y un día estando de viaje, en Berlín, veo el video de Lucio. Automáticamente sentí que era mi hijo, que yo tenía que ser el padre. Fue con Pao, una amiga, con quien hicimos online el formulario de la convocatoria, yo dictándole por teléfono y ella tipeando desde Argentina porque la página no me dejaba hacerlo desde allá. Fue un momento de mucha ilusión y miedo a la vez, miedo porque había 90 familias anotadas faltando días para cerrar. Pero la vida hizo su magia y Lucio me eligió.
—¿Cómo fue ese cambio de pensarte con un bebé a pensarte con un adolescente?
—Desde el primer momento que lo vi yo quise adoptarlo. Creo que a esta edad, los 47 años ya, no hubiera adoptado un bebé. No podría estar acá dando la nota si tuviera un chico chiquito. Un bebé no es funcional a mi trabajo y la vida que tengo.
—¿Y pensarte sólo?
—Esto fue más fácil, porque después de mucho tiempo me di cuenta de que no soy de las personas que buscan el amor para toda la vida. Hay personas con las que nos acompañamos por unos años y los quiero pero no son proyectos para toda la vida, esto sí y por eso tiene que ser personal, sólo. Si tuviera que consensuar con otra persona no podría hacerlo.
Las convocatorias públicas son el último recurso que tienen les niñes y adolescentes en estado de adoptabilidad para hacer conocer su caso a la comunidad (todo el territorio nacional) y expandir sus chances de ser adoptades. Lucio recibió 140 familias, las cuales pasaron por una selección inicial junto a la jueza y, en última instancia, su elección. Su primera opción fue un matrimonio de Corrientes, pero en el trayecto entre su reunión con la jueza y el hogar donde permanecía, Lucio tomó una importante decisión: como este sería un cambio radical en su vida prefería que sea grande en serio, así que el señor que hacía teatro en Buenos Aires de pronto parecía una excelente idea.
—Ahora él está de vacaciones y vos en plena temporada, pero ¿sentís que la rutina de marzo, con el comienzo de clases, te va a descolocar un poco?
—Es un poco raro eso. Si bien stoy cerca de los espectáculos, decidí que este período sea todo para Lucio. Él ahora tiene que adaptarse a Buenos Aires y yo tengo que adaptarme a la paternidad.
—¿Creés que te ayudaría tu rol de director en la paternidad?
—Me ayuda haber trabajado con gente grande, que tiene sus mañas, sus tiempos, otros modos de entender la escena y sus cosas para desaprender entonces necesitás más paciencia. Supongo que esa paciencia la voy a usar.
¿Ya identificaste mañas entonces que tengan que desaprender?
—No me hago esas preguntas. Algo muy interesante de mi vínculo con Lucio es que él nunca tuvo papá y yo nunca tuve hijos. Entonces no tenemos nada con qué compararnos. Es tierra fértil ese terreno de la paternidad. Después, obviamente tiene una personalidad formada que muchas cosas será posible limar y otras no, como también las tendré yo.
—Contás que hace fútbol, ajedrez, va al gimnasio… ¿Te preocupa que no tenga actividades?
—En su caso no es preocupación porque no es que prioriza, por ejemplo, la play por sobre jugar al fútbol, pero si no tiene esa actividad se queda con la play y eso no lo prefiero. Entonces hay un compromiso de mi parte de que siempre tenga la opción de elegir una actividad por fuera de la play o el celu. Ahora el tiene muchas comodidades que no conocía, como un departamento re lindo, con cuarto y baño propio, con una play y espacio para invitar amigos, etc.. Pero no quiero que sea una trampa para evitar la vida que pasa afuera.
Cuando la selección ocurrió en la oficina de la jueza, Lucio sabía que Muscari era director de teatro, pero no se le ocurrió que fuera la figura pública que es. Como cualquier adolescente con acceso a Internet, lo gugleó. Cuenta José María que ahí Lucio se dio cuenta de que ya lo había visto: “Creo haberte visto a vos una vez —dice Lucio— Estabas con Lizy (Tagliani) y se mataban de risa. Yo en ese momento pensé: que suerte deben tener los hijos de este pelado porque es re divertido”.
—¿Sentís una presión por ser siempre ese Muscari copado?
—Estoy tomando este tiempo de adaptación como eso: un tiempo de adaptación. Más de lo que él hace con sus actividades un chico de esa edad no puede hacer, sumado el desarraigo de su grupo de amigos y demás. Recién en marzo empieza la rutina y ahí vemos qué le parece todo, por ahora no me hago esas preguntas.
—Sentís por momentos que tenés que dejar de ser vos y empezar a ser “Muscari padre”?
—Hay una contradicción que intento trabajar mucho en terapia y es esto de dividirse. Para mí uno es siempre entero. No podés ser un copado con tu familia y un garca en el laburo: si sos un garca en un lado, vas a serlo en todos. Entonces esos valores que se ven en mi trabajo es lo que yo soy como persona. El Muscari descontracturado que ve la gente es el mismo que el Muscari riguroso y ordenado que está detrás de las obras planificando todo. Lo que se suma es que ahora ese Muscari, además tiene un hijo.
Desde sus inicios el dramaturgo se caracterizó por una estética muy camp, queer, kitsch y erótica aunque costumbrista y ha demostrado una personalidad que bien se adhiere a ese estilo, siempre volátil, flexible y de gran espectro. Esta temporada solamente, tiene en cartelera una reversión de su rompecabezas SEX y Coqueluche, ambas en Buenos Aires y Perdida Mente en Mar del Plata. Sin ánimos de ocultarlo, el dramaturgo siempre se mostró como un varón gay orgulloso de su trabajo, su vida y sus afectos.
—¿Hubo preguntas del tipo "papá vos sos gay"?
—No, una vez me preguntó si un amigo que aparecía mucho en mis redes, Martín Gómez Márquez, era mi pareja. Le dije que no, es un amigo, de hecho es ahora su padrino, junto a Paola Luttini, que también es gay. Así que mirá, evidentemente mucha bola no le doy a si está deconstruido porque los padrinos son gay, así que se tiene que acostumbrar. Mi círculo es bastante gay y por ahora convive de manera muy orgánica; digo, me eligió sabiendo que era gay.
—¿Pensás que eso los separa de algún modo?
—Pero más allá de si es hetero o gay, lo que me dice siempre es que "hay muchas cosas que son normales acá en Buenos Aires, pero en Corrientes no". "En Corrientes no está bien visto ser gay", me dice, pero yo nunca lo sentí cuando he ido. Pero claro, yo soy famoso, no me miran por gay, me miran por famoso. ¿Cómo voy a sentir yo la homofobia de Corrientes si cuando fui ya era conocido? Aún con ese cassette, él me eligió de entre 140 familias, sabiendo que era gay, de Buenos Aires y que era muy distinto a lo que él conocía. Eso lo valoro muchísimo. Aunque por supuesto que mi hijo viene con un montón de desafíos, porque es un adolescente varón de 15 años que viene de Corrientes y es heterosexual. Los chicos así no vienen deconstruidos, el choque cultural es grande.
—Claro, lo escuchás en la Play puteando con "Puto"...
—Y sí, lo corrijo y se sonríe y lo hace de nuevo hasta provocándome a ver si lo reto o no. Pero es algo común en todos los periodos de adaptación, ir probando hasta donde llega uno.
—¿Sentís que podés llevar esa soltura que tenés siempre y que está en tus obras a la paternidad?
—Lo vengo manejando intuitivamente. Por ejemplo, está viendo Sex Education, entonces aprovecho y pregunto algo que tenga que ver con la trama, no tengo momentos de “sentarnos a hablar cosas solemnes”, siempre tranqui. La otra vez, otro ejemplo, fuimos a comer con su madrina que es médica y surgió en la charla el tema del consentimiento: que tanto él como su pareja en ese momento tienen que estar seguros de querer encarar lo que pase. Nunca se me hubiera ocurrido hablar eso, me parecía algo obvio pero no lo es, lamentablemente. Entonces me pareció bárbaro que él escuche y esté de acuerdo en hablar de eso con los adultos.
—¿Qué sensación te da esta etapa adolescente?
—Es una etapa muy revolucionada. No me acuerdo cómo era yo a esa edad, pero de repente está del orto y al otro momento re empático y charlador y después no lo mires, ¡ni se te ocurra! Todo lo que es la adaptación, el cambio de locación y demás va perfecto, pero claro: está todo atravesado por esa crisis de edad. Cuando sos adolescente todo es a mil, la alegría y la angustia, pero es la edad. Tampoco tenés ganas de que alguien te esté atrás y te diga qué hacer.
—¿Cómo te llevás con eso, con los límites?
—Como soy consciente de su historia de vida hago esos llamados de atención con mucho cuidado. Intento que sea de la mejor manera posible para que no sea una situación de angustia. Él tiene mucha escucha, tramita a sus tiempos las cosas que le marco. Pero si hay algo que desearía poder sacar de la vida de padre, sería poner límites.
—¿Te considerás “cuida”?
—Bastante. Me pasa mucho que al compartir en redes mi experiencia con la paternidad, con la comida, los horarios, etc., mucha gente me hace feedback. Aunque las redes no sean la realidad, son un ordenador. Cuando digo “son las 11 y Lucio no se levantó”, alguien me dice que su hijo no se levanta a las 17, qué cómo puede ser que haga las cuatro comidas y haga todas esas actividades. Entonces ahí siento que exagero…
—¿Dudás de vos como padre?
—Es parte de la cosa. Cuando estoy en una obra de teatro me pasa lo mismo. No es que digo "ay qué fabuloso venir a ensayar todos los días, que éxito va a ser esto". Todo el tiempo dudás de a la gente le va a gustar, si saldrá bien, si las decisiones son las adecuadas. Pero bueno, con sus alegrías y sus angustias, es lo que toca.
—¿Por ahora no puede salir en tus redes verdad?
—Hasta que no esté concretada la adopción no. A él no le gusta que yo salga en una story, por ejemplo, y él salga con un emoticón en la cara entonces encontramos un punto medio: por ahí salimos los dos de espalda o enfocamos un objeto y que se escuchen las voces nomás. De todas formas, si hablo de nuestro vínculo no hablo de él, hablo de lo que me pasa a mí con la paternidad…
—¿Te preocupa que él se visibilice y se convierta en algo así como un influencer?
—Desde el primer momento le expliqué que ser famoso no es un valor, que mucha gente es famosa y no tiene nada para dar, que es muy tarada por más que tenga fama. En mi caso siento que ser famoso es resultado de mis logros laborales, no porque me casé con alguien famoso o me pelee con alguien. Además, su vínculo con las redes es de consumo, no le da bola a aparecer.
—¿Cuáles son los momentos que más te gustan como papá?
—El momento más lindo no es uno, sino varios. A la noche, cuando se termina el día y estamos un rato juntos, cenando o lo que fuera y se abre y te cuenta cosas, lo que quiere, lo que imagina y es una hora, hora y media de charla profunda. Lo más feo es, como dije, los límites. O quizás la preocupación de que el límite no dañe, los pongo pensando mucho en que no salga mal.
—¿Qué le dirías a alguien que está pensando en adoptar?
—Que confíe más en su intuición y su deseo. Tenemos una única vida y si no, te la perdés. Si no me la jugaba, a Lucio me lo perdía. Nada te garantiza que un vínculo con un hijo biológico sea menos conflictivo que con un hijo adoptado. Nada te garantiza nada: que se animen.