Santiago del Estero fue escenario del peor desempeño de Cambiemos anteayer. Gerardo Zamora será gobernador nuevamente aupado por más del 69 por ciento de los votos a 52 puntos porcentuales del segundo. Su coalición, que hegemoniza Santiago desde 2005, ganó las dos bancas de senadores por mayoría y las tres de diputados que había en disputa. Fue la única provincia de veinticuatro en la que Cambiemos no incorporó algún diputado.
El kirchnerismo cosechó en un puñado de provincias. En algunos con la bandera propia, en otros formando frentes o alianzas. Eso puede generar discusiones sobre la identidad de los electos. Este cronista estima un máximo de diez, en un conteo pasible de discusión.
Los demás partidos solo se alzaron con bancas en un distrito. Vale para el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) con buena implantación nacional como para los gobernadores peronistas, que solo inciden en rodeo propio. O para Cumplir, partido del ex ministro Florencio Randazzo, que quedó detrás del FIT con un solo diputado en Buenos Aires.
La influencia de los mandatarios provinciales se esfuma al tocar la frontera del terruño, limitación que renunciaron a reducir aliándose con colegas justicialistas o con dirigentes de otros pagos. Un puñado triunfó claramente, otros zafaron, unos cuantos mordieron el polvo. El pan peronismo, un conjunto menos que virtual, perdió anteayer en promedio que reconoce excepciones.
El kirchnerismo escoltó a Cambiemos en tres de los cuatro distritos más grandes: Buenos Aires, Ciudad Autónoma (CABA) y Santa Fe. Encabezaron las listas cuadros probados, de primer nivel, con evidentes diferencias de peso específico: la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, Daniel Filmus, Agustín Rossi. Los tres tocaron techos locales que los limitan desde hace varios comicios.
Si cruzamos todos los datos, nos arrimamos a las correlaciones de fuerzas. Cambiemos domina el escenario con holgura, lejos del kirchnerismo, segunda minoría mucho más fuerte que el resto del archipiélago opositor.
Cristina es la dirigente más representativa de los adversarios del macrismo, la única presidenciable. Cambiemos tiene dos, solo para empezar: el presidente Mauricio Macri y la gobernadora María Eugenia Vidal. Trazar o desdeñar parangones con el kirchnerismo en 2005 queda a criterio de quienes leen esta nota.
La mayoría en cuestión: El peronismo, desde su lejana génesis, tiene vocación de mayoría que ha concretado muchas veces, siempre en elecciones libres. Ha sido batido también, sabe reconocer su derrota como Cristina antes de la medianoche del domingo. O como el presidente Néstor Kirchner en 2009.
La voluntad de construir mayorías asume que éstas no existen disponibles ni articuladas siempre. A menudo el peronismo (o su capítulo kirchnerista) incurre en el simplismo de creerse una mayoría natural o congénita. Un mejor reflejo tras un veredicto ciudadano adverso, también anidado en la cultura justicialista, es preguntarse qué se hizo mal.
Señalar y combatir la concentración mediática, el peso del establishment, las mentiras del rival son herramientas válidas, hasta imprescindibles. Pero la pérdida del favor popular mayoritario induce a mirarse al espejo y recapacitar. Releer la coyuntura, observar la estructura social, los cambios culturales, las habilidades del macrismo en la coyuntura. No para solaparse con la derecha, bajar banderas o plegarse al otro con berreta oportunismo estadístico sino para competir con mejores perspectivas.
El kirchnerismo afronta el riesgo de suponer que la lucha democrática es el arte de tener razón y no el de construir poder, expandiendo su base y sumando adhesiones. A menudo se obstina demasiado en buscar culpables externos o, peor, en estigmatizar a estrados medios o aún a los humildes que dejaron de apoyarlos, acusándolos de necios o de masoquistas.
Del otro lado, los pan peronistas anti K imputan a Cristina como la causa de todas sus dificultades. Con frecuencia es ingrato (sobran ministros o altos funcionarios K entre los más enconados). Y algo peor: sectario y funcional al oficialismo. El lapso corrido entre 2003 y 2015 fue muy propicio para los liderazgos locales, partícipes-beneficiarios de la sustentabilidad política y del crecimiento económico.
El macrismo azuzó con destreza la división del peronismo y la estigmatización del ciclo K, aderezado vilmente con la persecución judicial a Cristina y otros dirigentes sociales o políticos.
El comité de Comodoro Py: La coalición Cambiemos cuenta con una pata judicial, tan potente cuan irresponsable. La llamada judicialización de la política se ha convertido en un instrumento que va desbarrancando a la proscripción. La polución de acusaciones alocadas, el bartoleo de la “traición a la patria” como castigo a políticas públicas polémicas pero no delictivas, constituyen el plato principal del menú.
La omnipresencia del juez Claudio Bonadio sería cómica de no ser degradante. La Corte Suprema cotillea demasiado con el Ejecutivo que, en juego de pinzas, cuenta con la diputada Elisa Carrió para presionar al presidente del cuerpo, Ricardo Lorenzetti. El mix entre arrumacos y chantaje va siendo redituable: el tribunal arrumba el expediente sobre la validez del encarcelamiento de Milagro Sala. Rápido debería resolverlo si obrara con apego a la ley, demorarlo atenta contra el estado de derecho.
Una pregunta central en el segundo tramo del mandato de Macri es si Cambiemos acentuará la vindicta judicial, en especial contra Cristina Kirchner. El Gobierno nada dice, los editorialistas de los medios dominantes que hablan por (y para) él se expiden desde la noche del domingo. Se solazan, aduciendo con razón el Poder Judicial es pro cíclico en materia política. Vaticinan que Comodoro Py se ensañará con la opositora más votada… también lo promueven. A menudo se comenta que el peronismo se enardece cuando “huele sangre”. Los formadores de opinión VIP atribuyen ahora a los jueces comportarse como una jauría. La comparación por ahí es adecuada…mete miedo.
El objetivo es que Cristina no jure como senadora o sea desplazada de la banca después sin que medie condena firme en su contra. No hay fundamentos válidos a la excepcionalidad de la prisión sin condena firme. La senadora electa estuvo siempre a derecho, es diáfano que no obstruyó las causas (muy endebles) que avanzan a paso redoblado. Digámoslo con todas las letras: si se impide a Cristina cumplir el mandato y la representación conferidas por el pueblo soberano, el sistema democrático se degradará (“a la brasileña”) como nunca antes desde 1983.
El Senado tendría un rol central en tan odiosa circunstancia. Para el macrismo el senador Miguel Pichetto es el opositor soñado: complaciente, sin gravitación electoral, con fecha de vencimiento no renovable en la Cámara. Otra pregunta del millón es qué decidirían los senadores no kirchneristas, los peronistas en especial. Un doble sentido de preservación debería fomentar que evitaran el desvío autoritario. Primero porque un tribunal cuasi moscovita podría ser preludio de otras persecuciones, como en el apólogo atribuido a Bertolt Brecht: cualquier adversario exitoso puede estar mañana en el banquillo.
Segundo, solo en orden de mención, es que si la democracia perdiera solidez, sus propias, legítimas, perspectivas futuras se debilitarían.
Una paradoja caracteriza al intríngulis: el oficialismo calcula que el kirchnerismo (Cristina por antonomasia) obstruye la reconstitución del peronismo, haciéndole un favor a Macri. Pero la tentación está presente y ha de ser una clave del bienio por venir, con el señalado riesgo para la calidad institucional.
Convocatorias, exclusiones, escaladas: El Gobierno piensa avanzar con medidas económicas impopulares, conforme se informa en otras notas de esta edición.
Se percibe empoderado para hacerlo, presupone que el voto favorable las convalidó, anche si se radicalizan.
Es factible, por decir poco, que también entienda que se han plebiscitado los excesos de autoridad, las represiones brutales en Chubut o contra los trabajadores de PepsiCo o en Plaza de Mayo el primero de septiembre.
Sus voceros instalan que está probado (y votado) que Santiago Maldonado falleció por torpeza propia o por obra de terceros ajenos a Gendarmería. El escrutinio provisorio vale también para probar que el fiscal Alberto Nisman fue asesinado, conforme la narrativa. De ahí a ensañarse en la persecución política media un trecho corto. Queda por corroborarse si lo transita, en complicidad con el ala oficialista del Poder Judicial.
Queda dicho: es necesario el debate sobre el kirchnerismo, sobre el liderazgo de Cristina, sobre su potencial (o legitimidad o deseo) de conducir a una alternativa opositora. Solo puede hacerse mientras se respeten los derechos de una jugadora esencial del sistema político. La supuesta lucha contra la korrupción (escrita con “k” y no con “c”) es una estrategia perversa, agresiva, falaz, unilateral.
En un plano legal y legítimo Macri convocará a un cónclave con dirigentes de otros partidos, legisladores, empresarios, gremialistas. Se ignora si incluirá en el convite a la fuerza más representativa entre sus antagonistas políticos. Menudo detalle que, como otros que se detallan antes, se irá develando en días fragorosos. Habrá que ver.