Sin duda, la producción literaria de Julio Cortázar, iniciada casi en la infancia, una infancia difícil, marcada por el abandono del padre y los agobios económicos de una familia erigida en torno de las figuras femeninas de la madre, la hermana, la tía, se encaminó por el territorio de lo fantástico y a menudo de lo siniestro, antes de optar por una escritura social y comprometida políticamente.

Recién recibido de profesor normal nacional, Cortázar comenzó su tarea docente en la provincia de Buenos Aires, en Azul, Bolívar y Chivilcoy. En esta última ciudad vivió cinco años, desde 1939 a 1944, o sea, durante los terribles años de la segunda guerra mundial que sumió al mundo en un océano de preocupación y crueldad.

Dio clases en la Escuela Normal “Domingo Faustino Sarmiento” y alternó su trabajo con reuniones de escritores, cineastas y músicos, la creación literaria y la lectura constante (en esos años Cortázar leyó las obras de Sigmund Freud, lo que es muy relevante ). En 1944 partió a Mendoza para hacerse cargo de una cátedra en la Universidad de Cuyo.

En Chivilcoy, esa ciudad del oeste de la provincia de Buenos Aires, Julio Cortázar se puso en contacto con el ambiente rural que, tal vez, le evocaba los orígenes provincianos de su padre Julio José Cortázar, nacido y criado en la ciudad de Salta, hijo de una distinguida señora de la alta sociedad, doña Carmen Arias Rengel y Tejada, descendiente de maestres de campo y adelantados de la época de la fundación de la ciudad por Hernando de Lerma y con lazos familiares muy importantes con la aristocracia del Virreinato del Perú en Lima, y un inmigrante vasco, Pedro Valentín Cortázar Mendioroz. La familia de doña Carmen Arias no vio con agrado el matrimonio de la hija dilecta con un recién venido; pero don Pedro logró un lugar importante en la ciudad, fue director del Banco Hipotecario de la Nación y fundó la Sociedad Española de Salta, además fue albacea de adinerados propietarios de Buenos Aires. 

Los Arias Rengel y los Tejada y Moldes, emparentados con los Güemes, conforman un árbol genealógico donde se anudaban los antiguos apellidos del virreinato del Perú y luego del Río de la Plata como Arenales, Güemes, Alvarado, Puch, Uriburu, Saravia, Escobar, Cornejo, Linares, Toledo, Castellanos, Calvimonte, Solá, Arias Velázquez, Valdés, Palacios y Frías, familias vinculadas al poderío de la Corona de España en esta parte de América y luego con las guerras por la emancipación que llevaron adelante San Martín, Bolívar, Güemes y Sucre. El primer Arias Rengel de la genealogía que se conoce es Francisco Borja Arias Rengel y Hidalgo Montemayor, casado con Petrona Escobar Castellanos y Arias Velázquez. 

De este modo se advierte que el árbol genealógico de Cortázar enraíza con antiguos nombres del virreinato, con esa América mestiza e hispánica, donde hablan, junto a los conquistadores, indios y negros, un linaje profundamente latinoamericano que Julio trató de borrar. Sin embargo, a veces, evoca estos apellidos como lo hace con la protagonista del cuento “Lejana”, la señora Alina Reyes de Aráoz (¿casualidad, causalidad?, diría el maestro Ernesto Sábato que precisamente designa a la antepasada de Alejandra Vida Olmos, la protagonista de Sobre héroes y tumbas como la ilustre señora Trinidad Arias, de Salta). Estas relaciones familiares del escritor con Salta son sin duda fundantes en su mirada del mundo, en su novela personal, ya sea por estar negada o velada o porque a veces surge transmutada en una fantasmática escritural.

Poesía y feminidad 

En Chivilcoy, el joven profesor Julio Florencio Cortázar dio clases, escribió poemas de amor juvenil dentro de un estilo que ya había anticipado en su primer libro Presencia, de 1938, firmado con el pseudónimo Julio Denis, pseudónimo que usará también para prologar uno de los libros de su amigo y colega, el poeta jujeño Domigo Zerpa, quien era profesor, como él, en la Escuela Normal de Chivilcoy.

Trascribimos algunos versos de Plaza España contigo:

El sol de octubre besa/los mosaicos dormidos,/en matinales nidos/la mañana está presa.

Canta la primavera/con cada flor que asoma/prometiendo el aroma/de su amor y su espera.

Asombro del poeta joven ante la serena belleza de la flor que perfuma el aire y el retorno de alguna mariposa… Un tema cercano al Carpe Diem de los poetas españoles del Siglo de Oro, dicho desde la cadencia de una cuidadosa rima y una métrica clásica.

En Distraída podemos leer: 

Tú, en misteriosas hiedras adentrada/con el atardecer por compañía/y una gacela de agua en la mirada,

sumida en las de fuentes, olvidada/del que sí olvidado te quería/junto al ya ausente día constelada.

El atardecer y junto a él la melancolía en una instancia casi pastoril, donde el poeta se acerca a la herida del amor y el olvido.

Junto a los poemas, Cortázar escribió en esos años en Chivilcoy (y ambientados allí) varios cuentos que describen mundos femeninos encerrados en misteriosas moradas. Las protagonistas son mujeres enigmáticas. Sí, enigma, ésa es la palabra que surge de esos sombríos escenarios. Sus títulos: Llama el teléfono, Delia, Bruja, Distante espejo y el más famoso: Casa tomada.

En esos primeros cuentos está el mundo narrativo de Cortázar: las fobias, el doble, la casa, el hogar protector y los animalitos domésticos que se tornan siniestros, las mujeres y sus papeles de damas y, a menudo, de hechiceras; el género fantástico en suma. Después su escritura lo llevó hacia lo social; pero lo extraño y lo maravilloso siempre se mantuvo en ella.

Intertextualidades, el deseo femenino 

En el Lunario sentimental, Lugones cuenta la relación erótica entre una tía y su sobrino, relación en la cual se advierte la sombra del incesto. Esta historia evoca también la relación entre Amaranta y Aureliano José en Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, una relación prohibida. Los enamorados de Abuela Julieta, el relato de Lugones, ven pasar la vida y envejecen sin intentar un acercamiento. El ámbito decadentista y finisecular otorga al texto de Lugones un tono hipocondríaco, de “spleen” simbolista. Olivia, la tía, envejece y Emilio, el sobrino, que la ha amado siempre, descubre, gracias a la luna que ilumina los cabellos blancos de la anciana, que el paso del tiempo es irreversible y que todo sería ya inútil, pues la neurosis obsesiva se ha prolongado tanto que sólo ha dejado escombros y frustración. La luna, esa intrusa está dispuesta a iluminar y develar…

En el cuento Bruja, de Cortázar, antecedente inmediato de Circe, se advierte que el amante de Paula, la joven rechazada por el pueblo de Chivilcoy por sus poderes, en su eternidad de amor, es envuelto junto a su amada en la luz de la luna que se adueña de la escena para siempre. Atracción por la muerte y por la luna. Tal vez la luna haya llegado a Cortázar desde Verlaine: La luneblanche/Luit dance les bois.

Y luego por Lugones y lo siguió hasta que escribió Circe, donde la heroína es la perversa Delia Mañara que no vacila en ofrecer bombones contaminados de restos de un repugnante insecto a sus pretendientes que horrorizados encuentran el camino de la muerte, salvo Mario que se salvará porque logra adivinar el placer mortífero en la mirada de Delia iluminada por la luna. Siempre la luna. Como en Lugones:

Luna del oro falso,/ Bola de la sandez,/Linterna del cadalso,/Comadre del mal juez;

Tarántula de diablo/Musa del alcohol,/Maléfico vocablo./Perla espectral del sol:

Si se recorre la obra de Lugones, no faltan las alusiones a la luna, a las arañas, a las mariposas, efímeras y bellas que vuelan entre los extremos de su breve existencia con la densidad insuperable de la brisa, insuperable, porque la brisa equivale a nuestras vidas, que se diluyen en el aire. Recordemos:

Y la sensible araña que junto al piano/Teje a ocho agujas su ñandutí liviano.

O este otro:

Y la mariposa sentimental/Que de flor en flor lleva su tarjeta postal.

Por supuesto que Julio Cortázar había leído estos versos del poeta del Río Seco que se suicidó justamente el 18 de febrerode 1938, el año en que él publicara Presencia, su primer libro de poemas.

En otro febrero, de 1984, en París, también Julio volaría como una efímera mariposa hacia el sol o la luna o la noche eterna.

Se llama también Delia, la protagonista del cuento Llama el teléfono, Delia, escrito en Chivilcoy y que narra el llamado desesperado de un hombre que ha abandonado el hogar y pide perdón (¿reminiscencia de la historia personal de Cortázar?). Desde ese fantasmal y tenso diálogo surge la pregunta incontestable de la vida humana y su sentido. Es un intercambio con eso indecible, con ese territorio situado en un más allá (¿la muerte?), desde donde la comunicación llega con otra cronología o sin cronología. Los poetas lo saben. Por eso este cuento navega entre lo poético y lo dramático por lo contundente del diálogo. Llama el teléfono, Delia es un verdadero poema que alude a la vida paralela de un hombre, vida incomprensible para una esposa y madre como Delia.

La señora Emilia, en el cuento Distante espejo, es una amable profesora de idiomas, colega del joven profesor Julio en la Escuela Normal Mixta de Chivilcoy y lo recibe con la cortesía digna de la encumbrada dama que es en su elegante casa, con salones con obras de arte, fina vajilla y cuidada tapicería. La señora Emilia evoca a la figura materna. Lo mismo que la dueña de la pensión, doña Micaela Diez de Varzilio, que el narrador-Cortázar evoca en el cuento. Lo autobiográfico y el mapa de la ciudad de Chivilcoy son constitutivos de la historia: la vida monótona del profesor Julio Cortázar, sus lecturas inacabables, su soledad, cierta misantropía, en medio del ámbito pueblerino, la radio, “el recreo” del mate y la caminata placentera y extraña, movida por un raro ímpetu que lo lleva a casa de la señora Emilia, espejo de la otra casa, la pensión Varzilo donde vive. ¿Alucinación? ¿Efecto de pastillas y el whisky? Lo cierto es que lo fantasmal boga en la indefinición del instante, del no ser, ¿del delirio? Cuento digno de Edgar Allan Poe, de Oscar Wilde y del maestro de Borges, Joseph Conad.

Como Irene en Casa tomada o Paula en Bruja, varios de los personajes femeninos de las ficciones cortazarianas son hábiles tejedoras, de infinitos vestidos, suéteres, guantes, bufandas, medias, chales, sueños, manteles, carpetas, visillos, almohadones y también fábulas, engaños, mentiras . Tejen las Moiras, Penélope, Ariadna, Aracne, dispuestas a dar cuenta del cosmos con sus agujas y sus puntos. Tejer, tejer, para toda la eternidad, entramar, entrelazar, como lo hace el poeta con las palabras.

El personaje de Paula, la protagonista de Bruja, conmueve por su mezcla de inocencia y poder. Es poderosa a pesar de ella. Apenas lo descubre cuando puede crear una mosca en el plato, desde los deseos de su mente para evitar tomar la sopa. Y luego prosigue en la creación de sus sueños: una muñeca que tiene y que ella matará (la culpa intrusa), bombones (como la Delia de Circe), siempre los bombones en el deseo femenino y luego la casa: con jardín y bohardilla y cristalerías y alfombrados, con muebles victorianos o franceses, con cuadros bellamente enmarcados y espejos dorados y por último (¿lo último?) un marido o un amante distinguido que la acompañe durante toda la vida. 

Paula logra esos deseos, deseos femeninos que Cortázar creyó descubrir en un tipo de mujer: la mujer burguesa de esos años 40 y 50, modelo de madre, esposa, hija y hermana. Vendrán luego las mujeres emancipadas, las jóvenes rebeldes de los 60 y 70 a las que él admirará y retratará en ese otro personaje extraordinario que es la Maga, en su Rayuela, la chica que acompañaa Oliverira mientras él sueña con el jazz y la literatura. ¿La Maga no es acaso Paula, la hechicera deseante y tristemente poderosa? Porque aquí Cortázar llega al punto crucial de lo femenino ¿Qué quiere una mujer? ¿Qué desea una mujer? Y ¿Qué cubre con su cuerpo una mujer? ¿Lo real? ¿Qué escribe con su cuerpo una mujer? ¿Maternidad? ¿Placer? ¿Goce? Empuje a la mujer. La literatura lo demuestra. Basta de fórmulas y cánones, de reglas y medidas y previsible orden sintáctico y semántico, de géneros preclaros, relato sin relato, poesía y luces y oscuridades al mismo tiempo como un tejido mal o muy bien hecho, que se pondera o se desecha. Julio Cortázar lo encontró.

* Escritora. Premio Casa de las Américas de Cuba 1993.