En el año 1727 Benjamín Franklin impulsó en Filadelfia los "clubes de lectores" que fueron el embrión de lo que luego serían las Bibliotecas Populares. En la Región Argentina, Domingo Faustino Sarmiento fundó la primera Biblioteca Popular en San Juan.

En el transcurso del tiempo por iniciativa de vecinos, asociaciones sociales y deportivas y sindicatos obreros se fueron expandiendo las Bibliotecas Populares por las diversas ciudades y pueblos.

En 1870, Sarmiento creó la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares.

En Rosario, surgieron Bibliotecas Populares desde comienzos del siglo XX, algunas aún se mantienen en pie como la Biblioteca Homero en calle Velez Sarsfield a metros de Avenida Alberdi, otras como la Biblioteca Popular e Infantil Mitre en el barrio República de la Sexta dieron lugar al surgimiento de de otras bibliotecas como la Biblioteca popular Alfonsina Storni ubicada en calle Ovidio Lagos entre Catamarca y Tucumán.

A partir de la iniciativa de la Asamblea de vecinos de la Plaza Fausto Hernández surgió la Biblioteca popular Gastón Gori en Fisherton y la Biblioteca Popular Pocho Lepratti que fue creada en el Tablada.

Una Biblioteca Popular no es un depósito de libros, es un espacio de encuentros creativos, educativos y de construcción solidaria y colectiva.

El actual gobierno pretende eliminar la Conabip y por lo tanto condenar a la extinción a las Bibliotecas Populares. Esta artera maniobra privará del acceso al conocimiento a miles de personas.

Cuando José de San Martín inauguró en Lima una biblioteca en el mismo lugar en el que la Inquisición había torturado personas y quemado libros dijo: "Cuando se crea una biblioteca las mujeres y hombres de libre pensamiento se muestran felices y los oscurantistas se amargan y maldicen".