Fusión, cogobierno, confluencia, alianza. El mecanismo y la ingeniería pueden variar, lo mismo que los nombres de los dirigentes que le den cuerpo, pero el acuerdo renovado entre el presidente Javier Milei y Mauricio Macri está sobre la mesa, y en ciernes. De uno y otro lado hay voluntad de avanzar, sobre la base de la necesidad compartida de relanzar y dotar de músculo político al Gobierno tras el fiasco del proyecto de ley ómnibus. Ambos son conscientes de que sus destinos están atados, más de lo que les gustaría. Pero el diablo está en los detalles y la negociación —se espera una reunión en los próximos días, una vez que Macri regrese de Cumelén— está estancada por ahora en lo que cada uno está dispuesto a ceder.
Milei se conformaría con dar un primer paso a través del armado de interbloques en el Congreso. Pero el ala dura del PRO reclama como garantía para tal cosa el ingreso a la gestión de dirigentes con voz y voto en la toma de decisiones. Algo que, por otra parte, esperan agazapados desde el minuto cero en que Milei juró como presidente. “Armar un interbloque es cogobernar”, describió a Página/12 un dirigente del macrismo cercano a las conversaciones. “Y para hacerlo, necesitamos lugares decisorios”, remató.
Antes de aterrizar en el país luego de la gira por Israel y Roma, el Presidente reconoció su voluntad de "explorar un acuerdo con el PRO" y expuso las coincidencias ideológicas entre el ala dura del partido amarillo y LLA, por lo que dijo que una “confluencia” sería lo “natural”. Para el Gobierno, la síntesis ideal sería a través de un interbloque en Diputados. Esa definición desnuda el reconocimiento de que al bloque oficialista le faltó muñeca política durante las negociaciones por la megaley, pero también funciona como una suerte de barrera: si hay fusión, será en el Congreso, pero no en el Ejecutivo. El Presidente también dijo desde Roma que uno de sus ministros apuntados por el PRO, el de Interior, Guillermo Francos, "está más firme que rulo de estatua". No dió indicios —por ahora— de estar dispuesto a entregar a sus funcionarios más cercanos.
En el macrismo, en tanto, devuelven las flores y dicen apoyar "el rumbo" del Gobierno en sus dos primeros meses, aunque critican a tres puntas las falencias evidentes de la gestión cotidiana del Ejecutivo, el manejo legislativo y algunas formas de Milei tendientes al autoritarismo, como el escrache en redes de los "traidores" y de los periodistas críticos, dicen. Son la base de lo que esperan modificar desde adentro si es que el acuerdo se termina de sellar. Por eso, el planteo pasa por renovar los alfiles y las torres del gabinete, sin tocar a la dama y al rey. "Milei sabe que si quiere un acuerdo, va a tener que ceder, que desprenderse de algo", arriesgan.
En paralelo, en el macrismo se atajan en que la discusión "no es por cargos" y descartan el desembarco de dirigentes a título individual, como en su momento lo hizo Patricia Bullrich. Diego Santilli y María Eugenia Vidal, por caso, sonaron para Interior y el puesto vacante en ANSES —de donde salió eyectado Osvaldo Giordano, quien responde al gobernador de Córdoba, Martín Llaryora, a quien en la Rosada ya ven como un competidor de cara a 2027—. Pero Santilli y Vidal niegan tanto su voluntad de seguir el camino de la ministra de Seguridad como que el ofrecimiento mismo haya tenido lugar.
En resumen, lo que el macrismo pide son lugares decisorios en el Gobierno como resultado de un acuerdo político macro. Esa es la condición, a priori, para avanzar en un interbloque en el Congreso, algo que por otra parte también desean concretar. Uno de los vértices del pacto de Acassuso entre Macri y Milei de octubre pasado había sido la designación de Cristian Ritondo como presidente de la Cámara baja, pero el Presidente optó finalmente por Martín Menem, luego de explorar un posible acuerdo con el peronismo federal.
Macri, que todavía sigue molesto por aquél desenlace, podría insistir por Ritondo. Será uno de los temas de la próxima reunión con Milei. En el partido amarillo prima la ansiedad por las negociaciones; mientras que en el Gobierno la frase es que "no hay apuro".
El retorno de Macri
El expresidente ya tiene todo listo para volver del country de Cumelén. Ya en Buenos Aires, planea un tour por los canales amigos para una serie de entrevistas. Como es previsible, apoyará el "cambio" —su palabra fetiche— que Milei lleva adelante. Habrá que ver si desliza las críticas a la gestión que sus espadas hacen por lo bajo.
Uno de sus objetivos, en paralelo, es volver triunfante a la presidencia del partido que fundó hace casi 20 años, en 2005. Bullrich es quien ostenta ese cargo, aunque en licencia. Todavía no hay fecha para elecciones internas, pero Macri ya se mueve. Este fin de semana recibió a la exministra de Educación porteña, Soledad Acuña. La exfuncionaria de Horacio Rodríguez Larreta —quien podría tener un futuro político lejos del partido amarillo— dijo tras la reunión que hay "muchas coincidencias, aunque algunas diferencias", con LLA. Además, dijo que "la posibilidad de integrar el Gabinete es algo que se tiene que ir dando en función de lo que acordamos y lo que no como espacio político", apuntó.
También pasaron por Cumelén Guillermo Dietrich, Eugenio Burzaco y Joaquín de la Torre. Macri busca una suerte de operativo clamor y demostrar que la mayoría de los dirigentes lo quieren a cargo otra vez. “Probablemente Macri será el próximo presidente de Pro” dijo un disciplinado Federico Angelini.
Lo cierto es que Macri necesita un partido ordenado internamente antes de encarar un acuerdo más profundo al que ya tiene con Milei. Además de Bullrich y Rodríguez Larreta, los últimos dos candidatos de su espacio a los que está enfrentado, no está claro que, por caso, todo el bloque del PRO se sume al acuerdo sin chistar.
Algunas diputadas, como Vidal, piden un debate interno previo. "Puertas adentro el PRO todavía no discutió (el tema)", dijo. "No hubo consejo partidario no hubo reunión con gobernadores", siguió y avisó que "es un debate que nos tenemos que dar, tampoco es urgente".
Bullrich, que había hablado directamente de una fusión lisa y llana, quedó en minoría. Pintada completamente de violeta, la excandidata presidencial de Juntos por el Cambio criticó a los mismos gobernadores que habían apoyado su candidatura hasta octubre y les espetó que muchos "no querían" apoyar la megaley. Bullrich, apostó hoy por el "proceso de cambio" que lidera el presidente Javier Milei, afirmó que el sector de la alianza Juntos por el Cambio (JxC) que "no quería" avanzar en esa dirección perdió en las PASO del año último. "Lo que hay es la lucha entre un cambio concreto y contundente para cambiar las bases y un sector que se niega con paros, violencia, que impide que se voten leyes", fustigó.
Está claro que Bullrich está cada vez más lejos de Macri. Cuando en la Rosada quieren poner paños fríos a un acuerdo más profundo con el expresidente, la ponen de ejemplo —también a varios funcionarios de segundas y terceras líneas— de los lazos que unen al Gobierno con el PRO.
El medio al "crash"
Una de las especulaciones en el macrismo, que preocupa a sus dirigentes, es que si Milei no cambia algunas de las formas de la gestión, el "crash" es inevitable. No sólo por el naufragio en Diputados de la megaley, que expuso el amateurismo de legislativo de LLA, sino también por algunos gestos políticos que ven con preocupación. Si bien acompañan el rumbo, por lo bajo cuestionan las amenazas de asfixiar las arcas provinciales y la falta de tacto de algunos de los ministros. Por eso, parte de la urgencia que tiene el macrismo se basa en que si se profundiza la deriva oficial, la marea los puede arrastrar. "Ven el témpano y aceleran", grafican.
Pese a todo, se frotan las manos y esperan cerrar el acuerdo por el que esperan desde el minuto uno del gobierno de Milei.