El Jurado del I Premio Nuevos Narradores organizado por la Fundación Mediterráneo falló a favor de la novela Si no fuera por este pulso, del autor argentino Axel Levin. A este concurso dirigido a escritores menores de 35 años se presentaron 94 novelas de 15 nacionalidades diferentes. El premio otorga 5 mil euros y, además, una tirada inicial de 800 ejemplares a través de la editorial Pre-Textos que está pautada para septiembre.

El acto oficial se realizó en la sede de Murcia e intervinieron la vicepresidenta de la entidad organizadora, Rosa Peñalver, junto al profesor y crítico Basilio Pujante, presidente del jurado integrado por Pilar Fraile (escritora), Manuel Madrid (periodista), Carmen Pujante (profesora) y Manuel Borrás (director de Pre-Textos). Todos coincidieron en premiar esta producción literaria que parte de un sustrato realista para explorar el género fantástico en una trama que fusiona lo histórico y lo esotérico.

Levin es licenciado en Ciencias Antropológicas (UBA) y actualmente se encuentra haciendo su doctorado. En diálogo con Página/12, cuenta que escribe desde la adolescencia y que siempre le interesaron los libros de fantasía y ciencia ficción. Empezó a ejercitar la escritura con más rigor en un taller literario dedicado a la poesía (publicó varios libros por sellos independientes) y luego hizo una clínica de novela con Luis Mey. De ahí surgió la obra ganadora.

–¿Cuál fue el germen de la novela y qué te proponías contar?

–Yo me propuse contar algunas cuestiones, pero la novela se fue escribiendo sola y eso es algo muy lindo de la literatura. Cuando los personajes son sólidos empiezan a caminar con independencia y toman sus propias decisiones más allá de lo que uno planeó. Quise escribir una historia con base realista que tomara distintos elementos de la historia del país, como la migración de nazis tras la Segunda Guerra Mundial a la zona del Valle de Calamuchita (Córdoba), la última dictadura militar y la lucha de las organizaciones de izquierda en los 70. Todo eso vinculado al género fantástico.

La protagonista es Julia, una mujer que empieza a conectarse de un modo particular con su abuela. Lo poco que sabe es que murió en un accidente, pero tras la revelación de un secreto familiar descubre que había sido una militante de izquierda que resistió la dictadura desde Córdoba. Julia sigue sus intuiciones, desarrolla habilidades extraordinarias y busca los pedazos de historia que faltan. En ese recorrido descubre una organización neonazi con fuertes componentes esotéricos, algo que el propio autor halló en uno de sus viajes a esa provincia: “El esoterismo nazi creó una religión con sus propios rituales y creencias, una organización paralela llamada la Orden Negra con Himmler (cabeza de las SS) como líder. Yo imaginé que eso llegó a la Argentina a través de los nazis y lo enlacé a la búsqueda de la abuela de la protagonista”.

–¿Qué encontrás en el género fantástico?

–Creo que no hay nada más fantástico que la realidad, es extraordinario que pasen ciertas cosas. En lo personal me siento muy influido por escritores del género que toman elementos del terror y del gótico como Mariana Enriquez o Stephen King. Intenté profundizar en lo extraordinario, lo morboso y lo cíclico de la violencia política. Me hice preguntas e intenté ficcionalizarlas en la novela. ¿Cómo es que la dictadura militar se entrelazó con los nazis que vinieron al país o con organizaciones esotéricas y sectas? Hay relatos históricos que prueban una conexión con ciertas facciones de la masonería, por ejemplo. Además, siempre me interesó cómo se transmiten algunos gustos o comportamientos de una generación a otra. Muchos hijos de desaparecidos tienen una conexión muy fuerte con sus padres biológicos sin haberlos conocido.

–Sos antropólogo. Sin embargo, cuando te encontraste con estos datos decidiste escribir una novela en lugar de hacer una investigación académica. ¿Por qué?

–Sí, muchas veces me sentí como un etnógrafo haciendo preguntas sobre lo que sucedía en la zona. Hice varios viajes, veía cosas que me interesaban y después googleaba información, pero esta fue la manera en la que me interesó explorar esos elementos. Creo que la ficción tiene la potencialidad de llegar a muchas personas por lo accesible y lo entretenido, permite preguntarse qué pasa cuando se da un paso más en determinadas cuestiones. O quizás se dieron esos pasos y es algo que se minimiza, se niega o se esconde. En ese sentido, la ficción es muy provocadora.

Muchos datos que halló en sus viajes ahora forman parte de la ficción. En una visita al Museo de Villa General Belgrano encontró los cascos de los tripulantes del Acorazado Graf Spee que esconden la esvástica bajo un sticker; el autor se pregunta si ese gesto no resalta aún más el símbolo. También aparece en la novela un paraje ubicado en las afueras de Villa Yacanto, San Miguel de los Ríos, donde habló con algunas personas que le contaron varias cosas sobre la historia política provincial: “La estancia está asociada a uno de los primeros gobernadores y antes fue una estancia jesuítica. En la cabecera funciona hoy una organización que fabrica alfajores y pan dulce. No fui ahí pero se cuentan anécdotas bastante polémicas, con características sectarias”. Levin asegura que existen lazos con los Caballeros de la Orden del Fuego, una facción masona con alta incidencia en política que incluye personajes como José López Rega o quien fue presidente del Banco Central durante el menemismo.

También aparece en la novela Madame Carrel, enfermera y esposa de Alexis Carrel (Premio Nobel de Medicina). Ambos colaboraron con el nazismo, arribaron a La Cumbrecita y se hicieron conocidos como los curanderos del pueblo por su intensa actividad esotérica: decían que podían sanar con imposición de manos o péndulo. Pero a Levin le interesa conectar esos datos con la actualidad: “La persona que intentó matar a Cristina Fernández de Kirchner tiene en su codo el tatuaje del Sol Negro que es el principal símbolo esotérico del nazismo. Esto aparece en la novela a través de un personaje llamado Arno. En la nueva derecha a nivel mundial hay un elemento esotérico muy fuerte. Pienso cada vez más en esa dimensión mística de Javier Milei: los vaticinios de los perros o el hecho de que Karina sea tarotista. Evidentemente tiene un gran peso. Lo esotérico justifica, alimenta o potencia algunas violencias políticas”.