Entre lo mucho que hace -del grupo Octafonic a las bandas de sonido, de la dirección de orquestas a su trabajo con artistas internacionales-, Nico Sorín continúa entusiasmado con el proyecto Piazzolla Electrónico. Lo estrenó en el CCK, se presenta todos los meses en el Niceto Club de Buenos Aires, visitó otros países, y esta noche está en Rosario. Será a las 21 en la explanada del Cultural Fontanarrosa (San Martín 1080), con entrada gratuita; junto a Rodrigo Gómez (batería), Aldana Arguen (guitarra), Noe Sinkunas (piano), Federico Santisteban (bandoneón), Franco Fontanarrosa (bajo), y Marco Cabezas (marimba y vibráfono).

Las respuestas del músico llegan por audio, resulta que Sorín está en Finlandia: “La razón de estar en Finlandia es por un proyecto que comenzó en 2013, cuando fui a la Antártida. Lo hice en dos ocasiones, 2013 y 2019, para escribir una sinfonía (Sinfonía Antártica, estrenada en el CCK), obviamente ligada a lo que es el cambio climático, para quizás a través de la música, poner el grano de arena. Ahora tocó el polo norte, y es un lugar muy inspirador para atrapar ideas y poder componer esta obra”, comenta Nico Sorín a Rosario/12.

-Me resulta inevitable preguntarte cómo llegó a vos la música de Piazzolla, ¿qué sensaciones te provocó?

-En verdad, fue la primera vez que lo vi. Recuerdo que fue en un video, me parece que con ese “Libertango” para la televisión italiana. De hecho, empieza (Tomás) Gubitsch tocando la guitarra y todos como improvisando, que es también la manera como nosotros arrancamos el show, como un tributo. Me shockeó mucho la pinta de los músicos, con sus bigotes y camisas bohemias, parecían Deep Purple. ¡Hasta que entra Astor con el bandoneón! Me impactó el estilo del octeto electrónico, por cómo estaba quizás influenciado por esas bandas de rock, más allá del tango. Yo considero que Piazzolla no es tango, sino que tiene elementos del tango; es un compositor como lo sería Mahler, por ejemplo. Es un compositor único, cuya música es mucho más fuerte; por más que tome prestado del tango, es una música tremendamente personal.

-¿Cómo recibiste la posibilidad de trabajar su música?

-El pedido vino de parte de Pipi Piazzolla, gran amigo y colega, con quien hemos compartido mucha música estos últimos 15 años. Me costó mucho decirle que sí, por la cuestión de tratar de preservar mi amistad. Me daba pudor meterme con la música de Piazzolla, quizás por entender que yo no soy una persona que viene del tango; el tango es más como de nicho y eso me daba un poco de pudor. Después, creo que la llave para poder trabajar sobre los arreglos fue desde cierta irreverencia, porque no creo que haya un compositor argentino más irreverente que Astor, por lo cual también ha sido castigado injustamente. Fue un desafío perderle el miedo y tomar esas licencias artísticas para pensarlo en estos tiempos, cuando lo arrancamos en 2023, tratando de aggiornar un poquito los sonidos, con toda esta parte de la electrónica. Fue un reto muy interesante, aprendí mucho en el camino y fue muy lindo todo lo que pasó luego, con el show y con la gente, el CCK, los Nicetos que hicimos; superó todas mis expectativas.

-En una entrevista, decías que elegiste la presentación del octeto en el Olympia de París, en 1977, porque encontrabas allí la posibilidad de “intervenir” la música; ¿cómo trabajás estas intervenciones?

-Como la música de Piazzolla está muy bien escrita, admite cambios de orquestación. Es una música muy maciza y sólida a nivel formal. Creo que el primer ejercicio fue con “Libertango”, en el momento cuando empieza, con ese crescendo; ahí dije “bueno, vamos a arriesgarnos, a ponerle distorsión y hacer un crescendo abierto, que suba, que crezca y que se vaya cocinando”. Ese fue el primer indicio de por dónde podía ir. Luego llegó “Adiós Nonino”, con una base medio reggae, llevándolo para diferentes estilos. Una vez que encontré esa forma de trabajo, se me hizo todo mucho más fácil, pero había que romper el hielo y ver hasta dónde podíamos tirar con esta intervención.

-¿Qué sentís fue apareciendo durante esta experiencia?

-Venimos tocando hace ya dos años, son cinco temas, y la verdad que no cansa nunca. Soy alguien de aburrirse rápido cuando me repito, pero con el octeto le vamos encontrando la vuelta y cada show es muy diferente. Por más que sean los mismos temas, no cansa. Es como una especie de cebolla, donde uno va encontrando capas, y realmente es asombroso que ocurra eso, que con cinco canciones uno pueda encontrar diferentes interpretaciones, y siempre tengan cierta frescura.

-Se me antoja pensar la música de Piazzolla como una partitura abierta; de ser así, ¿qué tiene para decir hoy su música?

-Al final, ya empecé a meter un poquito más de repertorio, como “Balada para un loco”; hemos tenido invitados increíbles, desde Juli Laso al Chino Laborde; hemos metido “Michelangelo ‘70”, que es un temazo, al que estamos llevando al mundo de la música surf, con toques de Batman (risas). El repertorio de Piazzolla es realmente muy grande, y hay unas obras maestras que dan ganas de atacar. Me parece un compositor que, por un lado, representa la música porteña, es imposible al cerrar los ojos no imaginarse los edificios y estar dando vueltas por Buenos Aires, pero a la vez tiene una cosa muy universal. Tocás “Adiós Nonino” o “Libertango”, como nos ha pasado en Brasil, Chile, México, y la música llega, toca el alma. Tiene esa cualidad, la de ser, por un lado, una música súper programática, con imágenes de Buenos Aires; pero por otro, hay ciertas obras de Astor que son himnos universales.