El domingo 4 fueron las elecciones en El Salvador y no hubo sorpresas: el actual mandatario, Nayib Bukele, fue reelegido como presidente por lo que gobernará el país por cinco años más. Las elecciones estuvieron rodeadas de varias polémicas: la primera fue que muchos consideraban que la reelección presidencial estaba prohibida por la Constitución, algo que aparece en varios artículos de la Carta Magna. La segunda, que Bukele se autoproclamó ganador de las elecciones por amplísimo margen sin datos oficiales. El Tribunal Supremo Electoral todavía no había publicado datos pero el presidente ya tenía información de primera mano, lo que generó serias críticas entre los opositores.
En tercer lugar está el régimen de excepción permanente, que ya más que una polémica es un serio cuestionamiento, con el que Bukele encaró la pacificación del país y combatió la violencia de las pandillas sacrificando derechos y garantías constitucionales. Por último, la concentración de poder en manos de Bukele, que bromeó por las redes llamándose “el dictador más cool del mundo mundial”, despertó críticas entre los organismos internacionales. Lo que está en juego, dicen, es el sistema democrático ya que el oficialismo gobierna bajo el régimen de excepción y domina la Asamblea Legislativa y la Justicia.
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Al margen de todas estas críticas, su popularidad es innegable. Los salvadoreños lo volvieron a elegir por amplia mayoría. Incluso quienes se vieron perjudicados por el régimen con detenciones arbitrarias le dieron su apoyo.
Vivir con miedo
“El país está fracturado, no hay tejido social. Todo lo que quedaba de solidaridad se perdió por la violencia de las pandillas”, intenta explicar un salvadoreño que vive en Buenos Aires el porqué de la enorme popularidad de Bukele, con tantas críticas a la vista. Cuenta que El Salvador estuvo atravesado por múltiples violencias durante los últimos años: el conflicto armado, las políticas neoliberales que incluyeron dolarización y privatizaciones, el surgimiento de las pandillas, la enorme corrupción de todos los gobiernos y, sobre todo, el enorme temor que tienen -o tenían- los salvadoreños. “La gente vivía muy atemorizada. Muchos no tienen opción y no se pueden ir a ningún otro lado. En algunos pueblos hasta había horarios determinados para entrar y salir impuestos por las pandillas”, explica.
Con el régimen de excepción y las detenciones arbitrarias Bukele logró bajar la violencia a pisos históricos. “Hoy la sensación de paz es real. Hay barrios por los que antes no se podía caminar y hoy sí y por esta sensación de seguridad pareciera que la gente está dispuesta a tolerar todo. Hay muchas detenciones ilegales y mucha represión. Ya no está el acecho constante de las pandillas pero tenés el otro acecho, el de los militares y la policía, que hoy pueden detenerte y llevarte sin ninguna explicación”, agrega.
- Régimen de excepción
El Salvador se encuentra en un régimen de excepción permanente. El régimen suprime garantías y derechos constitucionales y habilita arrestos sin orden judicial. Durante el régimen fueron detenidas 75.163 personas. En sus redes sociales, Bukele comparte las imágenes de los detenidos como trofeo de guerra.
La medida fue aprobada por primera vez el 27 de marzo de 2020 por 30 días, cuando las dos mayores pandillas, Mara Salvatrucha (MS-13) y Barrio 18, desataron una ola de violencia que provocó la muerte a 87 personas, según datos oficiales. Desde entonces, la Asamblea Legislativa, controlada por el oficialismo, se encargó de prorrogar el régimen automáticamente hasta el día de hoy.
Organizaciones de derechos humanos como el Movimiento de Víctimas del Régimen (Movir) o Cristosal pidieron en varias oportunidades tener información sobre los detenidos, de quienes en muchos casos se desconoce hasta el estado de salud. Muchas de las denuncias por detenciones arbitrarias, malos tratos y hasta casos de muerte bajo la tutela del Estado fueron presentadas ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
- Elecciones cuestionadas
En 2021, la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (CSJ), que fue nombrada por el Congreso de mayoría oficialista, cambió un criterio de interpretación de la Constitución y habilitó la reelección. Algo que antes, hasta el propio Bukele declaraba que era inviable en su país.
Cuando el presidente anunció su candidatura, un grupo de abogados presentó un recurso de revisión por "violar" hasta seis artículos de la Constitución que prohíben la "reelección presidencial inmediata" pero el Tribunal Superior Electoral rechazó el recurso y confirmó la inscripción de la candidatura de Bukele.
Con esta nueva interpretación, la Corte autorizó a que "una persona que ejerza la presidencia de la República y no haya sido presidente en el período inmediato anterior participe en la contienda electoral por una segunda ocasión". Situación que se solucionó con un pedido de licencia.
- Problemas en el escrutinio
Terminada la jornada electoral, Nayib Bukele se autoproclamó ganador con más del 80 por ciento de los votos. A esa altura, el TSE todavía no tenía datos disponibles. Ni la oposición ni la prensa conocían los resultados.
Tras las críticas, el TSE reconoció fallas en el sistema de transmisión de datos, por lo que dijo que iba a realizar un nuevo conteo de los votos de todas las urnas para la categoría de legisladores y del 29% para la elección del presidente de la república.
“Algunos inconvenientes dificultaron que la transmisión fluyera como se tenía previsto”, explicó la presidenta del TSE, Dora Martínez, en cadena nacional de radio y televisión.
Mientras tanto, Bukele celebró su arrolladora victoria y dijo que El Salvador se convertiría en el primer país del mundo con “un partido único en un sistema plenamente democrático”.
“Nada está más lejos de una democracia que el no poder elegir”
Tamara Taraciuk Broner es directora del Programa sobre Estado de Derecho del Diálogo Interamericano y desde su rol en organizaciones internacionales -antes desde Human Rights Watch- advirtió sobre el riesgo de la concentración de poder en manos de Nayib Bukele, que debilita el sistema democrático.
-¿Te sorprendió la victoria de Bukele?
-No. No había ninguna duda de que Bukele iba a ganar. La pregunta antes de las elecciones era por cuánto y qué iba a significar eso sobre todo en la Asamblea Legislativa. Porque la nueva Asamblea puede nombrar fiscal general y magistrados, define cuánto control va a seguir manteniendo sobre otras instituciones.
-Bukele se autoproclamó ganador incluso sin datos oficiales y el resto de la comunidad internacional salió a felicitarlo. ¿Qué pensas de esto?
-Fue llamativo que declarara su victoria antes que el órgano electoral, fue una demostración clara de que Bukele controla las instituciones en el país. Y lo del reconocimiento internacional previo a los resultados oficiales es complicado… es avalar ese control que tiene Bukele sobre las instituciones. El tema de fondo es la enorme popularidad de Bukele que ha logrado con el régimen de excepción bajar los índices de homicidios y extorsión de una manera significativa y eso le permitió a la gente de El Salvador vivir una vida normal que no tenía. Cuando la gente tiene miedo está dispuesta a sacrificar libertades y esto pasó con el régimen de excepción.
-¿Qué es lo más preocupante de lo que ocurre en El Salvador?
-Es el ejemplo paradigmático de los gobiernos que llegan al poder a través de elecciones pero que una vez que están en el gobierno van desmantelando las garantías democráticas. La legitimidad de origen es importante pero después tienen que tener legitimidad en el ejercicio del cargo. Bukele hasta dijo que El Salvador se convirtió en una “democracia de partido único” cuando no existe tal cosa. Nada está más lejos de una democracia que el no poder elegir.
-¿Qué puede pasar en el futuro?
-Va a ser decisivo el tema económico y si Bukele va a poder conseguir dinero para sostener sus políticas públicas. Si económicamente le va bien eso es lo que va a sentir la gente y entonces va a ser muy difícil que lo cuestionen por su atropello institucional. La gente vota a favor de quien le resuelve los problemas y no importa si para resolverlos sacrifican garantías y derechos. También hay que pensar qué van a hacer con esas 70 mil personas detenidas durante el régimen de excepción, que no están sujetas a un debido proceso. Ni van a estarlo porque ya no existe la independencia judicial. Para esto es necesario volver a tener un poder judicial independiente.
-¿Cómo puede terminar el modelo impuesto por Bukele?
No podemos saberlo. Ahora estamos en una especie de tensa calma, porque entre el grupo de personas e instituciones que lo critican y cuestionan por lo que está haciendo con la democracia hay una sensación de miedo por no saber para dónde va el gobierno. Lo que sí sabemos es que desandar todo el camino de concentración de poder lleva tiempo, pero va a ser necesario. También es necesario generar una conversación distinta sobre seguridad pública en la región. En todos lados hay demandas de seguridad y son problemas urgentes. ¿Cuáles son las alternativas democráticas efectivas? Yo creo que es una combinación de medidas punitivistas, todo en el marco del debido proceso, y otras preventivas, como el acceso al trabajo y a la educación. El problema es que esta combinación de políticas lleva tiempo y no es de corto plazo. Es difícil encontrar gobernantes que estén dispuestos a tomar estas medidas a largo plazo.