Vista de la muestra de Chonon Bensho en W-galería (Foto: José Luis Morales)

Todo se transforma cuando uno cruza el gran hall blanco impoluto e ingresa en la primera sala donde se exhibe Chonon Bensho, la muestra de la artista interdisciplinaria Chonon Bensho, originaria de la nación Shipibo-Conibo, en la Amazonía peruana. Nacida en la comunidad de Santa Clara, situada a orillas del río Ucayali, uno de los afluentes del Amazonas, su nombre se traduce como “ave golondrina de los campos medicinales”. Luego, en la misma galería, es posible sumergirse en un jardín que es una especie de hermoso bosque citadino y tener la certeza de que uno quiere quedarse allí, junto a Geometría de humo, instalación de Florencia Sadir.

El espacio es acogedor e invita en sus amplias salas con exhibiciones de potentes artistas mujeres, unidas por lazos simbólicos profundos, latentes, que se despliegan con sutileza. Se trata de W–galería, con cuatro grandes salas y con un jardín que se despliegan en 1600 metros cuadrados, en el espacio que ocupó la Colección Helft durante los años ochenta, en el barrio porteño de San Telmo. Dirigida por Federico Curutchet y Ricardo Ocampo, W–galería cuenta con tres sedes. En Buenos Aires, W–archivo ocupa el espacio icónico que alojó al mítico CAyC (Centro de Arte y Comunicación). En Pueblo Garzón (Uruguay), en un espacio rodeado por colinas, olivos y viñedos, W–naturae ofrece un programa de exhibiciones que busca promover iniciativas ecológicas y artísticas ligadas al entorno.

Además de la programación anual de exhibiciones y la participación en ferias internacionales, W–galería cuenta con su propio sello editorial para la realización de libros de artistas y ensayos. En sus amplias salas se presentan también Barroco Ao po’i, de Mónica Millán, con curaduría Carla Barbero; Árbol de agua, de Anahí Cáceres, con curaduría de Sebastián Vidal Mackinson, y Lentos presentimientos, claras alucinaciones, de Nora Correas, con curaduría Florencia Qualina.

Monica Millán, "Inventario de una isla rodeada de tierra", 2023 (Foto: Nacho Lasparra)

En 2002, Millán (San Ignacio, Misiones, 1960) viajó a Yataity del Guairá (una pequeña localidad del Paraguay, a 180 kilómetros de Asunción), cuna del tejido Ao po’i (un textil tradicional de fibra natural que se remonta a la cultura guaraní). De aquel viaje surgió El vértigo de lo lento (2002), deslumbrante instalación compuesta por dibujos y tejidos como parte de su experiencia en el pueblo. La artista trabajó junto con 25 mujeres tejedoras, en Yataity, durante 2023. Tras llegar de Canadá, en diciembre de 2001, Millán obtuvo una beca para trabajar en Paraguay que cambió su vida de una vez y para siempre. “Me encontré con un pueblo. Sentí una respuesta a lo que había sucedido en Argentina. El país había pasado a funcionar como la patria financiera, ahora estamos igual. Yo estaba en un país en donde todo se trabaja con las manos. Sentí que quería trabajar con mis manos, que esa fuera la medida”, recuerda la artista del momento en que decidió quedarse allí. Millán entrevistó a todos los tejedores del pueblo, quería que le contaran sobre su práctica ancestral. Inspiradas en los pueblos originarios y en la naturaleza, sus obras hablan de otros tiempos y de la vida en comunidad. Conjugan el tiempo del tejido (parsimonioso, delicado, íntimo y obsesivamente perfecto) con el tiempo ancestral que contuvo el grito de rebeldía.

Hipnótica, Lentos presentimientos, claras alucinaciones de Nora Correas integra un importante cuerpo de obras que la artista realizó en el transcurso de la década del noventa y que formaron parte de dos exposiciones consagratorias: Con los ojos abiertos en la Sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta (1996) y Sumando en el Museo Nacional de Bellas Artes (1999). La muestra incluye chalecos y corsets que la artista, dueña de una mirada aguda, creó con técnica notable. Son obras de los años noventa que quedaron fuera del radar y esta exhibición recupera con ojo avezado. “Lo que una intenta con una obra es que se intelectualice lo menos posible. Que todo eso llegue por el mismo canal por el que ha sido hecho, que no es el de la razón ni la inteligencia racional”, dijo la artista sobre sus piezas. Surgidas tras un viaje que la impactó a La Habana y a Nueva York, sus chalecos y corsets aluden a un futuro distópico. Son piezas que incluyen opuestos dicotómicos: son refugio y, al tiempo, coraza amenazante. Acogen y expulsan con precisión milimétrica. Defienden y repelen. Trabajadas con materiales orgánicos como barro y crines de caballos, las fascinantes piezas condensan protección y agresión respecto a un exterior incierto. Habita en ellas un enigma indescifrable. Magnético.

Vista de la muestra de Nora Correas (Foto: José Luis Morales)

Con sus esculturas, Correas plantea las condiciones de un mundo expulsivo, restrictivo, desigual. Pero, apunta su curadora Qualina, no se trata de una obra que se quede en la mera denuncia sino que, a través de las materialidades y de los símbolos, llega a fibras sensibles e intelectuales que movilizan al espectador. Nacida en Mendoza en 1942, Correas estudió en la Escuela Superior de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Cuyo. En 1966 obtuvo una beca del Fondo Nacional de las Artes para estudiar pintura en el taller de Juan Batlle Planas, en Buenos Aires. Trabajó en arte textil desde 1967 hasta 1985. Si bien fue una artista que integró los circuitos internacionales de exposición, con el tiempo el impacto de su obra quedó algo opacado. Su trabajo representó a la Argentina en bienales y exposiciones en Japón, Francia, Estados Unidos, España, Polonia, Brasil, Cuba y Chile.

“Se produjo una concentración de la narrativa de los noventa, fundamentalmente por el Rojas, que terminó desdibujando la obra de muchos artistas que no formaron parte de esa escena”, dice Qualina. Correas en su momento fue muy reconocida y tuvo una trayectoria importante, con reconocimiento en espacios claves, pero con el transcurso del tiempo quedó en un lugar menos visible en la narrativa histórica. Hoy, junto con esta muestra, una instalación suya y dos textiles se exhiben en Manifiesto verde, en el Museo de Arte moderno. Sus corsets escapan a cualquier definición. Atrapan y domestican el cuerpo contrahegemónico. Si es necesario, disciplinan con presión y dolor. Pero, paradoja mediante, al interior de esas estructuras emergen movimientos de liberación físicos y espirituales. Habita en estas piezas monumentales una tensión latente entre protección y agresión; intemperie y resguardo; pasado tribal y futuro perturbador.

Las muestras de W–galería se pueden ver de martes a sábados, en Defensa 1369. De 12 a 18. Lunes con cita previa.