Carnaval disidente
En 2018, Rafael Cosme encontró una pila de negativos que el vendedor de una feria en Río de Janeiro casi le arrojó encima para que se los lleve. Cosme cargó esas dos bolsas hasta su casa pensando para qué se metía en un problema semejante. El asunto es que cuando empezó a mirar los negativos, se llevó una sorpresa: allí estaba contada la historia popular de la ciudad carioca desde fines del siglo XIX hasta mediados de los noventa, cuando las fotos analógicas comenzaron a languidecer. Así que desde entonces, Cosme se transformó en coleccionista obsesivo de fotos descartadas. En la actualidad, calcula que atesora 150 mil fotos y negativos. Y como la vida de Río no puede pensarse sin el carnaval, la gran mayoría de esas fotos, justamente, registran a personas anónimas, en diversos momentos históricos y de diversas clases sociales, a pura jarana callejera. “No hay manera de conocer esta ciudad si no se viven los carnavales”, afirma Cosme. Y las fotos evidencian de qué modo el carnaval modificó a la ciudad y viceversa. Desde fotos en sepia ajadas por el tiempo a instantáneas Kodak saturadas de color, las fotos revelan cambios en la sociedad, en la moda y el humor. Tomadas por fotógrafos amateurs, hay en ellas una belleza caótica muy distinta a la perfección de las imágenes actuales pero a la vez, muy fiel al carnaval como celebración subversiva. “Coleccionar estas fotos es coleccionar una forma de misterio porque adentro de cada imagen hay una historia muy reveladora de la que, paradójicamente, es poco lo que sabemos”, agrega Cosme. Esta celebración llegó a Brasil a través de los portugueses y las fotos más antiguas registran, los usos y costumbres de las clases altas a fines del siglo XIX. Sin embargo, la gente se apropió de los carnavales y con la democratización de la fotografía, ya cerca de los sesenta, registró la vida cotidiana hecha carnaval para todos y todas.
El universo es un lugar
Los secretos del universo y su creación parecen haberse develado un poco más a través de un simulador cosmológico, “el más grande jamás realizado”, según indica la prestigiosa Royal Astronomical Society. El simulador se llama Flamingo y permite calcular la evolución de todos los componentes del universo de acuerdo con las leyes de la física. Es decir que el Flamingo “desempeña un papel clave en la interpretación científica de los datos al conectar las predicciones de las teorías de nuestro universo con los datos observados”, dicen los expertos. Según la teoría, las propiedades de todo nuestro universo están determinadas por unos pocos números llamados “parámetros cosmológicos”. Los valores de estos parámetros se pueden medir con mucha precisión de varias maneras. El problema es que si varían los métodos, también varían los márgenes de precisión. Y a la vez, las predicciones necesitan ser plasmadas de modo concreto. El simulador es capaz de sintetizar toda esta información. “El proyecto Flamingo está brindando a los astrónomos una nueva ventana a la evolución cósmica. Se basa en datos reales para poblar un universo virtual. El resultado son datos virtuales que los investigadores pueden probar utilizando nuevas técnicas de análisis de datos y aprendizaje automático”, explica la revista Universe Today para que nos quede claro el potencial de esta nueva herramienta creada por gente muy geek del laboratorio informático Virgo.
Estampa japonesa
Aunque no tiene un nombre formal, se la conoce como Images of a woman y es la pintura que los Beatles crearon en conjunto, encerrados en la suite presidencial del Hotel Hilton de Tokio, en 1966. Estuvieron apenas cien horas en Japón pero todo fue demasiado: había fans al acecho y también, nacionalistas japoneses que no querían saber nada con estos cuatro rockeros occidentales. Entonces los muchachos se pusieron a pintar. Sus firmas se encuentran en medio de la obra, que acaba de ser subastada por 1,7 millones de dólares. Así lo indicó Christie’s que además resaltó el hecho de que se haya casi triplicado la estimación de preventa de 600 mil dólares. Según la leyenda, todo ocurrió de casualidad cuando un promotor turístico les obsequió un set con materiales artísticos. La banda se sentó alrededor de una página de elegante papel de arroz dispuesto sobre la mesa. Después de darle al fondo un rojo lavado, el cuarteto trabajó en tonos vívidos de acuarelas y óleos. Lennon optó por la geometría; Harrison, por la abstracción; McCartney adoptó formas orgánicas y Starr, como era esperable, le aportó contornos caricaturescos y sentido del humor a la obra, que se completó en dos noches. Son legendarias las fotos de los chicos pintando, hechas por Robert Whitaker, quien documentó el proceso de la banda, quien aseguró que los músicos estaban más interesados en pintad que en subir a los escenarios. “Nunca los vi más tranquilos ni más contentos que en ese momento”, afirmó.
El beso de Nippur
En 2022, una pareja de científicos expertos en lenguas antiguas decidieron pasar la noche a pura lujuria, pero a su modo. Entonces se pusieron a leer un novedoso estudio genético que vinculaba las variantes modernas del herpes con los besos boca a boca en la Edad del Bronce, aproximadamente 3300 a.C. hasta 1200 a.C. El artículo señalaba el sur de Asia como el lugar de besuqueos originarios y ubicaba el primer registro literario de besos en el año 1500 a.C., cuando se transcribieron manuscritos védicos en sánscrito a partir de la historia oral. Se sugería que hacia el año 300 a.C. (cuando se publicó el Kama Sutra), los besos se habían extendido al Mediterráneo con el regreso de las tropas de Alejandro Magno del norte de la India. Pero la pareja de científicos (formada por los daneses Sophie Lund Rasmussen y Troels Pank Arboll) decidió demostrar que el comienzo de los besos era anterior. “Le dije a Sophie que conocía relatos aún más antiguos escritos en lenguas sumeria y acadia”, dijo el Dr. Arboll. Para eso, consultaron textos cuneiformes en tablillas de arcilla de Mesopotamia y Egipto. Su investigación dio como resultado un texto publicado en la revista Science que retrasa mil años la documentación más antigua sobre los besos y trastoca la hipótesis de que las personas de una región específica fueran las primeras en besarse y contarlo. El equipo danés de marido y mujer sostiene que al menos desde finales del tercer milenio antes de Cristo, los besos eran una parte extendida del romance en el Medio Oriente. “Besar no fue una costumbre que surgió abruptamente en un solo punto”, enfatiza el Dr. Arboll. Además, muestran que el relato más antiguo de besos está grabado en el Cilindro de Barton, una tablilla de arcilla que data alrededor del 2400 a.C., desenterrada en la antigua ciudad sumeria de Nippur en 1899. En acadio, una lengua semítica relacionada con el hebreo y el árabe actuales, la pareja descubrió que las referencias a los besos se clasificaban en dos categorías: el “amigable” y el “sexual-romántico”. Incluso en la antigua Mesopotamia, dicen, se desaconsejaba besarse fuera del matrimonio. “Se creía que besar a una sacerdotisa privaba a quien besaba de la capacidad de hablar”, dijo el Dr. Arboll. En síntesis, para estos daneses, los besos no fueron un acto primitivo sino que fueron el andamiaje de un profundo proceso de transformación cultural, más antiguo de lo que se creía hasta ahora. Y con diversos puntos de origen.