“¿Existe realmente un deseo de algo más allá del capitalismo?”: con esta pregunta Mark Fisher -escritor, crítico cultural, docente- inaugura un seminario de posgrado. Es la mañana del lunes 7 de noviembre de 2016. Cuatro semanas más y el curso quedará interrumpido por el receso de Navidad. Fisher ya no volverá al aula: se suicida en diciembre del mismo año. Aquella pregunta es el corazón del seminario, llamado Deseo postcapitalista, igual que el vibrante libro publicado recientemente por Caja Negra, que vuelca, prácticamente tal cual fueron, estas últimas clases de un autor notable.

Deseo postcapitalista. Las últimas clases es la transcripción del curso que Fisher se encontraba dictando durante el año académico 2016-2017 en Goldmiths, Universidad de Londres, al tiempo que escribía Comunismo Acido -el que hubiera sido su siguiente libro de no haberse suicidado; proyecto con el cual estas clases dialogan-. El seminario explora "la nefasta e intrincada relación entre deseo y capitalismo y la medida en que el primero puede ayudarnos y refrenarnos en nuestros intentos de escapar al segundo", escribió Matt Colquhoun -alumno de Fisher- para la introducción del libro. Hay una conexión entre este título y el más famoso del mismo autor. En un momento él dice a sus alumnos que eso que denominó "realismo capitalista" -la extendida idea de que no hay alternativa al capitalismo- es la "sombra" del "deseo postcapitalista".

Con reflexiones que aplican a la perfección al momento actual, estas páginas son el testimonio final de su propio deseo de encontrar una alternativa al modelo neoliberal. En diálogo con autores como Marcuse, Freud, Lyotard o Nick Land -también Sartre, Deleuze-Guattari y Nietzsche, aunque no forman parte de las lecturas pautadas- Fisher pinta una época signada por el resentimiento individual, que se dirige no a los ricos y al capital, sino a migrantes, profesionales y políticos. Presta atención al surgimiento de la contracultura de fines de los sesenta y a sus fracasos, y se posiciona en el debate contemporáneo del aceleracionismo de izquierda. Estas son clases y su pensamiento está no tan condensado como en un ensayo, pero el anhelo queda claro: es el de una política colectiva interseccional, la articulación de las luchas del pueblo ahora fragmentadas, en base a la conciencia de clase, raza y género.

Al plasmar los desvíos del pensamiento del escritor, las conversaciones del grupo y conclusiones inesperadas, Deseo postcapitalista convierte al lector en un espía deseoso de ser parte de eso que sucede. Expone una faceta hasta ahora desconocida del bloguero, aunque no menos importante en su vida, ya que las aulas eran la caja de resonancia de sus investigaciones. Es interesante ver cómo, ya en el primer encuentro, otorga protagonismo a los estudiantes, definiendo al seminario como un "experimento abierto", e invitándolos a presentar los temas de las siguientes clases. También lo es acceder a los materiales que les ofrecía, como los gráficos de una diapositiva con ideas contemporáneas sobre el capitalismo y el postcapitalismo (en aspectos como ciudadanía, política, economía, trabajo, consumo, producción y conciencia). En las clases -que van creciendo en concurrencia y por eso se trasladan a un aula más grande- hay muchas bromas; ejemplos de la cultura popular, por supuesto (música, cine); y un entusiasmo evidentemente contagioso. Honestidad intelectual, también.

El curso tomó su nombre de un ensayo que Fisher había publicado en 2012. Aquel texto tomaba como disparador un comentario que había hecho la política conservadora Louise Mensch en la televisión británica, sobre la supuesta hipocresía de los manifestantes de Occupy en 2010, que denunciaban al capitalismo mientras hacían cola en Starbucks o tuiteaban sobre política desde sus iPhones. Para el autor, la observación merecía una respuesta seria. Esas declaraciones y dos viejos anuncios -de Apple y Levi's, que planteaban cierto imaginario sobre el comunismo- fueron las "inspiraciones negativas" para estas clases.

Entre las lecturas que el maestro proponía había variedad. Fiel a su estilo salido de la pesadez de la academia, quería hacer, en sus palabras, un recorrido que no tuviese una "impronta fuertemente teórica". Hay en la bibliografía pensada para el seminario -detallada al final del libro- "textos con algo de teoría, algo de periodismo, de historia cultural y política".

En la primera clase se centra en modelos de postcapitalismo, de la mano de Gibson-Graham (producción de nuevos tipos de subjetividad y afectos), Nick Srnicek y Alex Williams (imaginarios postrabajo ligados a la automatización, con demandas de ingreso básico universal y reducción de la jornada laboral) y Paul Mason (modelo de info-conocimiento, una "suerte de política de código abierto"). La segunda clase está dedicada a "La dialéctica de la civilización", de Marcuse, y recorre el concepto de la represión como fundamento de la civilización. También trabaja sobre las ideas de Ellen Willis, periodista y crítica cultural que vivió de cerca la contracultura. La conciencia de clase y de grupo es el eje del tercer encuentro, en el cual dialoga con las ideas de Georg Lukács, y las de Nancy Hartsock, desde una perspectiva feminista. En la semana 4, con un texto de Jefferson Cowie, se repasan los momentos en que se unieron los derechos civiles, el feminismo y la lucha de clases.

Redes sociales, escasez de tiempo libre, horizontalidad feminista, alternativas a la familia nuclear: algunos temas abordados. La última clase es tal vez la más jugosa y duele que no haya más. Se llama "Marxismo libidinal" y está dedicada a Lyotard y un texto de su "infame" Economía libidinal. El goce del proletariado a estar subyugado es el último tópico del curso. Fisher disfruta de los fragmentos más polémicos del texto del filósofo, como el que advierte que "se puede gozar tragándose el semen del capital".

Grandes temas y autores quedaron pendientes. Al conocerse la noticia del suicidio del profesor, los estudiantes sigueron yendo a reunirse en la misma aula los lunes a la mañana. La primera vez escucharon una playlist que había armado y subido a su blog K-Punk. Se llamaba "No más mañanas de lunes deprimentes". Con el correr del tiempo las autoridades universitarias tomaron la decisión de continuar con el curso y se transformó en un grupo de lectura abierto al público, al que se sumaron amigos, colegas y colaboradores de un autor que sigue incomodando más allá de la muerte.