Si hoy un Estado demencial despliega su crueldad contra todo sector social que no sea la minoría multimillonaria, si la nafta va por el 75%, si la carne es un bien de lujo tanto como viajar en colectivo, si un presidente hace memes en los cuales primero dice que nos va a enjaular y luego a exterminar, la pregunta es ¿cómo llegamos a un Estado Demencial así?

Difícil arriesgar respuestas, pero tenemos que arriesgarnos a construir memoria, en tiempos donde esta se ve amenazada por la simulación de la demencia social.

Vamos a devolver

Habían sido cuatro largos años de un macrismo que había dicho que iba a sostener todas las ganancias de la década precedente y que sólo aportaría el diálogo y la honestidad cuya carencia tanto crispaba a la ciudadanía bien. Durante este tiempo de pérdidas “vamos a volver” fue la consigna esperanzadora. “Abrazame hasta que vuelva Cristina”, fue la consigna pasivizadora de aquella.

Volvimos. Pero el gobierno debutó con una pandemia inédita en la historia del planeta. Hicimos la experiencia de un Estado presente tanto mediática como políticamente para lidiar con la catástrofe social en la salud, la economía y la organización social de los argentinos. Eso también fue inédito para muchos. Pero pronto vino el primer retroceso ante el poder empresarial corporativo. Y luego otro. Y otro. Y entonces la política comenzó a parecerse a la caminata lunar jacksoniana.

Pasado el ASPO en la fase más crítica, la derecha retomó sus estrategias. La inflación y la devaluación se convirtieron en la urgencia cotidiana, una carrera desesperada por evitar una pérdida siempre inevitable, que no tenía punto de partida y, sobre todo, meta de llegada. Trabajar el doble para ganar lo mismo. Suspender ese proyecto que se venía saboreando. No llegar. No tener. Ahora no. No sé mañana. ¿Cuándo es mañana? Mudarse del país aparecía como una idea frecuente en pacientes que jamás lo habían pensado.

Entonces volvimos fue ¿volvimos?, y luego ¿al menos un vuelto..? Finalmente, silencio.

Fingir demencia y seguir

Recuerdo que en ese entonces se popularizaron dos dichos/memes/stickers de la imprenta social: “que alguien venga y haga algo con algo” y “fingir demencia y seguir”. El primero dando cuenta de la desorientación, el vacío de conducción y la precedente pasividad de la espera del Otro prometido (y nunca cumplido). El segundo hablando de algo que se sabe atroz pero que se elige creer que no lo es, no existe, no me afecta. Por ese tiempo “elijo creer” fue la consigna que pareció intentar desplazar algo de una ilusión política que había sido herida de muerte, hacia el mundial. Messi desafiaba a los gigantes y Sacaloni conducía. Pero este último, como era un técnico excepcional, rápidamente dijo: “la idea de que nos jugamos algo más que un partido de fútbol, no la comparto”.

Hacer o no el juego a la derecha

Luego de la alegría, nuevamente las sombras, el frío y los silencios -políticos, sindicales, militantes, colectivos-. Silencio sobre el griterío de fondo massmediático de los que sí podían decir que vivíamos mal, pero sólo para el fin de que vivamos luego peor. Para los que nos interesaba la sociedad, el prójimo, la salud, había que callarse y no hacer el juego a la derecha.

Desde el movimiento de la Salud Mental y la Salud Colectiva dedicamos miles de páginas, congresos y charlas sobre la pandemia, pero ¿cuántas dedicamos a los efectos en la salud de no tener ningún tipo de estabilidad en la vida económica cotidiana? Rehusamos vías de elaboración colectiva del malestar flotante.

Malestar flotante

Vivir mal, padecer pero no poder decir nada al respecto, fueron la fórmula para la producción de un fenomenal malestar flotante. Suerte de urgencia silenciosa, tiempo sin tiempo, sirena sin sonido, electricidad estática a la espera de producir la inesperada descarga sobre el desprecavido. Flotante es toda aquella forma de malestar no sólo sobrante, como nos enseñara Silvia Bleichmar, sino uno que además no encuentra formas de elaboración colectiva. ¿Cómo reclamar a la instancia que tanto se había esperado? ¿Cómo entender que aquel que dice cuidar, daña? Lo otro es peor, fue otra frase fetiche que vino a ofrecer refuerzos a la de no hacer el juego. Y en el silencio el malestar seguía creciendo, ofreciéndose jugoso a la derecha. El malestar flota pero hace su descarga, no permanece estática por más fuerte que finjamos.

De la demencia a lo demencial

Alguna vez el que se vayan todos fue la consigna que permitió coagular el malestar flotante tras una década de violencia estatal, ofreciendo una elaboración colectiva al dolor. Y a la acción social. Pero hoy esto pareció sufrir una deriva insospechada: que pague la casta. Parecen similares en su hartazgo hacia la política y sus promesas incumplidas, pero allí habita un abismo: se delegó el malestar flotante hacia un candidato, en un gesto de cobardía social.

Se eligió creer entonces en el candidato más increíble. Alguien cuyo dolor estaba a flor de piel, pero que creía en sus propias ilusiones para salir de él. ¿No era eso mismo lo que nos venía pasando?

Quisimos creer que el votante mileísta era negacionista, fascista, machista. Pero descubrimos que muchos de sus votantes fueron amigos, amigas, buenos compañeros de trabajo, feministas, personas que condenan la violencia, que no reivindican dictaduras, no eran antiperonistas -otros tanto sí-, pero todos expresaban en una frase algo del malestar flotante y de una demencia que dejó de fingir: no se podía seguir así. ¿Cuánto pudimos realmente escuchar al otro?

La indolencia ante el sufrimiento de las personas, ese malestar flotante, hoy devino en una especie de suicidio social -como tan habitualmente sucede con las olas de suicidios adolescentes-. Y la demencia como ausencia de memoria, pensamiento y afecto, devino en el padecimiento de un Estado demencial. Y quizás recién ahora, paradójicamente, nos permitamos hablar del dolor, organizarlo y actuar.

*Psicólogo (UNR), Profesor en Psicología (UNR), Magister en Salud Mental (UNR). Psicoanalista. Escritor. Investigador. Psicólogo en Ministerio de Desarrollo Social. Autor de La violencia en los márgenes del psicoanálisis (Ed. Lugar) y de Los procesos de subjetivación en psicoanálisis: el psicoanálisis ante el apremio de una revolución paradigmática (Ed. Topía).