Mariela de despertó a las ocho de la mañana y cuando abrió la ventana del hotel que daba al obelisco tuvo un segundo de duda sobre qué día era. Miró su celular y si, era miércoles. Volvió a mirar por la ventana y le sorprendió la visión de una Buenos Aires casi vacía. Había llegado anoche y le habían avisado que Buenos Aires era una ciudad con mucha gente y muchísimo tránsito.

Bajó al restaurant a desayunar y el desayuno no coincidía ni con las fotos ni con el precio del hotel. El mozo le dijo que había un problema “en todos lados” y que faltaban huevos, frutas, verduras y el reparto de las otras cosas no había llegado. Mariela recordó su viaje a La Habana, allá por los ´90.

El “problema en todos lados” se había originado una semana atrás, cuando el gobierno de la ciudad había avisado que en los hospitales solo se atendería a pacientes con residencia en la Capital Federal. Y eso fue lo que rebalsó un vaso al que hacía un par de meses que no le cabía una gota más.

Don Alfonso, viejo ya, pero nacido y siempre habitante de Dock Sud, escuchó la noticia sentado en su mecedora bajo el sopor del medio día y se preocupó: desde chico se atendía en el Hospital Argerich y su hija menor que vivía enfrente era enfermera en el Fernández, y no consiguió explicarse cómo sería eso.

Doña Amanda había oído la noticia completa mientras limpiaba las orquídeas en su casa de Villa Devoto, y cuando la cronista dijo que eso alivianaría mucho a los hospitales, ya que a la capital ingresaban diariamente cerca de cinco millones de personas del conurbano, solo pensó “que exagerados. Imposible que sean tantos ¿y a qué iban a venir?”

Ahora los noticieros dan cuenta de una batalla campal en un local en la calle Ayacucho esquina Santa Fe. El sargento a cargo del operativo se queja amargamente ante las cámaras por la falta de efectivos porque “los de este turno son de Bernal, Lomas de Zamora y otros de Olivos, y no están viniendo” y consultado por el origen del conflicto, refiere que fue en la verdulería de mitad de cuadra y se originó por unas lechugas “que vio que casi no hay verduras, porque son de las quintas y no estarían llegando y la gente se pelea. Desde la institución le pedimos calma a la población”.

Lo cierto es que los bonaerenses decidieron no ir a la capital. Algunos por revancha, otros porque ya no podían pagar el boleto y unos jóvenes, tras la noticia de la atención en los hospitales fueron armando grupos en las redes y lo plantearon al principio con #novamosacapital y quedó y se armó.  “Empezó como una joda, pusimos una frase, un meme y ahí está. Bueno, fue así. Casi como el presidente, ¿viste que loco?”

Mientras tanto la subsecretaria de seguridad interior ya hizo las investigaciones y aclara que fue descubierta una célula de origen extranjero que incluso con cierto grado de concupiscencia está llamando a rendir al país con la practica conocida en el exterior, como “vaciamiento de capital humano”, y cuando el periodista le dijo que no era en todo el país, sino en la Capital Federal, la autoridad respondió: “Bueno ¡es lo mismo!”

Ahora que en los hospitales de la capital sólo se atiende a sus habitantes, hay muchos menos pacientes, pero las filas se multiplicaron porque según explica un residente “pasa que muchas enfermeras y médicos son de la provincia. Incluso el jefe de pediatría y la emergentóloga son de Acasusso y parece que se quedaron por allá atendiendo gente y esto es un quilombo porque en la urgencia hay cualquiera atendiendo cualquier cosa. El de oftalmología está enyesando a un pibe que se jodió al brazo”.

A Fernanda, que vive y trabaja en su departamento minimalista de Boedo, le importa bastante poco todo porque igual compra siempre comida hecha, así que al medio día bajó… y el local estaba cerrado, entonces se fue al restaurancito de la esquina, pero sólo había jamón y queso al plato. “Pan no hay, porque al panadero no le llegan las bolsas de harina.” Lo dijo Alberto, el mozo, y también le explicó lacónico que “el cocinero no vino, viste con este quilombo… qué se yo, no sé si es por esa revancha que tienen de resentidos que son o qué, porque justo la semana pasada dijo que la plata no le alcanzaba para nada. Pero viste como es, no quieren laburar”. Igual, cuando terminó de comer, Fernanda se fue al maxi quiosco a comprar un agua mineral y sólo quedaba Gatorade “porque el reparto no llega.”

El arroz había subido de doscientos pesos a más de dos mil, y todo el mundo se quejaba, pero ahora ya no había ni eso en las góndolas del supermercado y la gente comenzaba a revolear los jabones en polvo y los paquetes de esponjas de acero inoxidable, furiosa e incontrolable por la falta de comida, y no había personal de seguridad privado porque también faltaban a su trabajo hacia dos días. Así que esperaron a que el último que quedaba rompiera furibundo y a las puteadas unas botellas de desinfectante y cerraron las puertas, muertos de miedo de la gente que afuera amenazaba con destrozar los vidrios.

Joaquín, que había abierto con su novia un localcito de comida vegana en Palermo Soho estaba muy contento porque “lo pusimos hace un mes y compramos de todo porque pensábamos que la rompíamos, y no nos iba muy bien, pero por suerte frizamos un montón y estamos vendiendo muchísimo. La gente ahora está aprendiendo a comer sano.”

Al otro que le va muy bien es al de la venta de sahumerios de la Avenida Rivadavia, en Flores: “a mí me va bárbaro porque con lo que se juntó la basura y el olor a podrido que hay en todos lados, la gente compra. Y compran hasta de los edificios, porque con este calor ese tufo sube, así que por mí, está bien así. ¡Ya era hora de que me toque una buena!”

Los negocios de hamburguesas rápidas bajaron los precios por la falta de productos y casi no tienen personal pero la oferta se mantiene, se llama “apuesta en lo oscuro” y por un ticket de cuatro mil pesos te toca lo que te toca, que es lo que había congelado. La oferta va hasta que se acaben las berenjenas con cheddar, que es lo último que va quedando.

En la televisión el gobierno nacional anuncia que está muy feliz de que la gente, que votó por este plan, acepte y entienda que estamos mal, pero vamos a estar peor y que eso va a cambiar la visión del mundo y el universo va a entender que esta es la forma, mientras en las calles de la ciudad se arman fogatas de noche para quemar la basura y el humo no hace más que empeorar las cosas.

A la mañana del tercer día, un avión de línea aterriza en el aeropuerto de Ezeiza y bajan  sonriente para las fotos el intendente y su esposa, tras un viaje de una semana en Roma. Ve la ciudad en el estado que está y llega a la conclusión de que esto definitivamente no puede ser obra de los residentes de la muy paqueta ciudad de Buenos Aires y se felicita por ir de a poco raleando a “esa gente de la provincia”. Llama a su secretario para pasarle una orden: “Esto no puede ser, mañana salimos con la lavadora a limpiar las veredas de Recoleta. Y comprá desodorante líquido para agregarle al jabón, que dejaron un olor…”