Buena parte del mundo político y académico (entre quienes se cuentan muchas y muchos lectores de este medio) no sale de su asombro y perplejidad tratando de encontrar categorías y parámetros para interpretar (¿encuadrar?) la conducta del presidente Javier Milei, el pretendido hacedor de la “revolución” anarco capitalista libertaria. La frustración por no encontrar claves interpretativas suma desazón a esa parte de la sociedad acostumbrada al ejercicio de lo que otrora fue “racionalidad política”.
Es una desesperación diferente y menos grave que la que enfrentan los pobres amenazados por el hambre, los trabajadores que observan impotentes el deterioro incesante de sus salarios, los jubilados que no llegan a lo elemental y la clase media cuyo futuro será cada día más lejano de los sueños de ascenso social y prosperidad que en un momento acarició.
Desconcierto, bronca y –al menos por el momento– pocos casos de rebeldía. Hay quienes siguen diciendo que “hay que esperar”, “darle tiempo” o “apechugar porque no había otra salida”. Otros y otras insultan, buscan culpables y muchos se desesperan ante la falta de alternativas.
Milei sigue impávido. “Motosierra y licuadora” es la fórmula detrás de la cual encolumna su claro propósito de empobrecimiento generalizado en marcha hacia la dolarización y el déficit fiscal cero. El Presidente se ufana de eso en las redes sociales. Es un fanático ideológico que enarbola una ironía digital siniestra. Algo está claro. Milei es un vulgar estafador. Mintió en campaña y miente en el ejercicio de la gestión. Les hizo creer a sus votantes que “la casta” pagaría el ajuste y hoy los damnificados son los pobres, trabajadores o no. Se mostró como antítesis de la “la casta” y convocó a lo peor y más corrupto de esa casta a conducir el país.
¿Todo estuvo y está planificado o Milei improvisa a partir de su fanatismo místico ideológico?
Sin respuestas intentaremos presentar algunas escenas solo para aportar a la reflexión colectiva.
Escena 1: La “ley ómnibus”
Primero fue el DNU 70. E inmediatamente después la “ley ómnibus”. Ambos con pretensión de reforma constitucional encubierta. La ley “fracasó” legislativamente hablando. Es arriesgado (o directamente presumido…) sostener que fue un triunfo de la variopinta oposición. ¿Se frustró por impericia legislativa o incapacidad política? ¿O todo estuvo “fríamente calculado”?
Pensemos que mientras se avanzaba en el debate, en las negociaciones frustradas y en las provocaciones del gobierno, el DNU continúa vigente con prerrogativas similares a las demandadas por el proyecto de ley. Y, entre otras cuestiones, Patricia Bullrich puede hacer ostentación de fuerza, reprimir y amedrentar como advertencia destinada a acallar cualquier oposición. Porque para Milei… la única ley es mi-ley.
Incomprobable… pero posible. Si así fuera, Milei hizo su “negocio”.
Escena 2: Fabricar enemigos
Hay quienes le endilgan a Milei falta de capacidad política. La negociación –se dice– es parte esencial de la política tradicional. Pero ¿por qué habría de asumir el libertario los cánones de la política cuando uno de sus mayores argumentos ha sido presentarse (aunque haya quedado demostrado que esto también es una mentira) como manifestación de la “anti-política”? “No negocio” se cansa de repetir… aunque lo haga. Mientras tanto, en un gesto “para la tribuna”, se pelea con gobernadores, dirigentes sindicales, artistas, docentes, jubilados y todo aquel que discrepe con su mirada libertaria. ¿Está sembrando enemigos? ¿O está reforzando simbólicamente la idea del antihéroe político, que emula tanto a Moisés como a personajes de ficción como Terminator? Para los suyos –los que lo votaron y siguen creyendo en él– es el luchador anticasta, que se opone a “los corruptos” que “se quedan con la plata de los pobres”.
Milei y los suyos copan la agenda de las redes y los medios, desplazan el desastre de la inflación y la violenta pérdida del poder adquisitivo de los salarios. El hambre, que es cada día mayor, pasa a un segundo plano. Y quienes realmente padecen la crueldad del ajuste siguen desvalidos, sin voz y sin capacidad cierta de canalizar sus legítimos reclamos.
¿El Presidente es un improvisado o usa métodos impensados para alcanzar objetivos que no resigna?
Escena 3: El delirio místico, la religión y el Papa
Milei dice estar apoyado por “las fuerzas del cielo” y se siente su enviado. Delirio mesiánico, dicen algunos. Puede ser. El Presidente es una especie de engendro sincrético de judaísmo, catolicismo y, seguramente, otras advocaciones no reveladas. Esto, en sí mismo, no está mal ni bien. Pero está claro que Milei utiliza todos estos elementos religiosos para la política, sin ningún tipo de escrúpulos y limitaciones. Llora en el Muro de los Lamentos mientras alinea a la Argentina con Israel en los conflictos internacionales, busca la foto del abrazo con el Papa mientras deja trascender que se reconcilió con Bergoglio después de insultarlo y que el pontífice “comprende” su preocupación por lo más pobres. Poco le importa que el magisterio de Francisco contradiga en todo su prédica libertaria, comenzando por el desprecio a la “justicia social” que el Papa reivindica como parte esencial de la doctrina católica. Y desconoce por completo el documento de la Comisión Ejecutiva del episcopado católico (“La comida no puede ser una variable de ajuste”) y el de los COOP que llaman a actuar ahora (“No hay más tiempo”) para ponerle fin a la masacre humanitaria del mileismo.
Para Milei el mundo son las redes sociales, allí da batallas y construye su relato. Personalmente y a través de su pandilla de secuaces y colaboradores. ¿Para qué más?
Mientras se reiteran los debates en este escenario, los comedores populares siguen sin recibir alimentos, miles de personas aguardan inútilmente que las atienda Sandra Pettovello y otros miles hacen largas colas para validar la SUBE tratando de correr de atrás el aumento inalcanzable del transporte.
Hay dos mundos superpuestos.
Barajar y dar de nuevo
Volvamos al comienzo. Está claro que las categorías que hemos utilizado hasta el momento no sirven para entender este fenómeno. Pero, como no tenemos otras, nos empecinamos en enmarcar lo que está pasando en cuadros analíticos perimidos. Les pasa a los analistas, a los periodistas, pero también a reconocidas y experimentadas figuras del escenario político. Es la misma situación e incapacidad que hubo para comprender la demanda evidente y angustiada de los sectores populares que, finalmente, le terminaron dando la victoria a Milei en las urnas.
La mejor imagen para explicar el momento es la del caleidoscopio. Ese entretenimiento infantil que reúne varios objetos de forma irregular y cuyas imágenes se ven multiplicadas simétricamente al ir volteando el tubo. Todos los elementos están allí, pero no existe un orden determinado y se agrupan caprichosamente de manera imprevisible generando cada vez nuevas imágenes y efectos, obligando a la adaptación permanente de nuestra vista.
Estamos frente a un caleidoscopio de la política. No hay desorden… hay otro orden que nuestra racionalidad no acepta, no comprende y que, sobre todo, desorganiza la vida de quienes padecen cruelmente las consecuencias del ajuste inhumano. Tampoco estas víctimas tienen explicaciones… pero sí absoluta conciencia de las consecuencias que están sufriendo. Aunque tampoco ellos y ellas puedan atisbar una salida.
Este es el cuadro de angustia que enfrentamos argentinas y argentinos. Frente a ello es preciso aceptar la caducidad de nuestras categorías, enfrentar el caleidoscopio y reinventar el futuro. ¿Desde dónde y con qué elementos? Desde las reservas que siempre ha tenido el pueblo: ver al vecino y a la vecina como aliado y compañero, reforzar la solidaridad como resistencia creativa y ternura social. Allí, en las comunidades, en los comedores y en las asambleas barriales, en los centros culturales, en todo tipo de organizaciones, se podrán encontrar las reservas, las energías y las herramientas para salir de este escenario de desolación. Y, por supuesto, también surgirán otras categorías para auto comprender la propia historia y renovar la política desde la sencillez y la fuerza de los actores populares.