Muchos creen que hay que ser un auténtico genio para jugarlo. Peor aún, otros creen que es un juego que solo les pertenece a las clases altas. O en todo caso, a los sectores medios que aspiran a más. Lo cierto es que el milenario ajedrez es mucho más que esos imaginarios sociales dominantes que circulan a su alrededor. Por ejemplo, es una poderosa herramienta de inclusión educativa.

Desde hace poco más de un año me encuentro coordinando un programa del Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires que implementó nueve Centros Socioeducativos y Comunitarios en las principales barriadas de Mar del Plata y Batán. Allí acompañamos a niños y adolescentes para la revinculación educativa pos pandemia, y procuramos sostener las trayectorias escolares discontinuas. Y casi desde el inicio incorporamos el ajedrez como uno de los principales talleres en cuatro de los Centros.

Martín Mastromarino, veterinario de profesión, además coordina el ajedrez educativo en el distrito de General Pueyrredon:

“Todavía me acuerdo de ver a mi padre y a mi tío, cuando yo tenía seis años, sentados frente a un tablero con extrañas piezas pensando en completo silencio muy concentrados durante dos o tres horas. Me pregunté: ¿Cuál era la magia que lo hacía posible? Y lo empecé a jugar, inicialmente con mis hermanos. Y a los diez años leía libros de ajedrez para aprender más y más. Dos años después nos mudamos de CABA a Mar del Plata, y lo dejé. Lo retomé cuando tuve hijos y quise enseñarles”.

Cualquier juego es mucho más que un conjunto de reglas y alguna destreza física o intelectual que se ejercita. Siempre es un vínculo con otros, anclado en el pasado y lanzado hacia el futuro.

Martín sigue con su relato: “Empecé a tomar clases con profesores y me sumé al área infantil y juvenil de la Federación Marplatense de Ajedrez. Y al poco tiempo empezamos a abrir espacios en instituciones para poder enseñar. Este juego es una gran herramienta de desarrollo cognitivo y social, combina cuestiones de lógica matemática y de respeto por el otro. Porque aunque siempre tengo un contrincante, nunca es mi enemigo, solo es un adversario coyuntural. El otro es necesario, tengo que respetarle sus tiempos, sus silencios. Y además está el tercer tiempo, que es cuando se dialoga sobre la partida ya finalizada. Y el que gana, explica como movió las piezas. En ese sentido está avivando giles, pero no importa, porque juegan para aprender y para que ambos eleven su nivel, no es un juego competitivo. Y tiene lógica porque hay que planificar las movidas, no es un acto reflejo, es una elaboración. Pero nada está definido, porque el otro también juega y obliga a rearmarse, a resolver como seguir.”

Un interjuego entre los deseos propios y los de los demás, más práctico que cualquier juego virtual. El Ajedrez Educativo es una línea de trabajo dependiente de la Subdirección de Experiencias Educativas en Barrios Populares y está presente en treinta distritos de la provincia desde hace unos años. En General Pueyrredon acaba de cumplir el primer año de implementación y consta de un coordinador y dos talleristas, con solo ocho y cinco horas de trabajo semanal, respectivamente.

Martín se muestra muy entusiasmado: “Tomando los cuatro Centros participan en forma estable unos cincuenta pibes, hemos logrado sostener a más del setenta y cinco por ciento de chicos que han asistido a lo largo del año a los talleres. Hicimos un evento distrital el 15 de febrero y asistieron treinta. Por otra parte, unos quince fueron durante el año a competir en varias oportunidades con chicos de otras escuelas, públicas y privadas. El impacto es muy auspicioso, porque estamos hablando de pibes de sectores populares, cuyas familias hacen frente a la adversidad social y económica todos los días”.

Porque no se trata solo de lo cuantitativo: “El trabajo que se hace en los Centros es excelente. El compromiso de los coordinadores, docentes y talleristas es tremendo. Sentimos que lo que hacemos desde el ajedrez, sirve; porque está integrado a los demás dispositivos, y eso genera un círculo virtuoso. El juego se convierte en una herramienta de integración educativa. Por ejemplo, los docentes de matemáticas han contado que varios chicos mejoraron su rendimiento académico desde que juegan. Otra experiencia para resaltar – relatada por uno de los profesionales del Centro- es la de un pibe que estuvo presente en el último torneo y que vive en una situación familiar de extrema vulnerabilidad, ya que ha sufrido violencia por abandono. Y se recopó con el ajedrez, no falta nunca, aunque a veces está en situación de calle. Y así en una intervención interdisciplinaria vamos conociendo su día a día, le ofrecemos contención mientras trabajamos la atención y el manejo de la frustración, ya que además sufre de un tartamudeo en el habla. El pibe ha ido conociendo a otras personas y ha ampliado el horizonte de experiencias. Me cuentan que se ha fortalecido su alfabetización y que está yendo regularmente a la escuela”.

“Nos gustaría llegar a los otros cinco Centros del distrito. También tenemos una demanda creciente de escuelas primarias, secundarias y de adultos también. Pero no alcanzamos a cubrirla, somos muy pocos con muy pocas horas.”

La inclusión educativa no es algo mágico, lleva mucho tiempo y esfuerzo. A su vez, lo educativo no es solo lo escolar. Hace unos años, en los ambientes educativos se extendió el uso de un proverbio africano: “Para educar a un niño, hace falta una tribu”. El ajedrez dentro de los Centros Socioeducativos y Comunitarios es una iniciativa más tendiente a hacer tribu, a fortalecer los lazos sociales de los pibes en las barriadas populares. He escuchado en reiteradas ocasiones al ministro Sileoni decir que el mejor lugar para un pibe es la escuela. Y no es nada fácil lograr que vuelvan, pero sin embargo no hay que parar de intentarlo.

En estos días se conocen políticas desde el gobierno nacional que implicarán el desfinanciamiento de unas cuantas iniciativas educativas provinciales. Es pertinente señalar que la educación necesita de la indelegable intervención planificada del Estado, sus desafíos no se resolverán desde el mercado.