La llamaban Kewpie por su “cara de muñeca” parecida a ese bebe o pequeño cupido que en aquellos años estaba de moda en las jugueterías y que había sido creado por un fabricante alemán de porcelana a partir de un personaje de historieta que Rose O’Neill dibujó y publicó por primera vez en una revista en 1909. Kewpie o Genoveva, como figura en la partida, nació en la ciudad de Buenos Aires, pero su vida la vivió en La Plata cerca de la universidad donde trabajaba su papá, el astrónomo norteamericano nacionalizado argentino Bernhard Dawson.
En 1942, Genoveva se graduó como botánica (fue una de las primeras egresadas) y dedicó su vida entera a la investigación fitogeográfica. Estudió las “plantas útiles”, hizo post-doctorales en Harvard, realizó expediciones herbarias por Sudamérica, desarrolló investigaciones sobre familias botánicas de importancia económica y se metió en el mundo de succión pegajosa de las plantas carnívoras.
En 1965, publicó en Eudeba Las plantas carnívoras, un libro ideal para reunir la curiosidad científica con la curiosidad sentimental por la naturaleza, un libro ideal para hacer preguntas sobre “las plantas aterradoras, las plantas siniestras” que no solo la ficción se hace. Y responde: ¿cuántos depredadores esconden en esas plantas el afán devorador que oscurece el suelo? ¿Plantas versus animales? ¿Las plantas se vengan?
Si alguien quiere aprender sobre la vegetación de Punta Lara, solo tiene que leer su trabajo de 1944: “La selva marginal de Punta Lara: en la ribera argentina del Río de la Plata” (en coautoría con Ángel Lulio Cabrera) porque leer a Genoveva Dawson es encontrarse con la referencia necesaria para desarrollar cualquier estudio de ecología en el país. En 1960, por ejemplo, con la publicación de “Los alimentos vegetales que América dio al mundo” inauguró una nueva serie de trabajos etnobotánicos que encontraron cause académico tres años después, cuando fundó la primera Cátedra de Botánica Aplicada de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de La Plata.
“Hace cincuenta años, cuando la palabra biodiversidad no existía, y menos aún se hablaba de diversidad biocultural, la problemática etnobotánica que ella desarrolló quedó plasmada institucionalmente (…) creemos que pionera es la palabra que mejor describe a nuestra querida maestra. No sólo estableció un nuevo campo de estudio en nuestro país, sino que supo hacerlo crecer con afecto y generosidad ejemplar y supo prolongarse de la manera más sabia: formando discípulos” (María Lelia Pochettino y Julio Hurrell, 2012).
Genoveva Dawson de Teruggi, el nombre completo después de su matrimonio, era la abuela de Clara Anahí Mariani. Clara Anahí tenía tres meses cuando el 24 de noviembre de 1976 las fuerzas de seguridad entraron a su casa en La Plata mataron a su mamá Diana, la hija de Genoveva, y a ella la secuestraron y robaron como parte del plan sistemático de apropiación de niños durante el Terrorismo de Estado. A su papá, Daniel Mariani, hijo de Chicha Mariani, fundadora de Abuelas de Playa de Mayo, que en aquel momento no estaba en la casa, lo mataron unos meses después, el 1 de agosto de 1977. A Clara Anahí Mariani, nieta de Genoveva y de Chicha, se la sigue buscando.