Todo empezó hace casi tres décadas, cuando la artista Lee Me Kyeoung arribó a un pueblito remoto de Corea del Sur tras vivir por años en la capital, Seúl. Aunque encantada con el apacible cambio de aire, hubo un lugar puntual que la cautivó por completo: “El viejo almacén del barrio, un tanto venido a menos”, recuerda esta mujer capaz de encontrar belleza en los rincones menos esperados. Valiéndose entonces de utensilios varios, Kyeoung se tomó el trabajo de dibujar la fachada del sitio al detalle, pasándola de perlas con una experiencia que duró dos meses y que ella define como “maravillosa, de alegría plena”.
De hecho, nomás completar su obra, decidió ir en búsqueda de más y más tiendas pequeñas, un poco destartaladas, atendidas por sus dueñas y dueños, en distintos puntos cardinales de su país de origen: Yangsan, Gyeongju, Gunwi, Sangju, Cheorwon, y siguen los ejemplos. La meta: seguir retratando estas despensas que corren riesgo de extinguirse por los cambios en las costumbres de compra en Corea del Sur, para lamento de una Kyeoung que entiende que “estos negocios son mucho más que meros lugares donde comprar alimentos y otros productos: son -en sí mismos- esenciales para la vida comunitaria”.
De allí que, desde 1997 hasta la actualidad, esta mujer mantenga la costumbre de ilustrarlos en realistas, detallistas piezas para su serie en curso, A Small Store, un homenaje y un registro de viejos almacenes a lo largo y ancho de su país. A la fecha, lleva cientos y cientos de obras sobre papel que, para ella, representan la idiosincrasia coreana de antaño al aludir -a su modo- a un estilo de vida más pausado y centrado en el vecindario, distinto al que imponen los tiempos ultramodernos. Por lo demás, en sus trabajos, Lee Me se detiene en las particularidades aparentemente nimias de cada espacio: un cartel, un cesto, un banquito, un árbol que tapa parcialmente la fachada, unas naranjas. Todo es parte de la historia de la tiendita a la vuelta de la esquina, parte de un legado que ella quiere preservar con su arte.