Rara Avis editó por primera vez en español la tesis doctoral de Donna Haraway, científica feminista transgresora, formada en filósofa, bióloga y antropóloga. “Cristales, tejidos y campos. Metáforas que conforman embriones”, es un trabajo que publicó en 1976 (Estados Unidos) y se volvió a editar recién en 2004. El texto retrata a una Haraway joven y doctoranda, inmiscuida en el laboratorio discutiendo con la historia de la ciencia y con la filosofía de la ciencia. También nos permite encontrar algunos rasgos germinales de su pensamiento, previos a textos como “Manifiesto Cyborg”, uno de sus títulos que recorrió el mundo. Esta edición abre la puerta a su génesis, mostrando las grietas que la filósofa comenzaba a abrir fuera de los paradigmas dominantes, intentando trascender las fronteras disciplinarias desde la ciencia y evidenciando cómo su narrativa y desarrollo teórico se ven influenciados por sus convicciones políticas, su militancia marxista, feminista, antirracista y anticolonialista.
En sus páginas, Haraway explora la sensualidad con la que las metáforas moldean las relaciones entre los científicos y los organismos en desarrollo, y viceversa. A lo largo del texto, se analizan los experimentos, escritos y comunidades intelectuales de tres biólogos de la primera mitad del siglo XX, mientras intentaban comprender el proceso por el cual una sola célula fertilizada se transforma en el adulto bien desarrollado y dinámico de su especie. “Los paradigmas son como las formas, estructuras que estructuran y nos recuerdan en la carne y en el texto la promiscuidad disciplinada que hace posibles tanto los organismos como los científicos”, dice la autora en la contratapa.
¿Cómo interpretar la teoría de Haraway desde el sur global y cuáles son sus contribuciones a los feminismos? ¿Qué es lo que nos cautiva de Haraway y cómo nos inspira a imaginar otros mundos posibles?
A pesar de ser una autora compleja, Haraway tiene una presencia significativa en el pensamiento feminista y transfeminista latinoamericano. Para entender mejor su trayectoria, la influencia de su teoría en nuestras prácticas y activismos, conversamos con Julieta Massaccese, una de las directoras editoriales de Rara Avis, Doctora en Estudios de Género y docente universitaria. Julieta es una apasionada seguidora de Haraway; habla sobre ella con entusiasmo y profundo conocimiento. Pasó años estudiando su obra, debatiendo con ella, analizando su teoría, traduciendo sus libros, proponiendo alternativas y reflexionando sobre sus ideas. Hace una semana, defendió su tesis doctoral en la Universidad de Buenos Aires, centrándose en el tema "Artefactos, taxonomías y parentescos: Figuras de la naturaleza en la obra de Donna Haraway".
¿Por qué editar y traducir la tesis doctoral de Haraway después de 48 años?
–El objetivo fue ponerla a disposición del público lector en español, en un momento de mayor interés por Haraway. La obra no recibió la atención merecida en la literatura en español, posiblemente eclipsada por el "Manifiesto Cyborg", con un tono más lúdico. En cambio, "Cristales" es mucho más formal, fue editada en 1976 y revisada en 2004, con un prólogo de Scott Gilbert, un destacado biólogo. La autora lleva décadas abordando una amplia gama de temas, vio cómo sus ideas, que antes podían parecer marginales, cobraron relevancia en el contexto de la crisis ecológica actual. El cambio en la percepción de su pensamiento, antes visto de forma marginal, refleja una evolución en nuestras propias disciplinas y en la comprensión general de su trabajo. Es una autora activa que sigue participando en debates actuales.
¿Qué podemos encontrar en “Cristales, tejidos y campos”?
–Es un libro de historia de la embriología, una disciplina que se encarga de investigar cómo de un huevo, ya sea un óvulo, o el huevo de la especie que sea, se conforma el individuo “completo” y adulto. En el libro, encontramos a una Haraway germinal. Ella venía trabajando en un laboratorio con embriones y en un momento le parecía que había algo muy desconectado de esta práctica con el mundo. Entonces empieza a trabajar con George Evelyn Hutchinson, conocido como el padre de la ecología moderna, una persona comprometida políticamente con el mundo. Además, la incentivó para que investigara temas de su interés como la historia de la ciencia. También leían literatura, poesía y pensaban la biología en un sentido interdisciplinario.
¿Cómo se relaciona este libro tan científico con su mirada política del mundo?
–Es también un libro de filosofía de la ciencia y nos permite entender a una Haraway que no es la de los 80, en la que el feminismo en Estados Unidos se enfrentó con la era de Reagan. Los setentas estadounidenses fueron muy ricos en avances y en propuestas, es ahí cuando lo escribe. Este texto nos permite encontrar algunos rasgos germinales de su pensamiento a través del trabajo que hace con tres embriólogos. Lo que el libro señala a nivel filosófico es que la base de las teorías científicas que tienen un papel que no es meramente accesorio, sino que le dan forma realmente a los objetos de estudio, a los métodos de estudio y también a los objetivos para qué generamos conocimiento. Había leído a Kuhn, aunque luego se distancie. Plantea que detrás de cada paradigma hay una metáfora fundamental. Entonces, por ejemplo, la metáfora de cristal, la metáfora del tejido ayudaron a la biología de principios del siglo 20 a encontrar su propio lugar en el mundo. Se propone pensar ¿qué papel juegan las metáforas en la producción de conocimiento? ¿Qué utilidad tiene la noción de paradigma para dar cuenta de esto?
¿Qué papel juega la imaginación y la creación de nuevas metáforas en el enfoque de Donna Haraway?
–A Haraway le interesa el panorama en el que la biología se independiza a través de nuevas metáforas y el papel imaginativo que tiene la producción de conocimiento. Aparecen otras posibilidades metafóricas en un contexto en que la biología se estaba independizando de la física, que a principios del siglo pasado continuaba siendo la reina de las ciencias. La biología empieza a plantear que la vida no funciona como un reloj, es un momento de autonomización de la disciplina, de descubrir y entender la riqueza de esa singularidad. Ella propone dejar de pensarla como algo estático. La vida tiene algo muy singular que merece su propia atención, sus propias metáforas, sus propias maneras de explicar. El libro nos muestra que esa base metafórica constriñe y habilita la investigación, hace posibles nuevas preguntas.
¿Cómo influyó el recorrido de Donna Haraway en los feminismos, especialmente en relación con la percepción y comprensión de la biología, la ciencia y la tecnología desde una perspectiva feminista?
–Este libro en particular, en su momento, no recibió mucha atención dentro del ámbito feminista. Sin embargo, estas iniciativas continuaron y el impacto en el feminismo se hizo muy evidente a partir del "Manifiesto Cyborg" en adelante. En términos de aporte teórico, la cuestión de la metáfora es fundamental, y posteriormente ella la amplía. También se aborda la importancia de la imaginación, las prácticas lingüísticas y extralingüísticas, así como la relevancia de la producción de imágenes científicas, especialmente en el contexto de la tecnociencia. Por ejemplo, Haraway analiza cómo la imagen ecográfica del feto fue central para los movimientos antiaborto. Ella tiene plena conciencia de que la manera en que se generan imágenes y narrativas sobre el conocimiento, la verdad y en qué podemos confiar, son aspectos cruciales. Para las feministas, el tema de la biología, la ciencia y la tecnología históricamente generó mucho recelo, ya que recurrió a la naturalización y la biologización como mecanismo básico de opresión de muchos colectivos. Haraway advierte que lo que se considera "natural" es absolutamente fundamental, y que justamente por eso no debemos abandonar las discusiones de biología ni de tecnociencia. Ella, a pesar de algunas lecturas que se han hecho, no sostiene que “todo sea una construcción social”, en el sentido de que el ser humano hace todo, eso sería caer en una visión excepcional sobre nuestra especie. Lo que hay, más bien, es un entramado complejo de actores humanos y no humanos, en una larga coevolución, cohabitación y dinamismo, más que en una naturaleza fija, inerte y estática.
¿Te referís a que devela que los discursos dominantes se construyen sobre esas verdades, y dentro de ellas está lo que es considerado como natural?
–Haraway es crítica y propone debatir qué tipo de biología queremos como feministas, destacando la importancia de acceder a campos como la ciencia, la tecnología y la biología. Por otro lado, tenemos esta cuestión más lúdica, más queer, proponiendo figuras alternativas y acciones críticas. En "Cristales, tejidos y campos", plantea una pregunta disruptiva sobre la naturaleza del mundo: ¿el mundo es uno o muchos, hay una sola naturaleza o son varias?. Ella quiere intervenir y hoy, como en aquel entonces, estamos viviendo una transformación fuerte en muchos aspectos, necesitamos generar nuevas figuraciones, nuevos mitos políticos, medio irónicos porque la ilusión de la coherencia, nos lleva a caminos sin salida. Es una pensadora de la no totalidad, anti reduccionista, una pensadora de la complejidad. Lo cual lleva mucho trabajo, pero vale la pena salir de las polaridades o lo binario: todo o nada, bien o mal, salvación o apocalipsis. En ese sentido, Haraway nos aportó una imaginación feminista muy interesante. En Estados Unidos, una investigadora lamentaba cómo las ecografías, siendo imágenes mediadas, se presentan como evidencia que -como indicó una vez Claudia Laudano- incluso reconfiguraron el álbum familiar sumando la imagen del feto. Sin embargo, ocultan su fabricación. Podríamos haber usado estas tecnologías para desnaturalizarlo, pero se usan para lo peor. En nuestras latitudes, surgieron respuestas irónicas como el "feto ingeniero", "el fetito" y memes.
Claro, usamos la imaginación y la creatividad desde el sur global, desde un territorio con otras necesidades y otras formas de nombrarnos. Teniendo en cuenta esto, ¿cómo podemos leerla desde Latinoamérica?
–Hay que tener conciencia de que somos una ex colonia. Ella dijo muchas veces, yo escribo desde el vientre del monstruo, un lugar totalmente central y poderoso en la producción de conocimiento en la producción de Ciencia y Tecnología, como es Estados Unidos. Propone generar conocimientos locales, reconociendo la riqueza de la diversidad y la parcialidad de cada lugar. De cada situación, que probablemente esté atravesada por un montón de procesos regionales, globales e internacionales que configuran entramados complejos. Como académica me planteo cómo volver accesible su teoría y me parece que es a través de estas instancias públicas, cómo la participación en universidades, la escritura de una tesis doctoral, una entrevista. También reivindicando nombres locales, nuestro país es fascinante, está lleno de investigación, de activismos que se estudian en otros lugares del mundo porque son alucinantes. Es hora de valorar los aportes propios frente a la matriz colonial que privilegia nombres de otros lugares.
¿Ves cristalizadas las teorías y pensamientos de Haraway en los feminismos locales o en las formas en las que nos manifestamos?
–Veo una gran creatividad en nuestros territorios, un gran ingenio de nuestro lado que excede a Haraway y a la vez es atravesado por las teorías feministas, por lo que sucede a nivel internacional. Haraway tiene algunas respuestas e inquietudes que son muy importantes, como por ejemplo el problema del trabajo, el problema del parentesco. Hoy en día vivimos con una crisis inmobiliaria total, crisis de empleo, del ámbito de los cuidados, es muy necesario redefinir que va a significar en este contexto trabajo. Cómo se va a pagar. Porque las mujeres argentinas trabajan millones de horas por día sin recibir una remuneración. También preguntarnos qué valor van a tener nuestros ríos, nuestras montañas. Leerla nos puede dar algunas claves, pero no deja de ser una autora bastante críptica y académica. Sin duda, la cuestión de la figuración y el papel de la imaginación es un aporte interesante de ver, explorar y reapropiar. El feminismo argentino tuvo la capacidad de imaginar y algo que lindo de Haraway es que es una autora muy bromista, para ella hay que tomarse la ironía muy en serio. Hay que criticar y también accionar, tomar ese riesgo. En nuestro país hay una creatividad maravillosa. El humor nos permitió corrernos de eje en muchos momentos. Poder reírse y generar un espacio distinto en el pensamiento, zonas laterales, que está buenísimo. No sé si es mérito de Haraway pero ciertamente es una autora feminista muy divertida, así como suena de seria y complicada.