A las siete de la mañana sólo estaban los facilitadores en las plataformas. Frente a ellos, quienes saltaban los molinetes lo hacían en absoluta tranquilidad. Es que finalmente todos, los empleados de Ferrocarriles Argentinos y los usuarios, están sufriendo el mismo plan de exterminio de las economías domésticas, y entonces la solidaridad se impone de una manera silenciosa.
La llegada de policías de civil que no disimulan su status de policías no cambia el escenario. Los saltadores que miran a los guardas y policías con recelo se dividen en tres grupos: los y las jóvenes que vienen tomando carrera y saltan, las madres con hijos que primero pasan por debajo a los niños y luego se agachan y pasan ellas, y las personas más mayores que hablan con los controladores hasta que éstos las dejan pasar.
El comportamiento de los pasajeros frente a Buenos Aires/12 también se divide: los más jóvenes pasan frente a la cámara haciendo la “V” y riéndose, ganando la revancha. Las madres miran con pena, avergonzadas frente a lo que “tienen que hacer”. Y los viejos miran y apenas murmuran: “¿Le parece que a mi edad tengo que andar pidiendo que me dejen pasar sin pagar? Qué necesidad tendrán de hacernos pasar por esto… Es indigno”.
A las ocho se anunció un operativo de control policial que prometía ser avasallador. El clima se agita. Los empleados encargados de la seguridad de la estación se dividieron en grupos y todo hacía prever un momento violento. No lo fue. Algunos pocos efectivos de la Policía Federal se apostaron en puntos estratégicos, pero y ni así evitaron que los molinetes fueran saltados. En todo caso, algún pasajero fue persuadido para volver y poner la tarjeta SUBE. Pero como dijo uno de los guardas de seguridad de Ferrocarriles Argentinos, “todo despacio y con cariño, porque la gente no lo hace porque quiere, sabemos eso". Y fue más allá: "Lo hace por necesidad. Entonces se les pide que por favor paguen su viaje y la gente entiende, vuelve y pone la tarjeta”.
Por lo pronto, en la cuenta de la mayoría de los usuarios provenientes del conurbano bonaerense, según sus propios testimonios y las estadísticas de transporte público, se deben sumar al menos dos colectivos y un tren. Ida y vuelta: cuatro boletos diarios de colectivo a $300,78 y al menos dos boletos de tren a $130, suponiendo tarifas mínimas y con la SUBE registrada. Un total de $1463,12 por día, sin contar algún subte que sumaría unos $125 más por viaje, $250 ida y vuelta. Un total de más de $37.000 mensuales.
Durante el 2023, la Red Ferroviaria de Pasajeros del Área Metropolitana de Buenos Aires contabilizó un total de 335.662.181 pasajeros pagos. Unos 11.054.941 corresponden sólo al mes de diciembre del año 2023 de la Línea Roca, de la cual los distintos ramales tienen como una de sus cabeceras la Plaza Constitución. Por la distribución de sus estaciones, esos 440.000 usuarios diarios son en su amplia mayoría bonaerenses del conurbano sur y La Plata.
“A vos te mandaron”
El hombre de camisa verde militar vieja y gastada que se acerca tiene unos sesenta años. De este lado del control hay un policía joven. El hombre llega al molinete y le dice que va a pasar y que no tiene nada en la SUBE. No pregunta, solo se lo dice al policía que le ordena poner la tarjeta. El hombre de mirada dura le responde: “soy veterano de Malvinas y el tren está lleno de esas calcomanías que al final no sirven para nada, porque nada hacen por nosotros. Mírate y mírame y pensá qué vas a hacer y decir, porque yo tengo las pelotas llenas de todo. Nadie respeta. Nadie se acuerda. Y yo tengo que llegar al hospital donde me atiende una médica especialista, y vengo desde Don Bosco y estoy cansado, así que voy a pasar, aunque a vos te mandaron a decirme a mí que no puedo pasar. Y yo sé quiénes te mandaron: los que se cagan en Malvinas y en nosotros”. El policía lo miró y solo llegó a decirle: “pase, por favor”.
Un trabajador con salario promedio de $240.000 que vive en la Provincia de Buenos Aires destina más de 27 horas trabajadas en el mes sólo para pagar lo que le costó trasladarse a su lugar de trabajo. Más de un millón de pasajeros diarios atravesaban los lectores todos los días según los datos recogidos por el apoyo de la SUBE. Con estas nuevas tarifas ¿habrá que contar saltos de molinete?
No saber
Tras los aumentos dispuestos por el gobierno de Javier Milei, hoy un boleto mínimo de tren cuesta $130 con tarjeta SUBE registrada y $260 con SUBE sin registrar. En la segunda sección, la tarifa mínima asciende a $169 con tarjeta SUBE y $338 con SUBE sin registrar. Y para la tercera sección: $208 con SUBE y $416 sin SUBE registrada. Y sí, hoy: desde la cartera de Transporte informaron que, más allá del tarifazo, mensualmente se seguirá ajustando el boleto por inflación. Es decir, los trabajadores que ya enfrentan un aumento del 251% en el caso de los colectivos y un 170% en el de los trenes, deben acostumbrarse a vivir en la incertidumbre de no saber cuánto de su magro salario deberán destinar a viajar el mes siguiente.
Inodoro robado
Según se puede ver en las insignias de la ropa, hay tres empresas de seguridad privada, más la policía, más el personal de seguridad de Ferrocarriles Argentinos. Sin duda, el hecho de que mucha gente salta los molinetes encendió las alarmas y decidieron poner todo el personal disponible a controlar los pasajes. Esto generó que otras áreas que también necesitan seguridad fueran descuidadas y sucedan cosas, que como anécdotas llaman a la risa: “Ayer en el primer control hubo un poco de revuelo y se volcó hacia aquí hasta el personal de baños. Bueno, se robaron un inodoro ¿cómo hicieron? Ni idea. ¡tenés que estar acá para saber como es!”.
Más de 200 pasajeros por vagón, más de 2.000 por tren. Una marea humana heterogénea que llega después de apiñarse unos con otros, contra las paredes, los asientos, sentarse en el piso. Personas históricamente relegadas pero ahora desprovistas de todo salario indirecto a partir de la quita de subsidios. Personas otras, de una clase media que no sólo que ya no llega a comprar un auto sino que hasta tiene que saltar el molinete de la terminal porque su salario devaluado lo empujó de su autopercibida clase, y si no no llega, o sólo se revela a dejar un cuarto de su sueldo en la SUBE.
“El estallido puede ser inevitable”
El clima de la estación Constitución revela cierta tensión, aun con la calculada amabilidad de guardias y policías, que en una fila única frente a los molinetes intentan evitar los saltos con su sola presencia. Es notorio que algunas veces miran para otro lado, lo que impulsa a comentárselo a un funcionario de seguridad. Responde con tono comprensivo que “a veces hay que hacerse el tonto porque ves que el que pasa, pasa porque no tiene más remedio, porque no le alcanza, no porque quiera. Ahora, la idea de poner control policial está bien, no digo que no, pero si se ponen muy rigurosos la gente se va a desesperar y cuando la desesperación aumenta y son tantos, el estallido puede ser inevitable. ¿Hasta dónde creen que la gente va a aguantar la presión?”.