Lectoros de mi corazón contento y lleno de alegría, como el de Palito antes de ir a cantar en las Bodas de Oro de quien festejaba su vida, habiendo arruinado la de tantos argentinos:

Son días difíciles, podría uno decir, pero en verdad son días muy tristes y, por sobre todas las cosas, días precarios y vulnerables. Para todas y todos. Aun, y especialmente, para quien piensa que va a zafar "porque ¡con la mía, no!; y aunque no haya plata para los otros, hay que darle tiempo a este gobierno para que se termine la casta, y los irlandeses de bien puedan sentir que han aplicado todo el dólar de la ley a los que ponen pobres en la rueda y no permiten que el excelentísimo rey, su graciosa sorora y su gabinete de canes fenecidos marquen el rumbo que nos permita volver a ser lo que nunca fuimos”. Sí, a vos, holístico/a defenestrado, menesteroso dolarizado, casado por poder con un mercado que te engaña siempre: a vos también te toca, más tarde o más temprano.

Nunca me gustó demasiado el Carnaval, pero comprendo a quien disfruta de los juegos con agua, las murgas, las comparsas y los disfraces; es, sin duda, una manera de expresión popular, colorida y folklórica. Pero era también el preludio a “los 40 días sin carne”. Y digo “era” porque si “lo peor de esta crisis va a llegar en marzo y abril”, quiere decir que aún no llegó, y mucho me temo que se nos vienen varios meses, años, lustros de vegetarianismo obligatorio –con todo respeto hacia los vegetarianos por propia voluntad– y, en muchos casos, de ayuno, que será “el top hit gastronómico”.

De hecho, algunos súper están implementando el programa “Precios Desorbitados” y hay restaurantes muy fashion que están por lanzar el “Menú Estadía”, en el que, por solo 10 dólares por cabeza –como es oferta, no se puede compartir–, te podés sentar durante 15 minutos a una de sus mesas. No te traen nada, pero podés mirar como los de la mesa de al lado se desmayan mirando la lista de precios. La cuenta sube a 15 dólares –en concepto de show– si llaman a la prepaga, que no los atiende porque no tienen la cuota al día. En tal caso, el restaurante solicitará la asistencia pública, que enviará rauda una ambulancia, con nafta a cargo de los clientes.

Como ya dijimos, es característico del Carnaval “jugar con agua”, algo a lo cual el gobierno no solo no se opone (porque de hacerlo estaría teniendo en cuenta el cambio climático, y eso es cosa de comunistas, como saben los argentinos de bien), sino que lo estimula. Sus simpáticas comparsas (“Los Pesados de la Federal”, “Los Azules de Patri y Petri”, “Los Pumbapumba del Protocolo”) desfilan al son de ingeniosos cánticos (“¡Ea ea, ea, subite a la vereda!”, "¡Punto y coma; al que no se va, bala de goma!”). Por otra parte, el gobierno ha adquirido carnavalescos tanques que inundan de ideología libertaria líquida a la población en general y en particular.

Recuerdo haber escrito, hace cinco o seis años, que nos gobernaban personas que amaban disfrazarse: se disfrazaban de liberales pero eran conservadores, se disfrazaban de dialoguistas pero eran represores; se disfrazaban de democráticos pero eran autoritarios, y así.

Pues bien: ya no se disfrazan más. Se ve que ni para eso hay plata. Ahora estamos en manos de personas que, a cara descubierta, prometieron que si los votábamos nos iban a ajustar, nos iban a quitar derechos, nos iban a reprimir si no estábamos de acuerdo. Que nos iban a dolarizar las milanesas de caracú (las demás, las iban a importar) y que, antes de dolarizarnos, nos iban a quitar los dólares que tuviéramos –en caso de tenerlos–, para que luego viviéramos felices, comiéramos perdices y esperásemos angustiados la cuenta en la tarjeta del mes siguiente. Y muchos, demasiados, votaron eso.

Votaron que un gobierno, para no gastar ni un mango en distraernos, se peleara con personalidades de la cultura, el deporte, la política. Votaron que los jubilados hagan cuatro horas de cola para pagar el tremendo aumento del transporte un poco más barato. Votaron que, a partir de ahora, cuando un argentino juegue al Scrabel, pregunte: “Che, ¿se puede poner 'ahorro'?”. Votaron que un troll maneje las comunicaciones; un clonador, la ciencia y tecnología; un fabricante de deuda externa, la economía; una licenciada en ciencias de la familia sin antecedentes de gestión política, el trabajo, la educación y el desarrollo social. Sin menospreciar sus respectivas carreras, me suena como poner a un contador público de chef en un restaurante: probablemente, no comamos nada. ¡Uy!, ¿no será exactamente su idea?

Sugiero acompañar esta columna con el video de Rudy-Sanz “Para el rico lo que es del pueblo” parodia del popularísimo tema de Piero