Solía ser un espacio ultra del Partido Republicano, abierto incluso a disidencias por derecha, pero de un tiempo a esta parte se transformó en la Trumpfest, como se la alude con ironía. Publicitada como "la reunión de conservadores más grande e influyente del mundo", la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) resultó el escenario para una suerte de lanzamiento oficial de Donald Trump rumbo a las elecciones de noviembre próximo, que avisora con muy buenas chances, si es que la justicia no se lo impide en el camino. Hacia allí se lanzó Javier Milei, de cabeza a interna ajena: luego de prodigarse flores mutuas con el secretario de Estado de Joe Biden Antony Blinken y llevarlo de paseo al balcón de la Rosada con medio gabinete, recibió la bendición del mismísimo Donald Trump y su "Make Argentina great again" (ver nota aparte).
El Presidente había estado en las regionales Brasil y México de este foro, como panelista de TV primero y como candidato presidencial después. Ahora mostró sus dotes de animador en la casa matriz, presentado como "un caso de éxito" entre las derechas extremas del mundo. Eso, claro, sin entrar en detalles sobre las notorias incompatibilidades entre su "Viva la libertad" y el programa que impulsan los trumpistas, férreamente proteccionista e industrialista. Los emparentan, sí, todos los "anti" conspiranoicos que se fortalecieron en la pandemia: "antiinmigrantes", "antiglobalistas", "anti agenda climática", "anti políticas de género", "antisistema". Y ese concepto de "Estado profundo" que puso en boga Trump y que se emparenta en un punto con el de "casta": la idea de que en algún lugar no determinado del "sistema" hay algo, o alguien -personas, funcionarios, entidades, seres, no terminan de ser definidos ni identificados- actuando en beneficio propio y en contra de las mayorías que, sí, representan ellos.
Cuadro de honor
Además de la presencia estelar de Trump en el cierre, la mayor parte de los oradores pertenecen al firmamento republicano, incluidos exsecretarios de gabinete, gobernadores, senadores, miembros de extrema derecha de la Cámara de Representantes, con conexiones más o menos blanqueadas con los grupos supremacistas responsables del ataque al Capitolio como los Proud Boys, Oath Keepers o Boogaloo Bois. Toda la crema del MAGA (el movimiento Make América Great Again, sellado por Trump) estuvo ocupando el centro allí, dando señales hacia adentro y hacia afuera del partido. Casi sonó a mojada de oreja que el cierre cayera el mismo día que las primarias republicanas de Carolina del Sur: de allí es la férrea antiabortista exgobernadora Nikki Haley, hacia la cual Trump tira habitualmente sus dardos porque compite con él por la candidatura republicana (aunque muy por debajo suyo en aportes de campaña e intención de voto).
Otro estelar es el gurú Steve Bannon, quien no dejó de alabar a los representantes criollos en la convención: "¡Amamos lo que están haciendo!". El primer jefe de campaña de Trump, el rey del algoritmo detrás de Cambridge Analytica, el gran revelador del poder de las fake news en política. Sus traspiés con la justicia de su país (su última condena fue por obstruir las investigaciones del asalto al Capitolio, antes fue acusado de fraude y malversación de fondos al recibir donaciones para la construcción del muro entre Estados Unidos y México, además del escándalo de Facebook y Cambridge Analytica) no le impidieron seguir asesorando a las derechas de Europa y Latinoamérica, con especial cercanía con los Bolsonaro en Brasil.
Hay también variopintos invitados extramuro. Otro con cartel fue el presidente salvadoreño Nayib Bukele, que fue ovacionado el jueves y antes invitó a Patricia Bullrich a darse una vuelta por sus cárceles. También Santiago Abascal, el vocero español de los monárquicos falangistas de Vox. Y Liz Truss, la ex premier británica que duró poco más de un mes con su programa libertario, obligada a renunciar. Como en ediciones anteriores, estuvo el ex eurodiputado británico y líder de los impulsores del Brexit Nigel Farage, entre otros invitados VIP. Desde México llegó Eduardo Verástegui, un exitoso actor de telenovelas que ahora trabaja para darle rating a la derecha de nueva era en su país.
Un show divino
Aunque es presentado como "el gran foro conservador" y el cierre pirotécnico de Donald Trump concitó atención de la maquinaria mediática global, no deja de ser un encuentro partidario en un hotel alquilado en las afueras de Washington. Pero que, como todo en el Gran País, adquiere características de súper show.
Así, junto a los discursos de los oradores se proponen distintas "experiencias" de acuerdo a los valores de los tickets, al estilo festival: con acceso a un "VIP", a una foto con los oradores, o a la "Cena Ronald Reagan", presentada como "una noche de diversión y compañerismo", con subasta en vivo, música y baile. También se venden los souveirs de la "Freedom Collection", con la palabra "Libertad" estampada de mil maneras.
En la página de la CPAC los "Silver", "Patinum" y "Platinum Plus Ticket", que llegaban a los 30.000 dólares, lucían el cartel de Sold Out desde hace rato, pero ya se vendían entradas para la edición 2025. El evento resulta también una oportunidad de negocios para inversores que buscan un intercambio de tarjetas con posibles futuros funcionarios de terceras y cuartas líneas.
Este año la Cena Ronald Reagan es conducida por el empresario de origen indio Vivek Ramaswamy, que ganó fama por su prédica anti inmigratoria, y el texano ultra Joseph Strickland, que todavía es presentado como obispo aunque el año pasado fue destituido por el Papa Francisco por su prédica contraria a las reformas progresistas de la Iglesia en relación al género o a la agenda climática, y también por los desmanejos financieros de su diócesis.
Es que la religión no admite destituciones en el universo MAGA: sin ir más lejos, el presidente de la CPAC, Matt Schapp, dio inicio a la convención con una oración, mientras los asistentes agachaban sus cabezas y entrelazaban sus manos: "Dios, ayúdanos a unificar este increíble movimiento que se ha expandido por el mundo. Vamos a proteger nuestros valores, nuestra libertad y nuestros derechos divinos". Su esposa Mercedes Schapp, exintegrante del área de Comunicación de la Casa Blanca, fue más explícita en sus ruegos: "Tenemos que acabar con los comunistas, con la ONU, con la Orgaización Mundial de la Salud. Gracias por apoyar la Verdad".
El influencer trumpista Jack Posobiec también recurrió a la religión para llevar a la convención su alegato a favor del "fin de la democracia". "Estamos aquí para derrocarla por completo. Toda la gloria no es para el gobierno, toda la glora es para para Dios”, proclamó, rosario en mano.
In inglish, plis
Por fuera de la marquesina de los oradores principales, en un escenario de pequeña sala alfombrada y largas mesas de mantel antimanchas, se la vio a Patricia Bullrich el miércoles pasado, en el primer día de la convención, chapuceando en un inglés pre beginner.
Más allá del color bizarro, lo grave, claro, es el contenido de lo que allí se expresa como plan regional, ahora postulado desde el ejercicio del poder. Además de ensalzar su protocolo antipiquetes, Bullrich invitó a los anfitriones a “ver a América Latina como un socio en la seguridad global”. Y aunque difícilmente le hayan entendido, la presencia lateral de la ministra de Seguridad allí, junto a la del Presidente en el cierre, deja bien en claro por dónde va la cosa, sin necesidad de intérpretes.
Es curioso: hasta ayer nomás, Bullrich era del team Fundación Libertad, el espacio animado por Vargas Llosa padre e hijo, en el que solía ser noticia Mauricio Macri, y adonde toda la troupe del ex PRO solía sacar a pasear su interna. Los nuevos rumbos de la camaleónica ministra la llevaron ahora a ponerse la menos europea gorrita del "Make America Great Again".
Relaciones violatorias
Con lógicas conexiones con los think tanks de la derecha global, la CPAC se extendió también por Latinoamérica, con ediciones en México y en Brasil, escenarios donde Milei venía luciéndose con postulados como "la justicia social es injusta", a los que aquí muchos le prestaron atención cuando ya era presidente.
La politóloga Andrea Ribeiro Hoffman, integrante del grupo de investigación "Multilateralismo y derecha radical en América Latina", ubica en diálogo con Página/12 a ese encuentro que se realiza en Brasil desde 2019, con el inicio del gobierno de Bolsonaro, como "un paso importante de fortalecimiento de lazos con la derecha internacional", que hoy sigue teniendo gravitación como oposición en su país.
"Hay agendas particulares diversas pero en los casos de nuestros países se conectan sobre todo en su perspectiva anti globalista, donde la la cooperación internacional es vista como perjudicial, contra organizaciones como Naciones Unidas pero también todas las organizaciones regionales, el Mercosur, la Celac, la Unasur; la crítica a lo que llaman 'marxismo cultural', la defensa del Estado mínimo", enumera.
"En el contexto de la elección presidencial de Estados Unidos en noviembre, Trump y su gran cabeza estratégica, Bannon, buscan armar una internacional de derecha. En esa búsqueda todos los partidos que representan el orden son bienvenidos, más allá de sus diferencias y de que se declaren conservadores o no. Hasta ahora no han reclutado nombres de relevancia internacional, pero va a depender de lo que ocurra de aquí en más", analiza Atilio Borón.
"Hoy el alto mando de la derecha mundial está en Davos, ese es su corazón estratégico. Foros como este son muy ideológicos, no representan mucho para la comunidad de negocios, son más bien divagaciones teoréticas. No están allí Soros, ni Warren Buffett, Jeff Bezos, o Elon Musk. Van los propagandistas, los divulgadores. Claro que todo entra en un clima de opinión pública muy sensibilizado, y puede tener gran alcance".
"La gran paradoja argentina es que Milei es un financialista globalista. Y estos tipos de la CPAC, al igual que la derecha europea, son anti globalistas y conservadores, no liberales. Se pronuncian contra Wall Street, que identifican los demócratas. Culturalmente son proteccionistas, no buscan la libre competencia, ellos dicen: América primero. Coinciden, sí, en el racismo, el supremacismo, el anti globalismo", compara Jorge Elbaum.
Al viaje de Milei en este coctail tras el ágape con Blinken lo define como "un acto simbólico de extranjerización de la economía argentina, una pérdida de soberanía y la segunda etapa de relaciones no ya carnales, sino directamente violatorias". Y apunta, además, que "desde un punto de vista geopolítico es jugar con los perderdores, por puro carpicho ideológico. En términos económicos globales, son los que están siendo derrotados junto con la Otan en Europa Oriental, y los que también están perdiendo en la disputa con los Brics".