La nueva película de Wim Wenders, Días perfectos, es quizás la única candidata al Oscar de la historia basada en una serie de baños públicos japoneses. Justo cuando se pensaba que habíamos agotado todos los tipos imaginables de propiedad intelectual, llega el autor alemán para ofrecer una nueva definición de propiedad intelectual. En 2022, el proyecto artístico Tokyo Toilet se puso en contacto con Wenders, que había encargado a destacados arquitectos y diseñadores la creación de 17 baños repartidos por el barrio de moda de Shibuya. Esperaban que Wenders realizara un documental sobre sus nuevas y relucientes instalaciones. En lugar de eso, Wenders imaginó un sencillo drama sobre un hombre que los limpia.
Conocemos a Hirayama (Koji Yakusho) a través de su rutina diaria: los retretes que limpia minuciosa y metódicamente, los baños públicos en los que hace lo mismo consigo mismo y los frecuentes viajes al trabajo en los que escucha su música favorita en cintas de casete que intrigan y desconciertan a los personajes más jóvenes de la película. Estas cintas son la clave para desentrañar su carácter, así que cuando Wenders decidió abrir la película con Hirayama introduciendo un maltrecho casete de la inquietante grabación de 1964 de The Animals "The House of the Rising Sun", le preocupaba que no fuera la elección correcta.
"Sentí que me estaba imponiendo y que era una apropiación cultural", dice pensativo este hombre de 78 años desde una habitación de hotel en Londres, con los ojos brillantes tras unos anteojos de montura azul. "Me dije, esperá un momento. Se trata de un personaje japonés unos años más joven que yo, ¿puedo imponer mi gusto musical? Esto no es bueno".
Su coguionista, Takuma Takasaki, pronto puso a Wenders en su sitio. "Oh, esto es un malentendido", le dijo el productor de cine de 54 años. "No hemos escuchado nada diferente a lo que han escuchado ustedes. Debés saber que Ry Cooder dio su mejor concierto en Tokio. No intentes averiguar qué gusto tiene Hirayama. Tiene el gusto de su generación, y la suya era una generación global".
La música, procedente de todos los rincones del planeta, siempre ha estado presente en las películas de Wenders. Su road movie París, Texas, ganadora de la Palma de Oro en 1984, contaba con una fascinante partitura de guitarra slide de Cooder, y ha demostrado ser tan influyente que Beyoncé hace referencia a la película y al vagabundo de gorra roja Travis, interpretado por Harry Dean Stanton, en el teaser de su último single "Texas Hold 'Em". "Quién iba a decir que Travis, en su largo camino de vuelta a París, Texas, se convertiría en fan de Beyoncé". Wenders me envía un correo electrónico más tarde, después de que el video aparezca en Internet. "Con un poco de suerte en la mesa de póker, ¡puede que resulte ser un día perfecto!".
Wenders continuó su gran éxito con otra obra maestra, Las alas del deseo, en la que aparecían ángeles en los conciertos de Nick Cave en Berlín Occidental. En 1999, colaboró de nuevo con Cooder en Buena Vista Social Club, ambientada en La Habana. Días perfectos continúa el tema. Su título hace un guiño a la canción de Lou Reed, que aparece en la banda sonora junto con clásicos de otros favoritos de Wenders, como The Kinks, Van Morrison y Nina Simone. "Definimos gran parte de la historia a través de las canciones", explica Wenders. "Acordamos que no iba a haber más música que la que escucha Hirayama porque la película es muy subjetiva. Empiezas a meterte cada vez más en la cabeza de este hombre".
En cierto modo, Hirayama es un hombre fuera del tiempo: Lee libros en lugar de navegar sin parar por Internet, y en un momento dado su sobrina se ríe en su cara por pensar que Spotify es una tienda. Wenders simpatiza con él y se cuela en la película en un breve cameo, curioseando en la tienda de discos donde Hirayama va a la caza de una cinta de Patti Smith. "Cuando vi los precios de estos casetes vintage, empecé a arrepentirme de haber tirado unos cuantos miles de ellos en los ochenta", dice Wenders entre risas. "¡Qué idiota! Podría haber financiado mi próximo viaje a Japón".
La historia de amor de Wenders con Japón se remonta a sus documentales de los ochenta Tokyo-Ga, sobre el venerado cineasta Yasujiro Ozu, y Notebook on Cities and Clothes, centrado en el diseñador de moda Yohji Yamamoto. Hacia el final de la realización de este último, en 1989, Wenders perdió una partida de billar y una apuesta, que Yamamoto reclamó recientemente. Este mes de enero, Wenders desfiló en el desfile del diseñador en la Semana de la Moda de París (Francia), con una chaqueta de caza dandy en un pase y un sombrero de fieltro negro, tirantes y una camisa rosa con estampado de hibiscos en otro.
El director que una vez hizo una película titulada El miedo del arquero al tiro penal se quedó de piedra cuando se dio cuenta de quién lo estaba mirando. "No se lo he dicho a nadie, pero tengo que decírtelo ahora", empieza, inclinándose hacia él con aire cómplice. "El momento más fuerte fue cuando me di cuenta de que Zinedine Zidane estaba en primera fila. Eso me desconcertó. Cuando me crucé con él, asentí con la cabeza. Pensé: '¡Vaya! ¿Quién puede decir que estabas haciendo un desfile de moda y que Zinedine Zidane te estaba viendo?' Fue glorioso". Se ríe satisfecho. "De todas formas", agrega, "no volveré a hacerlo".
Wenders nació en Düsseldorf en 1945 y comenzó su carrera a finales de los sesenta como figura pionera de la era del Nuevo Cine Alemán. Habiendo crecido bajo la oscura sombra de la Segunda Guerra Mundial, dirigió su mirada hacia el Oeste, hacia los paisajes que conocía de los grandes westerns americanos de John Ford. Antes de filmar París, Texas, que narra los malogrados intentos de Travis por reunir a su familia, pasó tres meses recorriendo Estados Unidos para despejar su mente de la impresión que le habían causado esas películas. Quería ver el país por sí mismo.
Cuando llegó el momento de filmar, recuerda Wenders, él y el director de fotografía Robby Muller decidieron prescindir de los storyboards. "Dijimos: vamos a estar en el paisaje. Vamos a dejar que el paisaje y la luz nos muestren cómo empezar la película", me cuenta. "Estábamos abiertos a la forma en que el Oeste quería ser filmado, y ese fue un momento decisivo en mi vida porque era realmente la primera vez que rodaba sin guiones gráficos. Después nunca volví a mi enfoque anterior, porque era muy liberador que el lugar, la luz y el actor te dijeran cómo rodar".
Después de que París, Texas triunfara en Cannes, Wenders decidió que era hora de volver a casa. Rodó su siguiente película en Berlín Occidental en 1987, dos años antes de que cayera el muro. "Berlín era una isla y estabas encerrado", recuerda. "Como estabas encerrado allí, no había delincuencia. No podías escapar". Las alas del deseo es un poema existencial asombrosamente bello de una película que también documenta una notable escena musical underground protagonizada por Nick Cave & the Bad Seeds y Crime & The City Solution, entre cuyos miembros se encontraban algunos de la antigua banda de Cave, The Birthday Party. "En Berlín, Nick era el rey indiscutible de la vida nocturna", dice Wenders. "Afortunadamente aceptó filmar aquello. Si ves la película ahora, es realmente asombroso lo joven que era. Todo el conjunto es realmente asombroso".
Las alas del deseo cuenta la historia de una pareja de ángeles inmortales e invisibles (Bruno Ganz y Otto Sander). Cuando uno de ellos se enamora de una trapecista (Solveig Dommartin), anhela convertirse en mortal para poder estar con ella. En este romance metafísico de la Guerra Fría, Wenders deja caer a Columbo. Peter Falk era más conocido por su papel de detective de televisión, pero también hizo películas con John Cassavetes en las que ambos improvisaban de principio a fin. Falk, que interpreta una versión de sí mismo, pareció entender la historia de Wenders de forma intuitiva. "Peter era una bomba", dice Wenders. "A mis dos ángeles, por supuesto, les encantaba Columbo, pero entonces se dieron cuenta de que se trataba de un actor cuyo enfoque interpretativo era la improvisación. Mis dos ángeles eran alemanes, y brillantes actores de teatro, y estaban cohibidos de hacer escenas con él porque no podían aguantarse improvisando junto a Peter Falk".
Por muy buenas que sean, París, Texas y Las alas del deseo no interesaron a los Oscar. Antes de que Días perfectos obtuviera este año la nominación a la mejor película internacional, Wenders había sido nominado tres veces por documentales: Buena Vista Social Club, Pina, de 2011, sobre la bailarina y coreógrafa Pina Bausch, y La sal de la tierra, de 2014, sobre el fotógrafo Sebastiao Salgado. La nominación de Días perfectos también supone la primera vez que Japón selecciona una película de un director no japonés para competir, algo que Wenders achaca modestamente a la inmensa popularidad de Koji Yakusho. "Es un hombre tan extraordinario", dice Wenders, "que estoy en esta carrera por el Oscar como su compinche".
Hay algo más que eso. Con Hirayama Wenders nos dio otro personaje tan profundamente impactante como Stanton vagando por el desierto con su gorra roja o Ganz reflexionando sobre los pros y los contras de la mortalidad. Si a primera vista parece estar fuera de onda, con sus libros de bolsillo y sus casetes, uno puede acabar preguntándose si entiende más del mundo moderno que cualquiera de nosotros. Con su carácter pausado, señala el camino hacia una quietud que casi hemos perdido.
"De un modo extraño, Hirayama incorpora algo que todos anhelamos", dice Wenders. "Creo que a todos nos gustaría recuperar el control de nuestras vidas frente a estar dirigidos por tantas fuentes externas. Desde que los algoritmos intentan averiguar lo que me gusta y sólo me envían cosas que deberían gustarme, me gusta aún más mi propia biblioteca musical. Pero lo realmente esencial de su personaje es la idea de reducirse a uno mismo, y que en realidad en la reducción hay un extraño remedio para nuestra tristeza".
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.