“Las situaciones podrán ser muy piradas, los personajes tremendos dementes, pero en el fondo es una familia tratando de salir adelante, así que es muy fácil identificarse con ellos”, opina Maile Flanagan. La actriz de voz es muy conocida –entre otros papeles- por ser la doblajista de Naruto al inglés, pero en diálogo con Página/12 se refiere a Royal Crackers, la serie que estrenará su segunda temporada en Adult Swim el próximo 1° de marzo. Y sí, Royal Crackers es efectivamente un delirio, una suerte de Los Simpson o Family Guy generosamente aderezado con la lisergia de Rick and Morty. Y plantado sobre un detalle muy especial: si la mayoría de las sitcoms de referencia del género se burlan del americano promedio –que en general es obrero, de familia tradicional y sin muchos virtudes intelectuales-, los “crackers” son una familia “bien”, dueña de una modesta fortuna y una empresa de snacks que incluso venden a las escuelas de su ciudad. Claro que también son redomados idiotas. Y para peor, son idiotas capaces de cualquier estupidez y bajeza por el dinero. Cualquier parecido con la realidad seguramente no es pura coincidencia.

“La serie siempre tiene algún pequeño mensaje, ¿no? La sensación después de ver cada capítulo es esa, que la serie está diciéndonos algo”, reflexiona Flanagan. Su compañero David Gborie, asiente con la certeza que le da estar en el show desde el minuto uno pues Jason Ruiz (showrunner y voz del patriarca de los crackers) lo sumó al equipo desde el comienzo, antes incluso que la serie estuviera vendida a Adult Swim, porque el creador lo había visto en su show de stand-up.

Más allá de sus múltiples referencias pop –disimuladas para que el espectador las encuentre con sorpresa-, y una enciclopédica mirada sobre el nü metal, del que el showrunner es fan, para Gborie la serie pone en cuestión “los valores estadounidenses". "Nuestro estilo de vida, el valor del dinero, de las empresas, de las relaciones... Hay hasta cosas sobre el clima. Creo que sería imposible listar cada cosa sobre la que habla Royal Crackers, es como si tuviera un mensaje para cada uno”. Para el humorista, estos son tema que están apareciendo muy fuertemente en los medios estadounidenses, más allá de que en el último tiempo más y más comedias empiezan a hacer una autocrítica fuerte sobre el estado de cosas de su país. “Hay mucho de la vida real en el programa, incluso si todo lo que sucede es extraño e incluye robots asesinos”, se ríe. “La serie es definitivamente más divertida que los discursos políticos que padecemos hoy día”, guiña.

“Lo bueno que tenemos nosotros es que no te golpeamos con un lado, no te ponemos a elegir dónde querés estar, y en ese sentido es muy liberador: disfrutamos de pegarle a todos”, celebra el actor. Su compañera, en tanto, destaca que el eje del programa en ese sentido es algo que rara vez se pone en disputa en la TV estadounidense: el consumismo rampante. “Y hoy todos somos consumistas; acá, allá en América del Sur... Todo el mundo tiene esa misma cosa, aunque sea de distintas maneras o con otros productos, pero todos estamos en la misma”, plantea Flanagan.

¿Cómo es trabajar en una serie con tan altos grados de delirio? Para David resulta fundamental estar cerca de Jason. “Siempre hablé mucho con él y los otros guionistas para poder interpretar bien su visión, porque es algo muy, muy específico lo que buscan, y creo que resultaría muy fácil irme al pasto si no tuviera su mano firme atrás”, considera. Para Maile, la cosa se asemeja más a un salto al vacío y confiesa que muchas veces tiene que volver a grabar sus tomas, algo que considera “un lujo” en la industria. “Me pasa que va todo muy rápido, entonces a veces llego a casa, pienso lo que hice y dudo, o lo pienso un rato y volvemos a hacer toda la escena de nuevo para encontrar el tono correcto. Por suerte estoy a 15 minutos del estudio”, explica. “Me pasa muchas veces que no tenemos la escena para ver, entonces me dicen... no sé: ‘es una pelea con un robot asesino’ y bueno: a ver si la cosa va como yo creo”.