Al final de su vida, cuando agotan su energía, las estrellas como el Sol se convierten en enanas blancas, estrellas muy pequeñas y calientes que se van apagando y enfriando y que son capaces de devorar a los planetas y asteroides de su sistema planetario.
Un equipo internacional de astrónomos ha encontrado, por primera vez, la prueba de este proceso: una "cicatriz" en la superficie de una enana blanca.
Los detalles de la investigación, realizada con el Very Large Telescope (VLT) del Observatorio Europeo Austral (ESO), en Chile, se han publicado este lunes en la revista The Astrophysical Journal Letters.
Hasta ahora se sabía que algunas enanas blancas canibalizan partes de sus sistemas planetarios al morir. "Ahora hemos descubierto que el campo magnético de la estrella juega un papel clave en este proceso, dejando una cicatriz en la superficie de la enana blanca", explica Stefano Bagnulo, del Observatorio y Planetario de Armagh, en Irlanda del Norte (Reino Unido) y autor principal del estudio.
La cicatriz es una concentración de metales que ha quedado en la superficie de la enana blanca WD 0816-310, el remanente de una estrella parecida al Sol y un poco más grande que nuestro astro.
"Hemos demostrado que estos metales se originan a partir de un fragmento planetario tan grande o posiblemente más grande que Vesta, que tiene unos 500 kilómetros de diámetro y es el segundo asteroide más grande del Sistema Solar", afirma Jay Farihi, del University College de Londres y coautor del estudio.
Las observaciones ayudaron a comprender cómo se formó la cicatriz en la estrella. El equipo descubrió que la fuerza en la señal que detectaba los metales cambiaba a medida que la estrella giraba, lo que sugiere que los metales, en lugar de extenderse uniformemente, se concentran en un área específica de la superficie de la enana blanca.
También descubrieron que estos cambios estaban sincronizados con cambios en el campo magnético de la enana blanca, lo que indica que esta cicatriz metálica se encuentra en uno de sus polos magnéticos.
En conjunto, estas pistas señalan que el campo magnético canalizó metales hacia la estrella, creando la cicatriz, concluye el estudio.
"Sorprendentemente, el material no se mezcló uniformemente sobre la superficie de la estrella, como predice la teoría. Por el contrario, esta cicatriz es como un parche concentrado de material planetario que se ha mantenido en ese lugar por el efecto del mismo campo magnético que guió la caída de los fragmentos hacia la superficie", dice el coautor John Landstreet, de la Universidad de Western Ontario (Canadá). "Nunca se había visto nada como esto", enfatizó.
Para llegar a estas conclusiones, el equipo utilizó un instrumento multifunción instalado en el VLT llamado FORS2, que les permitió detectar la cicatriz de metales y hacer la conexión con el campo magnético de la estrella.
Este estudio también muestra cómo los sistemas planetarios pueden permanecer dinamicamente activos, incluso después de su 'muerte'.