La nueva película de Lucía Puenzo, Los impactados, no partió de un guión original de la directora de XXY sino que se lo acercó una amiga artista plástica, Lorena Ventimiglia, que tenía la idea de los grupos de impactados por rayos. “Ella me propuso escribirla juntas”, dice la cineasta, quien explica que Ventimiglia es la codirectora de Fotografía del film, que se estrena el jueves. “Lo primero fue acercarnos a grupos de impactados y a médicos dedicados a estudiar ceraunopatías (el efecto de las descargas eléctricas de los rayos sobre el cuerpo humano). Lo que me imantó mucho al proyecto fue entender estas marcas de Lichtenberg, que copian exactamente el dibujo del rayo que le pegó a una persona en su propio cuerpo. Hacen ese dibujo”.
Puenzo relata, sin dejar de sorprenderse, que es como un tatuaje que imita lo que ocurrió en el cielo en ese instante en que el cuerpo fue atravesado por un surco eléctrico haciendo tierra. “El rayo deja ese dibujo, deja la piel blanca, el pelo también blanco. Y los que sobreviven tienen todos síntomas extraños”, comenta la realizadora.
El impacto de un rayo que sufre Ada (Martiana de Girolamo) durante una tormenta en el campo la reconfigura física y psíquicamente. Además de las secuelas visibles la inquietan una serie de extraños síntomas que no puede controlar: alucinaciones visuales y auditivas, descargas eléctricas y confusiones temporales que terminan alejándola de lo que fue su vida antes. Encuentra sostén en un grupo de impactados y el médico en quien confían (Germán Palacios) ciegamente. Para Ada, el camino hacia la electrofilia (adicción a la electricidad) será un viaje sin retorno.
-¿Cómo te documentaste sobre este evento real para construir la ficción?
-Muy arbitrariamente con diferentes personas. Por ejemplo, Alberto Rojo, que es un gran físico argentino que vive en Estados Unidos y que hace muchos años estudia la electricidad. Nos ayudó mucho a entender lo de los cuerpos como organismos eléctricos. Muchas veces los cuerpos responden a lo eléctrico y no a lo químico. Esa es una idea que me hizo mucho sentido en la cabeza porque en muchas de mis películas están estos cuerpos que, tal vez, no responden a lo que la sociedad considera como cuerpos normalizados o normales y que se reconstruyen a sí mismos desde los márgenes. Había algo de eso que daba vueltas en esta idea y fue lo primero en el punto de entrada para nosotros. Y la lectura de unos casos de sobrevivientes que habían tenido comportamientos muy distintos en sus órganos, previos al impacto. Por ejemplo, una mujer que tenía una menopausia precoz. Eso germinó algo en relación a la historia.
-¿En esa investigación entendiste que la afectación no sólo es física sino también psicológica?
-Pulveriza, como cuenta la película, la cabeza y el cuerpo de la persona impactada. Ese rayo que atraviesa ese cuerpo mata literalmente surcos sinápticos; o sea, mata neuronas, mata caminos de neuronas, que son los caminos que la persona está acostumbrada a recorrer para ser quien es. Por eso, si simplemente buscas en cualquier buscador "sobrevivientes de impactos" hay tantos casos de gente que cambió drásticamente su vida como el caso famoso de un cirujano que se hizo pianista. Hay algo que cambia en los caminos neuronales. Y esta idea tiene para mí una conjunción de algo muy rigurosamente médico y científico con una potencia poética muy poderosa en que algo tan aleatorio y arbitrario como un rayo pueda elegirte a vos y no a mí y pueda reconfigurarte en un minuto.
-Y es muy loco lo de las personas a las que les pasó más de una vez...
-Es muy común, lo cual hace que mucho de Los impactados parece sacado de la ciencia ficción o parece pura ficción y no lo es. También los grupos de impactados que salen a buscar tormentas.
-¿Cómo viviste la experiencia de entrevistar a estas personas?
-Todo el proceso de Los impactados fue muy divertido porque nos sigue pasando: la película se estrenó ahora en México y con lo que ocurrió allí, y en San Sebastián y otros festivales, empecé a recibir por las redes sociales cualquier cantidad de personas que cuentan pequeñas historias de cómo fueron impactadas ellas o algún familiar. Tengo ganas de recopilarlas para publicarlas con el permiso de esa gente porque son todos relatos increíbles. No hay relato normal de cómo te impacta un rayo. Son situaciones muy extraordinarias y muy desopilantes en su construcción. Todo parece ciencia ficción.
-¿Por qué crees que, alguien que fue impactado por un rayo, pueda tener la necesidad de volver a sentirlo?
-Según cuentan médicos y psicoanalistas (y un poco es en lo que nosotros nos sumergimos en la película) hay algo de ese literal saque de electricidad que es casi orgásmico; esta idea de que el cuerpo sea sacudido de una manera así, como alguien que se tira en paracaídas necesita sentir la adrenalina del salto, o los adictos que necesitan volver a la sustancia adictiva. En este caso, es la electrofilia, la adicción a la electricidad. No hay mayor saque eléctrico que te pegue un rayo en la cabeza. Tiene esa potencia de llevarte a un lugar tan extremo que la gente queda imantada con eso, y quiere volver a repetirlo. Por eso, la adicción a la electricidad.
-¿Cómo fue el trabajo con Mariana di Girolamo para construir ese mundo de angustia?
-Mariana es una actriz extraordinaria. Yo la conocí en la serie La jauría, que hicimos. Me pasa algo similar a lo que me ocurría en su momento con Inés Efron: son actrices que parecen reunir en un mismo cuerpo atributos irreconciliables, como ser muy sexuales y muy asexuadas, muy angelicales y muy insondables y muy difíciles de leer. Y tienen esas cualidades que traen consigo. No se puede salir a construir en alguien si esa persona no lo trae consigo. Mariana tiene una relación muy plástica con su cuerpo, de mucho desprejuicio con su desnudez, pero más profundo que el quitarse la ropa. Tiene mucha naturalidad con su cuerpo. Y es muy valiente, muy arrojada en las decisiones que toma cuando está en el set. Sobre todo, nosotras tenemos una relación de muchos años de trabajar juntas, mucha amistad, mucha confianza, mucha intimidad. Y ella sabe que la voy a cuidar de punta a punta, que la voy a cuidar en la isla de edición.
-¿Te conmovió la idea de que una persona pudiera reinventarse a partir de semejante tragedia?
-En el proceso de hacer Los impactados me pasó algo similar a lo que cuenta la película. Fui descubriendo que creía que hacía una película de impactados y estaba haciendo una película sobre otra cosa. Creía que estaba haciendo un thriller psicológico y que casi podía ser una de superhéroes. La herida que sufren, a veces, es mucho más profunda que lo que pasa en el instante en que son impactados por el rayo. Nosotros trabajamos con el equipo de terapia electroconvulsiva del Fleni para hacer la película. Todo lo que está ahí está documentado por ellos. Y hoy las terapias electroconvulsivas son muy nobles en lo que hacen porque ayudan a gente que ya no responde a nada más. Y tiene mala prensa el universo de electroshock. Y bien ganada la mala prensa porque se han hecho estragos en las décadas del 60 y 70, pero la verdad es que ahora, bien tratada, puede generar efectos muy nobles. La “cabeza” de Neurología del Fleni (que actúa en la película) me dijo: "Hay gente que no responde a lo químico, responde a lo eléctrico". A ellos les llegan muchos casos de sobrevivientes de impactos que necesitan tratamiento en relación a su adicción a la electrofilia. Y algo que ella me dijo desde el principio fue: "En realidad, lo menos importante es el impacto del rayo. Lo más importante es lo que van a empezar a ordenar en sus cabezas a partir de ese impacto". Y ahí yo entendí la película. Y durante la filmación me pasó algo que nunca me había pasado: todo lo que ella fue ordenando que le pasó en su cabeza y en su cuerpo no estaba escrito en el guión ni estaba filmado. Eran cosas que nos contábamos Mariana y yo para entender el personaje. Y estando en la isla de edición, al segundo mes de edición, nos dimos cuenta de que, en realidad, no habíamos filmado el corazón emocional de la película. Faltaba algo importantísimo y era un error no haberlo filmado. Escribimos de nuevo y filmamos cinco días más. La editamos de nuevo y ahí apareció la película. El proceso de Los impactados fue de mucha experimentación. Yo nunca viví un proceso así porque, en general, mis películas son con “guión de hierro”.
-¿Cómo se puede vivir sin saber quién uno es? ¿Tiene que ver con el espíritu de resiliencia?
-Eso que la película cuenta de manera extraña le pasa a muchísima gente sin que le caiga un rayo. ¿En qué norma te metiste? ¿Qué norma aceptaste de la sociedad, de tus padres, de la presión para transformarte en alguien que, quizás, no sos? La metáfora del rayo es que uno no puede hacerse el que no es porque te mató un surco de neuronas. Ya no está más el otro, pero esa metáfora vale para un montón de cosas. Vale para un montón de gente que tiene ese impulso de decir: "Si yo pudiera salir de esta y meterme en otra", pero no tiene la valentía.
-¿Cuál es la marca poética que ves en un rayo y que te inspiró en este caso?
-El rayo en nuestro imaginario tiene un lugar ontológico. Desde el origen de los tiempos se estudian los cielos, los rayos, las tormentas, los temporales. A mí no hay nada que me dé más tranquilidad que sentarme en un universo abierto a ver desde el día nublado hasta una tormenta. Algo de lo que va ocurriendo en la transformación de un cielo hasta que finalmente cae el agua. En todas mis películas hay mucha agua. En general, es agua en las profundidades. Esta es la primera vez que es agua que cae del cielo, pero la verdad es que algo del fenómeno climatológico y de partitura visual y sonora de Los impactados es lo que más me atrae. Mucho más que la peripecia y el tema, que puede ser muy pregnante, me gustaba la experimentación de llevar de la mano al espectador a hacer una inmersión profunda en la locura de la electrofilia; es decir, vas a sentir la hiperacucia, la fotofobia, las auras visuales.
-Hay como un juego entre la fortaleza interna y lo externo, como el rayo que impacta funciona como metáfora de ese impulso eléctrico de la protagonista…
-Sí, todo el tiempo hay eso. La película está atravesada por la construcción de la adicción a la electricidad en todas sus vertientes. Yo no sabía que existe la adicción a la electricidad. Lo había escuchado nombrar y pensé que era parte del campo de la ciencia ficción. Y entender que hay gente que literalmente puede meter los dedos en el enchufe y que le pasa algo con eso, fue como la radiografía de entrada a una historia. Tiene algo de los universos de los personajes de los márgenes que pueden tener el cine de David Cronenberg, David Fincher, David Lynch. Son todas construcciones de personajes de los márgenes haciendo cosas de los márgenes hasta un tema que es del margen.
-Y esa metáfora es algo extraño porque, a pesar de su poder destructivo, el rayo genera fascinación visual. ¿Cómo jugó esto en vos al pensar la película?
-Me pasa con los proyectos que tengo una intuición de por dónde va a esa partitura visual y sonora. Y en este caso era lo que más me intrigaba de la película, mucho más que su historia y mucho más que cualquier otra cosa. Al principio, había una situación de grupo de experimentar con algo que era más que nada un viaje sensorial hacia algo. Y Los impactados fue un respiro en ese sentido porque después de Wakolda fui mamá, escribí novelas, hice otras cosas, pero muy rápidamente aparecí en el mundo de las series con los hermanos Larraín y la propuesta de hacer La jauría. Con mucha fuerza aparecieron las series que, por más que tienen mucho de mis películas porque yo las escribo todas y las edito, no es un universo extremadamente industrial, pero es otro lenguaje. Y son otros tiempos. Lo que más me pesa de las series es que todo esté marcado en un calendario: las entregas, la cantidad de semanas que podés editar, la mesa grande, más allá de que pude siempre escribir con libertad, pero estás con un montón de gente en la mesa. Son estructuras más grandes. Y Los impactados fue un regreso a la mesa chica de la creatividad. Manejé otros tiempos. Y me di cuenta de que quiero hacer eso una vez por año, que quiero hacer espacio en la agenda para poder tener esos respiros a todo nivel, pero principalmente creativos.