Domingo 7 de enero 8.40 a.m. Un domingo que no es Juan. Desperté de un sueño que recuerdo nítidamente. En realidad, se trataba de varios sueños en uno. Tenían en común que todos desmentían algo, refutaban sucesos, hechos, angustias y otras yerbas.

El primero (no estoy seguro que fuese el primero) que recordé incluía a Perón, Evita, Néstor y al Nono Ángel. Su imagen (la del nono) estaba enmarcada en aquella tarde, sentados a la mesa de un comedor con piso de tierra apisonada y en la pared la foto del General, la de Gardel y la de Boca.

Ese sueño contenía otro. Se revelaba que el 19 de noviembre de 2023 un autoritario, mesiánico y desquiciado al servicio de los depredadores de siempre no había ganado las elecciones con inmenso apoyo popular. No había sucedido. En el sueño Peron ganaba las elecciones y Evita estaba a su lado.

En el segundo (que pudo haber sido el primero o el tercero) soñaba que no me habían dado el informe de la biopsia que indicaba adenocarcinoma prostático gleason 4 +3, más conocido por todos como cáncer de próstata. En este sueño, había alguien (tal vez mi ángel de la guarda) que me decía “eso no pasó; vos estuviste gugleando para saber de qué se trataba esa maldición”, “sólo eso”.

En el final de este volvía a la adolescencia y la post (adolescencia) en los tiempos en que escuchaba a Los Beatles, Deep Purple, Simon and Gardfunkel, Sui Generis, Almendra, Led Zepellin, Bob Dylan y León de los campos, el winco y el combinado, “Flecha Juventud” en la radio, la “Pelo” y “El Expreso Imaginario”, las lecturas de Herman Hesse, Ray Bradbury y Julio Cortázar. Cuando supe que la sal no sala y el azúcar no endulza.

El sueño que faltaba (ya no importa el orden) era otro no sucedido: no se había producido el desplazamiento de la lente intraocular del ojo izquierdo que había sido colocada cuando la operación de cataratas (no eran las del Iguazú) hace unos seis años.

Ese sueño también venía con texto explicativo, como los prospectos de los remedios. Contenía una pregunta sobre cómo se le denomina a ese evento dañoso. La respuesta era “luxación de la lente intraocular” o algo así, como decir que el cristalino de fantasía se había caído a la cavidad vítrea. Agregando que cuando ello ocurre hay que hacer una “vitrectomía”.

El sueño finalizaba con un partido en la calle, a los diez años, los arcos con latas, ladrillos o con ropa y la interrupción momentánea por el paso de los autos. En una jugada Raúl me la dio en cortada, justita al pie, enganché, pasé a uno de los contrarios y le pegué con la derecha, junto al palo (bah, al bulto que hacía de tal)

Se trataba de sueños feos, horribles, con finales felices. Ello permitió un despertar tranquilo, casi relajado.

Esa paz interior por la que bregan, entre otros, los autores de libros de autoayuda, duró pocos minutos. En un caso, unos pocos segundos en tanto del ojo izquierdo no veía casi nada, apenas imágenes borrosas. En otro, porque arriba del escritorio estaba el maldito informe cancerígeno y, en una agenda improvisada, los turnos médicos y anotaciones varias sobre especialistas.

Para colmo de males, un rato después encendí la radio (que nos confunde a todos) y estaban hablando del devastador DNU 70/23 y de la Ley Ómnibus recientemente ingresada, recordándome que el desquiciado era nada menos que el presidente. Ese sujeto singular, ultraderechista y libertario. El mismo que le dijo al Papa que era un "asno, burro, ignorante, nefasto, zurdo, un sorete mal cagado" y que quiere (o quisiera) eliminar zurdos, políticos, feministas, poetas, actrices, originarios y, sobre todo, pobres.

En síntesis, me topé con la realidad que me propinó una piña de nocaut. Se abrieron las puertas del infierno. El ánimo pasó a esa fase turbia o de cierta obnubilación.

Ahí mismo, sin saber qué hacer con tanta angustia, me propuse volver a ese sueño, atraparlo, alterar los acontecimientos, como Emilio Gauna en el “Sueño de los Héroes” de Bioy, pero a la inversa (por si hace falta aclararlo, él había soñado su propia muerte).

Mientras tramito la pesadilla de la realidad, seguiré intentando con un relato, una crónica y, si se puede, un cuento. Por ahora esto y la sincronización del viento suave, la rosa y tu perfume.