Juan Carlos Cirigliano lleva una larga vida atravesado por dos amores: el tango y el jazz. Tiene 84 años y cada vez que mira hacia atrás, topan sus ojos y su memoria con todos los músicos que tuvo cerca: Astor Piazzolla, Héctor “Chupita” Stamponi, Eladia Blázquez o The Swing Timers, de acá; Oscar Peterson, Josephine Baker, Bill Evans o Herbie Hancock, de allá. Nombres no menores, por cierto. Y representativos de una prosapia estética que los hermana a ellos. Tanto como el disco que acaba de publicar bajo un nombre que lo dice todo: A solas con el tango… y algo más.

Lo enunciado antes de los tres puntos radica justamente en que las trece piezas que lo pueblan son tangos -o géneros afines- tocados al piano en forma solista, mientras que el "algo más" se explica porque el jazz se cuela, improvisado, breve e intrépido, en ciertos intersticios de cada tema. “Pero ojo, porque disimuladamente trato de no irme de un extremo a otro. Con esto quiero decir que las piezas quedan dentro de la misma atmósfera, del mismo clima. Parto del tango, lo desarrollo con algo de improvisación jazzera, y vuelvo al tango. Toco el tema tal cual es y luego lo hago a mi manera, dicho de otra forma”, explica el pianista, arreglador y docente.

-El tango como columna vertebral, querés decir.

-De hecho, lo primero que les dije a los de Acqua (sello que editó el disco) fue "yo me siento en el piano y quiero tocar lo que a mí me gusta". Esto es, ir recordando las cosas más lindas y enfocarlas de otra manera a las versiones originales, que tal vez se han hecho de manera más bailable, porque el tango es tan rico que tiene varias facetas: está la parte bailable, que es muy asentada musicalmente; está el tango más sinfónico; está el tango de ballet… En fin, hay demasiadas formas.

-¿Y cuál es la que prima en tus gustos?

-La romántica, la que Francisco De Caro, que es una gran influencia para mí, llamaba "tango romanza"… Un tango muy evocativo y sentimental que sirve, como digo yo, para tomarse un whisky a las doce de la noche y viajar un poco.

-¿Meter esas viñetas jazzeras en medio de estas piezas resulta sencillo o es arduo el trabajo?

-En mi caso, tomo al tango como lo escribió el compositor y trato de respetar la melodía. Luego, lo que hago es rearmonizar, cambiar la armonía en algunos casos, pero tratando de que la melodía propia del tango no se desfigure. Por ejemplo, cuando hago una melodía como la de “Niebla del Riachuelo”, de Cobián y Cadícamo, que se puede tocar de veinte maneras, trato de mantener su esencia, que a mi suena como una especie de balada. Algo similar a lo que pasa con el jazz en temas como “Cuerpo y alma”, “El humo en tus ojos”, “Según pasan los años”, quiero decir. Ah, respondo: trato de divertirme y eso no cuesta; lo que más me importa es ser sincero con lo que estoy tocando.

-De los tangos que grabaste en el último disco, ¿hay algunos que son más aptos para trabajar en clave de jazz que otros, o todos revisten similar flexibilidad?

-Bueno,  “Delirio”, un tema no muy conocido que su autor (Enrique Francini) denominó “tango fantasía”, está hecho desde una perspectiva más erudita, más clásica, porque creo que el arreglo se lo hizo Piazzolla. De todas formas, como dije antes, siempre pongo la excusa de ver qué parte del tema puedo tomar para trabajar con un desarrollo jazzístico. Más luego, algunos tienen características que amistan más con el jazz, como es el caso de la armonía de “Niebla del Riachuelo” o de “Rubí”, que también es de Cobián y Cadícamo. Con ellos es más fácil trabajar, en este sentido. Son más flexibles que otros, sí.

-¿Qué pasa en este aspecto con “Quedémonos aquí”, cuya música creó Héctor Stamponi?

-También lo es. Además, me encanta esa melodía, porque “Chupita” era otro gran melodioso. Este tema lo grabé en homenaje a él, que fue mi amigo, además. En general, elegí temas que fueron de enorme valor para nuestra música nacional. Otro ejemplo es el vals “Pequeña”, de Osmar Maderna y Homero Expósito, y otras piezas que saldrán en un segundo volumen. En fin, es tanta la riqueza de nuestra música que no resulta fácil elegir.

Vuelto el péndulo al jazz, Cirigliano ya no forma parte de The Swing Timers, agrupación en la que tocó durante más de cuarenta años y con la que grabó tres discos. “No toco más en ella porque ella no existe más”, señala el músico. El motivo es el reciente fallecimiento del clarinetista y fundador de la agrupación, Mauricio Percan, ocurrida el 16 de enero pasado. “Yo escribía los arreglos, pero el líder de los Swing Timers era él. Él era los Swing Timers por su sonoridad, por su calidez, por su forma de tocar. Sería imposible hoy buscar otro clarinetista que sienta lo que sentía él. Ya sabemos que no hay dos personas iguales”.

Cuando Cirigliano se integró al grupo de Percan, ya había adquirido gran experiencia por haber tocado en las orquestas de Barry Moral -en la que debutó en 1956, con apenas 16 años-, Ray Nolan, Julio Roth y Osvaldo Norton, y por haber recorrido trasnoches jazzeras con el piano al frente. “Viví la época en que en la Avenida Corrientes se caminaba codo a codo y todos los lugares estaban llenos. Era toda música en vivo, entonces y los discos prácticamente no existían, al punto que una orquesta grababa un disco de pasta y llamaba la atención. Eran las épocas del jazz y el tango, justamente las dos músicas que me gustaban a mí. Trabajaba como solista en night clubs, como se le decía entonces a los lugares para tocar, e hice mucha vida nocturna”, evoca el pianista, que incrementó su experiencia durante parte de la década del '60 en Suecia. Allí conoció a Oscar Peterson y a Bill Evans, en quien incluso se inspiró para componer la obra “Tango para Bill”. “El encuentro con Evans fue extraordinario. En no más de 20 días, me pasó información, me dio sus arreglos, le hice todo tipo de preguntas… El muchacho me dio una mano increíble, una información que me aclaró muchísimo el panorama”.

De vuelta en la Argentina, Cirigliano tuvo un fugaz paso en el quinteto de Astor Piazzolla, y uno un poco más dilatado, en el octeto electrónico del tiburón marplatense. “Cuando volví de Europa, donde estuve radicado bastante tiempo, acá había cambiado todo: empezaron los Beatles, el Club del Clan, el rock, y todo aquello de lo que hablaba antes fue desapareciendo”, recuerda el músico, hoy –también- docente en las cátedras de Composición y Música Popular de SADAIC.

-Lo que no cambió al regreso fue tu amor a dos puntas por el jazz y por el tango. De otra forma, no hubiese sido sencillo tocar con Piazzolla. ¿Cómo fue tu experiencia con él?

-Arrancó así: yo estaba acompañando a Raúl Lavié una noche en Michelangelo y cuando estaba subiendo para la función, Astor me interceptó en la escalera, y me dijo "me tenés que ayudar, porque Osvaldo Manzi chocó con el auto". ¡Me agarró pánico! En ese momento, la formación de Piazzolla era el quinteto y... había que tocar ahí, ¿eh? Cuestión que, tras el impacto, él me tranquilizó, me llevó al camarín, donde estaban Amelita Baltar, Antonio Agri, “Kicho” Díaz y “Cacho” Tirao, que era el guitarrista en ese momento, y me dio las partituras. Al final creo que zafé, porque luego Astor me convocó para un espectáculo que hicimos en Canal 13, e incluso hicimos un disco con Amelita para la CBS. Por supuesto que se trató de un momento imborrable, que dejó un sello enorme en mí.

-Ni hablar de cuando tocaste en el Carnegie Hall, ya con el octeto electrónico.

-Cómo describirlo... Había grandísimos músicos nos querían levantar en andas cuando terminó el concierto en el Carnegie y nos invitaron a tomar un vino de honor, porque tocar con él era codearse con los mejores músicos del mundo. Luego, lamentablemente para nosotros, Astor cambió de idea como hacía siempre, se fue a Europa y rearmó el quinteto, que era más erudito. Tocar con Astor era como tocar el cielo con las manos: lo tenía al lado y nunca vi tocar a nadie el bandoneón así. Además, sus composiciones, ¿no? Un músico que te abría la cabeza, que te decía "bueno, a ver si te avivás y seguís este camino".

De las trece piezas que conforman A solas con el tango… y algo más, no hay ninguna que pertenezca a Piazzolla, porque justamente el próximo disco de Cirigliano –que se publicará primero en Barcelona- consiste de un homenaje al marplatense que llevará por nombre Astor y yo. “Lo grabé con un quinteto y sin bandoneón”, explica el maestro, que tuvo entre sus alumnos al “Chango” Farías Gómez, Pedro Aznar, Leopoldo Federico y Edelmiro Molinari. “Dijimos, bueno, no está Astor, no está el bandoneón, ¿qué hacemos, entonces? Y lo resolvimos así, sin el bandoneón”. El trabajo está poblado en su mayoría por los temas de Piazzolla que Cirigliano tocaba en tiempos del octeto, pero ahora a su manera. Será, por lo demás, un disco más en la batalla para guardar cerca de otros de su cosecha como El sonido de la ciudad, concebido en 1986 con su grupo de entonces (Los Músicos de Buenos Aires), o Erase una vez un poeta, basado en obras de Francisco De Caro.

-¿Cuál fue la pieza que más disfrutaste tocar con Astor?

-“Adiós Nonino”, sin dudas, pese a su complicación. Después, tocar la Suite Troileana y Lumiere también era hermoso. Le hicimos un lindo homenaje a Astor en 1995, cuando con el octeto de Daniel Piazzolla, en el Teatro Ópera. Participaron Chick Corea, Gary Burton, Danilo Pérez y Hermeto Pascual. Inolvidable.

"Decadencia"

El presente de la cultura

-¿Cómo ves este momento incierto, incluso de maltrato para con los músicos en particular y la cultura en general, que está atravesando el país?

-Como directivo de AADI, te digo que estamos preocupados por la ley que pretende el gobierno que se la apruebe el Congreso y donde hay 2 artículos, donde se intenta terminar con las sociedades de gestión. Nosotros somos una asociación civil sin fines de lucro que no recibimos ningún dinero del estado, somos simplemente distribuidores de los derechos de los intérpretes musicales que nos faculta la ley 11723 de Roberto Noble y Matías Sánchez Sorondo. Espero que el gobierno recapacite.

-¿Y respecto de la cultura general, cómo ves la situación?

-Bueno, en general lo que veo es una decadencia, pero a nivel mundial. El jazz, por ejemplo, fue una cultura enorme que no tiene ni color ni bandera, como la música clásica. ¿Acaso es alemana o española? No, es clásica, tal como pasa con el tango desde lo que hizo Astor, que es universal. Bueno, toda esta historia, a mi gusto, está decayendo.

-¿Por qué creés que pasa esto?

-Porque no está informando bien a la juventud. No estoy escuchando mucha buena música en los últimos años.