Horacio Ferrer, enorme poeta y tanguero uruguayo, jamás habrá imaginado que su genial “Balada para un loco” inspiraría el título de una nota como ésta. De modo que, con el debido respeto, quien aquí firma se apresura a pedir disculpas por el inocente plagio puesto que, como el lector verá, no viene a cuento de poesía ninguna.
El paro y movilización del 24 de enero cimentó la esperanza de que el protagonismo popular se multiplicaría en el venidero mes de marzo. Motivos para ello no faltaban ni faltan. Por el contrario, con el correr de los días las medidas y anuncios oficiales no han hecho más que estrechar los ya magros bolsillos de la población laboriosa. Todo se ha acelerado pero, en un doble sentido: cada vez son más los que menos tienen y cada vez son menos los que más poseen.
Asimismo, la experiencia conjunta de haber derrotado la pretensión de imponer la ley ómnibus reforzó, tanto en las filas legislativas de la oposición como en las de las organizaciones sociales y sindicales que se movilizaron al Congreso, la certeza de que en marzo esa confluencia debería potenciarse, sin olvidar, claro, que la derrota del gobierno tuvo su principal ingrediente en las disensiones expuestas por la oposición amigable. De hecho, la actual ofensiva gubernamental contra el “nido de ratas” revela que, a pesar de querer barrer los cimientos del bloque histórico que se consumó como tal hace casi ocho décadas, aún encuentra obstáculos en algunas de las fracciones del capital que lo apoyan en ese objetivo porque sus intereses también peligran.
Pero fue el gobernador Axel Kicillof quien, en conferencia de prensa previa a su reunión con los demás gobernadores, logró ponerle nombre y apellido a la ofensiva gubernamental: se trata de un brutal intento de disolver la Nación. Esta definición se convierte en un enorme paraguas político porque su corolario inmediato es la extrema necesidad de la unidad nacional para enfrentar al gobierno depredador. Es decir, podrá haber -como las hay- diferencias de matices y concepciones entre quienes padecen el despojo ordenado por el gobierno de Javier Milei y Victoria Villarruel, pero el objetivo de defender la Nación ante la avalancha neocolonialista es lo que se impone como criterio de unidad.
De manera que los preludios de marzo ya son calientes, no sólo porque las provincias han salido al ruedo sino también porque los gremios aportan lo propio. La Fraternidad, Sanidad, Docentes, Estatales, Aeronáuticos, arrancaron sus propias medidas de fuerza. Por su parte, los movimientos sociales de distintos signos políticos, en alianza con algunos sindicatos como ATE Capital, ya “visitaron” la sede del ministerio de Capital Humano para reclamar víveres para los comedores y, cómo no, para astillar una vez más el protocolo represivo de Patricia Bullrich. Otro tanto ocurrió con el abrazo al Inadi, organismo cerrado por el gobierno justo cuando, en Bariloche, será juzgado el longko Mauro Millán por ser fiel al legado de sus ancestros mapuche y encabezar las ceremonias y el kelluwün, que es la ayuda mutua entre comunidades cuando una de ellas la precisa.
Así las cosas, marzo tendrá, más allá de los previsibles conflictos sectoriales en aumento, sus dos citas multitudinarias. El 8 será el turno de los feminismos populares y el 24 será el de la memoria obrera y popular. Nadie duda que ambos hechos congregarán tanto a las organizaciones y militantes como a un vasto universo de ciudadanas y ciudadanos que concurrirán a dichas concentraciones por fuera de las estructuras convocantes. Se trata, hay que enfatizarlo, de las reservas intocadas de un pueblo que bajo las peores circunstancias jamás dejó de resistir. La pregunta es cuánto tiempo podrá hacerlo sin una conducción orgánica porque la velocidad de aplicación del plan neocolonial de Milei también se fundamenta en esa limitación objetiva.
La política de avanzar y dejar tierra arrasada que el gobierno ensaya sin pausa desde el primer día de su mandato obedece, junto con lo antedicho, a la convicción de que aun si fracasara por completo lograría, no obstante, imponer un retroceso abrumador a las fuerzas nacionales y populares. La combinación entre la guerra relámpago (“blitzkrieg” ¿se acuerdan?) y la ausencia de una dirección política reconocida y legitimada por el pueblo podría ser letal si, de inmediato, no se produjera una articulación de todas las formas de la resistencia.
Y aquí es donde talla marzo. La persistente vigencia de los feminismos populares y su expresión vital como movimiento que nuclea a las más diversas corrientes de pensamiento y acción, sugiere una matriz de construcción democrática, horizontal, transversal y militante que, en la coyuntura actual, puede cobrar nuevos bríos. Es que a sus reivindicaciones imperecederas -condición remozada por el “diktat” del ministro de Defensa de prohibir el lenguaje inclusivo a las Fuerzas Armadas- viene a sumarse la incuestionable posición anticolonialista puesto que la disolución nacional no haría más que exacerbar las tendencias machistas y represivas del bloque en el poder.
Por su parte, el efecto imantador de cada 24 de Marzo hará del próximo un acto multitudinario a escala nacional. Miles y miles de ciudadanas y ciudadanos volcados a las calles y principales plazas del país harán que la memoria obrera y popular vuelva a desplegar la histórica bandera con la consigna Patria sí, Colonia no.
Los previsibles hechos multitudinarios del mes próximo tienen, esta vez, otro condimento especial: en medio de la crisis de representación que paraliza y enmudece a las dirigencias tradicionales, estos acontecimientos simbolizarán una vocación de resistir que el pueblo todo exhibirá sin eufemismos ni metáforas forzadas.
Marzo, pues, “tendrá ese no sé qué ¿viste?”: un hito demarcatorio, una argamasa, una esperanza y, quizás, el cimiento sobre el cual edificar, en medio de la batalla, el frente popular que se proponga, en serio, liberar a la Nación del peligro neocolonial.