No me vengan con River-Boca, Independiente-Racing o Belgrano-Talleres. Los citados derbys son simples clásicos de una fecha. Si pensamos en grande, pensemos en el clásico del mes, qué digo del mes, el Superclásico del verano: el de los repelentes tratando de llevar a otro plano a los inoportunos e impertinentes mosquitos.
Porque, hay que decirlo, los mosquitos durante este verano molestaron a los argentinos solo en dos ocasiones: de día y de noche.
Esa simple y fastidiosa causa nos llevó a organizar un partido desafío entre el Repelentes Unidos y su rival de toda la vida: el Mosquitos City, un encuentro que más que partido, fue un “picado” (por razones obvias).
Comenzó siendo un match de trámite parejo, así lo entendió el técnico de los insecticidas, que presentó una línea de 4 defensores munidos de espirales, 2 carrileros cubiertos con repelentes en aerosol en la línea media y se valió de un volante y 2 delanteros con tabletas insecticidas con fórmula de rápida acción, y como artillero principal colocó a un centro delantero provisto de un poderoso insectocutor led anti insectos de origen alemán con el objetivo de desnivelar rápidamente el encuentro.
Ante el complicado panorama que se le presentaba, el DT de los dípteros apostó por su clásica táctica de rodear al arquero rival de una nube de mosquitos, una apuesta que le salió a la perfección y que fue clave para liquidar al rival. El arquero en cuestión, Máximo Picado no terminaba de atrapar el balón que empezaba a aplastar mosquitos a diestra y siniestra, hecho este que se agravó al promediar el segundo tiempo, cuando una bandada de Aedes aegypti comenzaron a entrometerse en su ropa interior y ahí todo se le volvió incontrolable. Se picó mal.
Fue entonces que la hinchada visitante integrada por zancudos de toda calaña, comenzó a cantar lo que fue su himno hasta el final del encuentro:
Somos mosquitos, vamo’ a picar
nuestro zumbido te hace temblar.
Somos bien guapos, bien samurais.
No le tenemos miedo al Raid.
Somos la pesadilla de tu verano,
somos insectos algo ariscos,
Te vamo´ a dejar un grano,
más grande que el Obelisco.
Con más ganas que fútbol, los mosquitos se metieron en el partido, pero sobre todo entre las partes más sensibles de los cuerpos de la hinchada de los llamados “Defensores de la piel” que, a pesar de pasarse el partido rascándose a 4 manos, nunca dejó de alentar:
Solo le pido a Dios
que hoy ganen los repelentes.
Estos mosquitos no pican, muerden
Y de rebote tal vez nos contagien dengue.
Un grosero error táctico de un defensor del equipo antizancudo, al no regarse de una suficiente cantidad de repelente a tiempo, derivó en el gol de la banda de depredadores que, con ayuda de sus alas, empujaron el balón al fondo del arco, lo que consiguió enmudecer al estadio. No se escuchaba ni el zumbido de un insecto.
Ese fue el fin de la ilusión para el team de los insecticidas, liquidado por el numeroso equipo de Aedes aegypti que bañaron de gloria, ronchas y sangre la jornada.