La Era Milei es el reverso argentino de la Era de hielo. Esa película que le hace honor a la resistencia que emprende la asociación a contramano de la subsistencia del más fuerte, como Ignacio Lewcowicz y Cristina Corea alguna vez escribieron. En la película un cachorro humano, un perezoso y un mamut amuchan sus desamparos y se atreven a discutir los “mandatos naturales”. Nos toca a nosotres, ahora, amucharnos, armar manada para no extinguirnos. Perseveramos, somos luciérnagas titilantes, hondos faros para ojos ávidos de algún resplandor, por más mísero y mínimo que sea. Persistimos como gotas contra el vidrio, insistencias de lluvia, como Cortázar contra una casa tomada.
La Era Milei promete más fríos inhóspitos y deshielos implacables.
Sabemos que la naturaleza es indiferente al género humano, y que es así que se edifican los imperios de la muerte: como si fueran un monumento a la naturaleza del desierto o del glaciar, kilómetros de geografía no humana. Indiferencia radical que condena con su sentencia a muerte a aquellos que no podrán sobrevivir, seguir pugnando por ampliar esa brecha que permite que la sobrevida pase a ser vida, por el "derecho a aparecer". Leo a Judith Butler una vez más. Ella escribe lejos de este país nuestro al borde de un Río de la Plata con sus desaparecidos aun buscando juntar huesos y nombres, aún sin haber llegado a una tumba. Del otro lado, la cordillera que fundó territorio de cruce, alguna vez, para incipientes soberanías e independencias. Entre ambas orillas, orillas de memoria que no cesa de necesitar escribirse, inscribirse, y que retorna, sigue retornando hoy, en este derecho a aparecer del que Judith Butler en otra geografía escribe, y agrega que el miedo y la esperanza mantienen relaciones complejas. Lo sabemos.
También nuestras orillas son el miedo y la esperanza, y nuestro frente privilegiado es la multitud, con su inédita potencia política. El derecho a ocupar el espacio público (con el cuerpo y con la palabra, con esperanza y con miedo, con lenguaje inclusivo y perspectiva de género), el derecho a batallar por las múltiples apariciones que vamos a seguir reclamando, las nuestras: aparecer y aparecer con vida, con nuestras vidas que se resisten a la condena a la sola y muda sobrevivencia.
Sin esa libertad de reconocimiento y de dignidad para todes y cada une, ninguna libertad existe. Entre aquellas mismas orillas insistimos en seguir peleando y trazando una definitiva frontera con opresiones, violencias, con la crueldad, el horror y la muerte.La Era Milei será un tiempo inmedible. ¿Cuánto durará? no lo sabemos.
Lo que sí sabemos es conspirar como conspiran las estrellas huérfanas (así nos enseñó John Berger), capaces de urdir impredecibles constelaciones, como una Era estelar que se promete a quienes confiamos en las señales de la noche y a quienes inventamos señales en la noche.
Érase una vez... lo que seguiremos siendo: la historia humana de la resistencia.