Aya Kōda

1904 – 1990


Hirayama (el espléndido Koji Yakusho) protagonista de Días Perfectos, la película de Win Wenders, compra libros usados por un dólar y los lee cada noche sobre su tatami. Lo vemos leer Las palmeras salvajes de Faulkner y lo vemos comprar Árbol, el libro de Aya Kōda, la escritora que merece mejor suerte lectora según la librera de la película. “Tardan las cartas”, escribió Jaime Gil de Biedma, tardan pero llegan, lo saben los libros de Lucía Berlin y lo sabrán también los de Aya. ¿Quién publicará a Aya en español? ¿quién la estará traduciendo? 

 Aya Kōda nació en 1 de septiembre de 1904, su papá Rohan era escritor, su hija Tama (1929) y su nieta Nao (1963) también son escritoras. Una madre muerta (Aya tenía cinco años), un padre, una madrastra y algunos años problemáticos en la Escuela Normal Superior para Mujeres de Tokio y en Joshigakuin, una escuela secundaria de la que se graduó en 1922, arman el resumen de su biografía de juventud sin versión corregida. Se casó a los veinticuatro años con un vendedor de sake, se divorció diez años después y se fue con su hija a vivir con su papá que ya no vivía con su segunda esposa. Los tres vivieron juntos hasta que Rohan murió en 1947.

Aya Koda en 1950 (Fundación Koda)

Los primeros textos de Aya (tenía 43 años cuando empezó a publicar) hablan de su papá, los que les siguieron también, aunque en ellos cuente la historia de su propia infancia y adolescencia. Un animé, lleva su nombre, ¿es un homenaje? La Aya dibujada es una chica con pelo rojo que usa un vestido amarillo, medias violetas y zapatos rosas. La Aya dibujada practica artes marciales todos los días y es una guerrera de la justicia. La Aya escritora indaga en sus relatos, en sus novelas y en sus ensayos en la vida de las mujeres, en las relaciones familiares y en los pormenores de la cultura tradicional. Una guerrera de la justicia. Una ficción autobiográfica, un ensamble de crónicas y mundologías, tramado de implicancias como el tramado de la tela de los kimonos que cubre las tapas de su colección de ensayos (¡queremos tocar esas telas!), que se hamaca en el viento de la confesión y la fantasía.

 ¿Es ella la criada que protagoniza su cuento sobre una criada en casa de geishas? ¿Está contando su vida de criada a principios de la década de 1950 en una casa en Yanagibashi? Invención de la herrumbre novelesca y hogareña gobernada por las maniobras de la vida perpendicular, que ilusión leerla. Los últimos años de Aya (miembro de la Academia de Arte de Japón en 1976) están dedicados a la tierra y a los árboles, y es sobre los árboles por lo que la lee Hirayama, la lee para alargar ese encuentro entre los árboles, la luz y la sombra, la lee para continuar ese intervalo que la cultura japonesa llama komorebi y que describe el momento justo en el que aparece el brillo que solo se logra cuando las hojas de un árbol dejan que pasen los rayos de sol. Un movimiento único y luminoso entre el amarillo del sol y el verde de las hojas que dura en el goce y en la textura de un instante.