El profesor de literatura escribe en el pizarrón el nombre de la obra que será discutida durante la clase. Las palabras permanecen fuera de campo, pero una alumna levanta la mano y afirma, sin pelos en la lengua, que “esa palabra está mal. No es gracioso. No deberíamos leer todo el día la palabra que empieza con N”. La clase, universitaria, versa sobre literatura del sur estadounidense, y el texto a analizar es The Artificial Nigger (El negro artificial), el cuento de Flannery O'Connor que toma su título de una pequeña estatua de jardín que representa a un afroamericano comiendo un trozo de melón (en uno de los capítulos de la reciente temporada de Curb Your Enthuasism Larry David y sus amigos se meten en problemas por una figura de cerámica similar). En la época de su publicación, como parte del volumen Un hombre bueno es difícil de encontrar, los editores le pidieron cambiar el título del relato breve, pero la autora refirió la importancia de mantener ese término que, hacia mediados de los años 50, ya era comprendido como denigrante y racista. El profesor explica que, dado el contenido curricular de la materia, los alumnos se encontrarán regularmente con pensamientos arcaicos y palabras groseras, pero que la clase está integrada por adultos que pueden comprender el contexto en el cual los textos fueron gestados. La alumna, blanca, insiste: “Es que encuentro que esa palabra es realmente ofensiva”. El docente, negro, responde “Si yo pude superarlo, no veo por qué no podrías hacerlo vos”. El prólogo culmina con la joven saliendo raudamente del aula, aún más ofendida que antes.
La ópera prima del realizador Cord Jefferson, Ficción estadounidense, presenta a su protagonista, académico de pura cepa y escritor algo frustrado por el escaso éxito de sus libros, enfrascado en esa pequeña lucha contra la corrección política llevada al límite del absurdo, aquella que pugna por borrar cualquier vestigio de ofensa en textos, películas y canciones del pasado. Hacer como si nada de eso hubiera existido y ocurrido. Es un comienzo lógico para una película que hará de la representación de la “minoría” (término confuso, resbaladizo) afrodescendiente uno de sus temas centrales. La única nominada a los premios Oscar (Mejor Película, Mejor Actor, Mejor Actor Secundario, Mejor Guion Adaptado y Mejor Música) que no ha pasado por las salas de cine locales, el film de Jefferson, es una adaptación de la novela Erasure, de Percival Everett, y puede verse desde hace algunos días en la plataforma Prime Video.
Thelonious Ellison, a quien todos apodan “Monk” por obvias razones jazzísticas, observa con consternación y algo de enojo como la publicación de We's Lives in Da Ghetto, la novela de una joven autora negra de clase acomodada “que sólo conoce Harlem por haber visitado a unos parientes durante un par de días” (con esas palabras la define Monk en la novela), y que ya desde su título ofrece una mirada coloquial a la “experiencia afroamericana”, se transforma en un masivo éxito de ventas y crítica. La furia de Thelonius no hace más que aumentar cuando su nuevo libro es rechazado por enésima vez por las editoriales, las grandes y las pequeñas. Su editor insiste, pero ¿por qué debería escribir sobre aquello que el mercado, el público y la prensa considera que debería escribir un escritor estadounidense de piel oscura? Erasure fue publicada en 2001 y desde su lanzamiento fue celebrada como una sátira ácida y punzante sobre los discursos imperantes en el arte y la literatura afroamericana, y eso es exactamente lo que intenta emular el realizador Cord Jefferson en su adaptación. Para ello, contó con la presencia inestimable de Jeffrey Wright, uno de los grandes actores secundarios del cine norteamericano que aquí brilla como figura central en un papel complejo y ambivalente. ¿Y cambiante?
En el momento de la publicación de Erasure, el autor de novelas como Los árboles y No soy Sidney Poitier, declaró que “todos mis libros surgen del deseo de explorar algo sobre el lenguaje y cómo este funciona, aunque también escribo historias que tocan otros temas. A pesar de las similitudes entre el personaje de Monk y yo mismo, yo no soy él ni él es yo. No es una novela autobiográfica. Mi experiencia al escribir novelas que no tienen nada que ver la literatura afroamericana parece chocar con For Her Dark Skin, mi novela sobre el mito de Medea cuyo personaje central es negro. Pero es cierto que encontrar For Her Dark Skin en la sección Estudios Afroamericanos de las librerías parece un error y va en contra de mi trabajo. Alguien interesado en la mitología griega no buscaría esos libros en la sección afroamericana, y alguien interesado en los estudios afroamericanos probablemente no esté interesado en la mitología griega. En fin, es una pérdida de ventas para mis libros, además de que es algo culturalmente ofensivo”.
EN EL GUETO
Eso mismo le ocurre a Monk mientras se pasea entre los anaqueles de una librería, en una escena jugada al humor y un poco al absurdo. El joven asistente del local no sabe cómo responder a las demandas del posible cliente; en realidad, un autor defendiendo la posibilidad de que sus libros tengan mayor visibilidad y puedan desencadenarse del mote de “literatura negra”. Salir de ese gueto editorial en el cual está encerrado por las leyes de la corrección y también las del mercado. Tanto en Erasure como en Ficción estadounidense (el título original, American Fiction, juega con la eliminación del “african” antes de “american”), Monk debe tomarse una licencia en su trabajo como docente como consecuencia del enojo y ofensa provocados en la alumna, situación que es aprovechada para visitar a la madre, cada vez más afectada por el Alzheimer, y a su hermana menor, a quienes no ve desde hace mucho tiempo. Mientras tanto, el protagonista no puede evitar toparse todo el tiempo con entrevistas a Sintara Golden, la autora de We's Lives in Da Ghetto, en revistas y en la televisión. Best seller que, a sus ojos, no hace más que retroalimentar todos los lugares comunes de la “negritud” en los Estados Unidos: miseria, drogas, violencia, crimen, sufrimiento y, en algunos casos, redención. Acostado en la cama frente al televisor, Monk sonríe con sorna ante una línea de diálogo de Rico o muerto (Get Rich or Die Tryin', 2005), que compila los cinco mandamientos del jefe de una banda de traficantes de crack con ansias de dominar el barrio.
Entrevistado por The New York Times, Cord Jefferson describe su interacción con la novela y el recuerdo de que la intención de llevarla al cine fue casi instantánea. “Al llegar a la página veinte sabía que debía escribir una adaptación. Al terminar el libro, supe que tenía que dirigirla. Hay muchas cosas en el libro que me hablan directamente. La más obvia es la reflexión sobre las expectativas de un artista negro en este país, lo que la gente quiere o piensa que debe ser un artista negro. Eso formó parte importante de mi vida cuando todavía trabajaba en el ámbito del periodismo. Escribí un artículo titulado ‘El ritmo del racismo’, que tenía que ver con la idea de que los periodistas negros están ahí para escribir sobre las cosas malas que les pasan a los negros, el racismo y la violencia”.
Respecto de todo aquello que se espera de un creador (ya sea escritor, cineasta, poeta, dramaturgo o artista plástico) de piel negra, el director debutante recuerda que, cuando llegó a Hollywood, imaginó “que había un mundo de oportunidades y que podría escribir sobre lo que quisiera. A fin de cuentas, la ‘experiencia negra’ en los Estados Unidos ahora incluye de todo, hasta ser el presidente. Pero hay géneros para los ‘proyectos negros de prestigio’: el esclavo que se sobrepone a la adversidad y logra escapar, el activista por los derechos de los afroamericanos que supera el racismo blanco, las historias de pandillas suburbanas, la pobreza, los hogares quebrados”.
En una situación que bien podría formar parte de otra sátira dedicada a las mismas cuestiones, Jefferson rememora una anécdota real hilarante. “Esta historia que le ocurrió a una amiga ejemplifica esto a la perfección. Llegó a una reunión de producción en una compañía y comenzó a detallar sus intereses como guionista. ‘Me gustaría escribir comedias románticas, del estilo Cuando Harry conoció a Sally. También me interesa escribir un thriller erótico del estilo de los años 90. Tres horas después del fin de la reunión, la llamaron y le ofrecieron escribir el guion de un esclavo ciego que, gracias a un benefactor blanco, aprende a tocar el piano y se convierte en un músico prodigioso. Ven a una persona negra y no pueden pensar más allá de eso”.
OTRA VUELTA DE TUERCA
En la ficción creada por Everett y recreada en la pantalla por Jefferson, Monk atraviesa con resignación sus días de asueto cuando una tragedia inesperada y una decisión inevitable lo sacuden como si se tratara de un terremoto, aunque la presencia de una vecina a la cual se acerca casualmente promete abrirle algunas puertas que permanecían cerradas desde hacía bastante tiempo. Es entonces cuando decide tomar al toro por las astas y dar el paso que motoriza de allí en más el resto de la narración: escribir un libro bajo seudónimo que satirice todo aquello que tantas otras novelas, como la publicada por esa colega, describen de manera seria y solemne. En otras palabras, echar mano a los clichés de la “experiencia negra” y ponerlos en tinta sobre papel como una suerte de broma, haciéndose pasar -la frutilla del postre- por un escritor novel con pasado de presidiario. “Una novela que incluye padres buenos para nada, raperos, drogas duras”, todo lo necesario para dejar al descubierto la desfachatez de esos libros elegidos por la crítica y aplaudidos por los lectores blancos. Claro que Monk no puede imaginar el corolario de ese particular proceso creativo: la novela, que pasa de llamarse “My Pafology” a ser rebautizada simple y rotundamente como “Fuck” (otro gesto de mofa rebelde que termina dado vuelta como una media), parece ir en camino de transformarse en el último fenómeno editorial. Y en una posible película, previa venta de derechos de adaptación. En palabras de su editor, “el chiste más lucrativo que jamás hayas contado”. Un verdadero tiro por la culata.
Comedia dramática de combustión lenta pero constante, Ficción estadounidense pone eventualmente a su héroe en una situación inesperada y de ardua resolución: transformarse en lo mismo que detesta, vendiéndose a aquellos motores culturales que esquivó durante años de vivir en la escritura ignota y la más rigurosa enseñanza, o desnudar el chascarrillo a costa de su propia credibilidad. Al mismo tiempo, la reservada vida privada del escritor debe enfrentar una serie de circunstancias inesperadas -las buenas y las malas-, acompañado de una mujer que ha comenzado a comprenderlo (o no tanto) y un hermano menor que parece empeñado en refregarle en la cara todas las zonas erróneas. Mientras Monk observa en la tevé una publicidad del Mes de las Historias Negras, un compilado de telefilms sobre esclavitud, tiroteos en el gueto y otros grandes éxitos de la representación afroamericana, su novela secreta está a punto de transformarse en todo aquello que detesta. ¿Será “Fuck”, parafraseando la letra de una canción del otrora rapero inconformista Ice Cube, “The Nigga Ya Love to Hate”, el libro que amará odiar durante el resto de su existencia?