En la enorme diversidad de formas de acceder al ocio podemos enumerar rápidamente al turismo social, como en los complejos turísticos a cargo del Estado de Chapadmalal, al turismo gremial en hoteles sindicales, la compra de departamentos y casas de veraneo por los sectores medios y altos, los viajes cortos en hoteles, albergues, hosteles y campings. En los 90 surgió la modalidad del tiempo compartido, que planteaba una modalidad de “propiedad sin inmueble” que permitía variar los destinos cada año, incluso en el exterior del país.

Pero quiero contarles que unos años antes hubo un tipo de tiempo compartido que no variaba el lugar al que se viajaba y nació como proyecto cooperativo desde posturas progresistas. Hoy sigue tratando de mantenerse a pesar de que los vientos soplen poderosamente en otras direcciones. Se la conoció como Residencias Cooperativas de Turismo, pero por la moda de los anglicismos y las siglas se la conoce más como RCT a secas.

Era la primavera peronista, con un ministro de economía fiel representante de las pymes nacionales, José Ber Gelbard, cuando dirigentes cooperativistas de Buenos Aires y de ciudades y localidades de la Pampa Húmeda alumbraron la utopía colectiva de vacacionar frente al mar, en la zona de Chapadmalal, en un hermoso complejo lleno de árboles a pocas cuadras de la playa con capacidad para unas 800 personas. Bajo la modalidad del tiempo compartido dispondrían de departamentos por quince días en el verano, y algunos más en temporada baja. Pocos años después, Martínez de Hoz ahogaría a las Cajas de Crédito que posibilitaban a los emergentes sectores medios mejorar su calidad de vida accediendo a préstamos con muy bajas tasas de interés. Pero lo cierto fue que de ahí salió la idea.

En los años ´90 supe de su existencia, porque desde el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos propiciaron la conformación de una radio FM en Mar del Plata, que se transformó en una de las emisoras más importantes de la ciudad, y se llama justamente Residencias. Tuve una compañera en el estudio que trabajaba en verano y me contaba algunas anécdotas de un par de personajes famosos que allí iban a disfrutar de su merecido descanso. Siempre me pareció un sitio un tanto misterioso, porque sabía que el cooperativismo implicaba una filosofía basada en los principios de igualdad y equidad, asociado a las ideas de transformación social. ¿Cómo sería un paraíso vacacional progresista en las playas marplatenses?

Hace unos días, mi amigo Diego Rubinzal, economista y asiduo colaborador del Suplemento Cash de este diario, me invitó al Balneario RCT a tomar unos mates. Ya conocía la zona del complejo edilicio, pero no la de carpas junto al mar. Diego me presentó a su padre, Isaac, quien es uno de los pocos iniciadores que aún quedan de esta “utopía turística”.

“Surgimos de la mano del crecimiento económico de los sectores medios a partir de los ´70. Y de entrada fue una iniciativa colectiva y familiar. Las Cajas estaban en cada pequeño pueblito de chacareros y allí se participaba muy activamente. Eran como el club o una comisión social de lo que fuera, formas de sociabilidad antes de que la tele se comiera todo. Las Cajas convocaron a sus asociados a adherir al proyecto turístico pagando una cuota, y entre todos los integrantes –incluyendo esposa e hijos- discutíamos como sería. Por ejemplo, cuántos metros cuadrados de espacios comunes, como se iba a usar el tiempo libre en el lugar, cuántas camas tendrían los departamentos, si se les colocaba cocinas, porque la idea era que la mujer, mayormente ama de casa en aquellas épocas, no cocinara en vacaciones, y por eso se construiría un gran comedor compartido. Y sobre todo lo que se te ocurra. Y eso se elevaba y se iba decidiendo la forma que tendrían las Residencias Cooperativas de Turismo”.

Isaac sigue contando: “Empezamos a construir a mediados de los setenta, y se inauguró en diciembre de 1980. Y a partir del ´83 explotó de gente. Con el resurgimiento democrático muchos querían asociarse o alquilar departamentos. El eje principal siempre fue la recreación para todos los grupos etários. Se buscaba un ocio recreativo. Y funcionaba maravillosamente, y algo de eso aún se mantiene”.

Natalia, su hija menor, agrega: “Hacíamos una especie de diario donde los adolescentes escribíamos notas de lo que se te ocurriera, una radio que emitía en el mismo sitio, campamentos temáticos dentro y fuera del predio, fogones nocturnos en la playa, y nunca faltaban las guitarras. Hoy día se hacen juegos y actividades compartidas, pero hay más espacio para lo individual. Y hay que decirlo, la gente que viene ha ido cambiando un poco”.

Isaac vuelve a contar: “Durante varios años en las carpas todas las mañanas había un intercambio casi institucional, como si fuera una asamblea, donde se debatía el día a día de la política. Eramos más de veinte discutiendo, y se armaban unos kilombos bárbaros en un clima de efervescencia democrática. También se dictaban conferencias y se organizaban charlas con gente muy reconocida, obras de teatro y recitales, algo de eso aún se sostiene, pero con menos frecuencia porque los eventos no se llenan como antes”.

Mientras lo escucho pienso que ni en la playa se abandona ser un sujeto político, pero también tiene que haber derecho al disfrute sin más. Me cuentan que muchos famosos vinculados con cierta manera de ver el mundo aún vienen a RCT. Doy fe de haberme cruzado esa tarde con el periodista Fernando Borroni y con el historiador Felipe Pigna con sus looks bien playeros.

Diego da cuenta que “si bien nuestros papás nos traían cuando teníamos diez años, después uno elige venir porque todos los años compartías con un mismo grupo de amigos. Incluso, a veces te veías en los domicilios de nuestras casas, en otras ciudades. Como en mi caso con Pablo Javkin, el intendente de Rosario, para nombrar el caso de alguna personalidad conocida. Sin hablar de los amores de verano y de matrimonios que aún siguen juntos que se conocieron acá. Hay una pareja que todos los años se saca una foto en el mismo lugar para testimoniar su vínculo conyugal”. Natalia reflexiona: “Hay algo de ritual en eso de ir siempre al mismo lugar. Muchas veces he ido a vacacionar a otro destino pero tengo que pasar al menos dos o tres días por Residencias”. “Y ahora son nuestros hijos quienes nos obligan a venir, porque la rueda sigue, lo vincular no se detiene”, completa Diego.

El patriarca de la familia retoma: “Con el tiempo se fueron incorporando más servicios: pileta climatizada, un balneario, spa, estacionamientos, mejoras varias. Por ejemplo, ahora hay departamentos de distinta categoría, ya no son todos iguales. A la mayoría se les agregó una minicocina. Si bien pagamos expensas mensuales, hubo que modificar un poco el proyecto original, sino no hubiéramos podido mantener la infraestructura. Y tuvimos que adaptarnos a los nuevos tiempos, por eso se alquilan a gente de afuera. Pero aunque ya tenga ochenta años yo no soy un nostálgico que se la pasa renegando. Lo de ahora es distinto, pero no mejor ni peor. Tengo confianza en que RCT seguirá en el futuro, porque sostenemos un modelo alternativo al modo hegemónico de vacacionar”. Y sonríe.