Soy un observador iniciático que se suele equivocar: creo ver en gestos ajenos y no queribles -gente adversa- cosas inimaginables. Llevo pegada en el alma las sombras de Poe, Baudelaire, Kafka o Arlt y adivino -con errores muy finitos- lo que las caras, los rictus, el cuerpo, la boca dicen. Todo. Los ojos dicen. Es de muy chico que intuyo, creo, descreo, anoto y circulo por esta selva de plantas y animales basándome en defenderme de presuntos ataques, porque me considero detectar en algunos movimientos humanoides, acechanzas que me tornan paranoico pero certero en mis presunciones. Sólo escribo como un cartógrafo en mi bitácora, y leo, leo entre dientes y entre líneas, intuyo y juego al espía. Pero no digo nada y las más de las veces acierto. Eso sí: me toca cobrar muchas veces y me arremolino para que no me rompan las costillas. Mientras espero y pienso. Pienso y repienso. ¿De qué estamos hechos? ¿Hay alguna falla en la especie humana? ¿Estaremos hechos a imagen y semejanza de un dios imperfecto, cruel, mal dormido y con mucha fafafa? ¿Somos hijos de extraterrestres pasados de frula cósmica? Barrionuevo expuso aquella frase lamentable: hay que dejar de robar por dos años. Si se le hubiese hecho caso y tocado el tema a fondo ahora no habría chantajes a inocentes, perjurios y condenas espúreas. De eso no se habla porque al hacerlo parece que uno se está defendiendo de lo que tanto se les acusa. Pero se debió ir hasta el hueso y no se hizo, muchachos. Por eso y tanto más ganó el Malo.

Lo veo; está allí y es el presidente electo. Sus fotos subido a una tarima de madera para parecer más alto. Esconde su papada y su panza. Nunca ha leído poesía ni detenido ante una hoja caída en el piso luego de la tormenta. No ha visto films con finales abiertos. No ha disfrutado de la parsimonia del cine iraní. Ni entendido los chistes sutiles, ni los Monty Pyton, ni las cumbias y su transpirado meneo, ni la poética del rock, ni los sueños hermosamente monstruosos e idealistas de los poetas ni las lágrimas mortuorias de las poetas cuando fallecían de amor y de desidia en una sociedad de machos carneros. Nunca se ha emocionado ante un poema de Alfonsina o reido con Capusotto o visto en Tita Merello a la mujer ideal. Nunca conoció el amanecer de los colectivos llenos que nos llevaban como a Auschwitz pero eran fábricas o galpones donde se destilaban el hierro o se forjaba el aceite para lubricar barcazas o para envenenar ciudades. Nunca gastó el spleen de no ser más que un objetito a cuerda. Dicen que en un momento lo fue, pero el tamaño de su horror está lejos de la complacencia indolora de unas oficinas con grilletes. El quizás haya sido algo peor: el abismo al fracaso, el asco de ver su cuerpecito desnudo, y llorar por los golpes del pasado que lo aturdían y le hicieron jurar venganza, porque estaba escrito que se levantaría de la mugre para reinar y hacer sufrir setenta veces siete lo que el mismo sufriera. 

Una vida penosa, un bumerang horrible, un espejo deforme, una injusticia sin medida. Un crimen con todas las letras que se habrá juramentado allá lejos, encerrado en el baño repasando los moretones y soñado que algún día tendría entre sus manos a actrices de polleras laminadas, pechos enormes y piernas de gigantas con un sexo diminuto. Lo único que ofrece son palabras como ratas, ofensas a los downs y al dinero como excremento. Nada vivo vivió. Está difunto, es un zombie. Religiones cambiantes, perros que muertos ordenan el diseño de un país, ultratumba, carne tumefacta y valle de lágrimas. Cartas echadas al mar. Un mar de lava fosforescente dibujado por Zuckerberg y al volante de un Tessla volador va Elon Musk. Niños desnudos, niñas empaladas sin juicio, pornografía, órganos vendibles, crucificados como Cristo, venta y colocación de drogas vía internet. Cartas de violencia y rencor mal escritas. 

Cartas de amor impuras que vuelan sobre el corset de las Infantas, sobre los cuadros de Velázquez , las matanzas de Goya y los dibujos del Tomi. Cartas que anuncian que estas cosas que se publican en los diarios que buscan ser legítimos no sirven para nada: solo son tinta seca, manipular de dedos sobre las teclas como queriendo limpiar el panorama de sangre. Y el tuiteo demente: solo son falanges tristes y rabiosas que aprietan pero dicen poco comparado con el olor a azufre y sudor de un milico vestido de Robocop apaleando a un maestro, llevando de los pelos a una chica, señalando a los que filman, a los que sufren, a los hambrientos. A esto nos llevaron. A noventa segundos del Fin del Mundo….” . La manito sudada del presidente se detiene en mi hombro y por sobre él lee lo que escribo.

-Che, ¿Esto es actual o distópíco, como dicen ustedes los zurdos?

Contesto con una frase del actor Carl Whaters. El grone que peleó contra Rocky Balboa:

-“Es muy importante para mí que cada personaje que yo interpreto tenga ambigüedad. Porque sin eso, no podría ser un personaje. Nadie tiene una sola dimensión. Todas las personas tienen en la vida real tantos aspectos dependiendo de las circunstancias en las que ellos explican quiénes son en términos de su personaje”

-¿Y eso con que se come? -responde el mandatario.

-Cuando lo llamaron para actuar el mintió acerca de su condición boxística: nunca habíase puesto unos guantes y sin embargo ligó el papel de su vida. Es decir, o sea, como decís vos, que cualquiera puede llegar a cualquier lado engañando bastante y luego sosteniendo el embuste. Se puede firmar un papel y luego desfirmarlo. Se puede usar una palabra y luego en los actos verter su opuesto. Se puede fingir demencia cuando lo que el loco hace es arreglar con su médico para que lo exima de pagar impuestos a la cordura. Se puede adulterar, regalar, coimear, engatusar, destrozar a un país con su gente adentro y nada pasa. Ni la conciencia golpea la puerta para advertir.

-Estás mirando muchas pelis del futuro -coteja y se estira sobre sus piecitos de bailarina trunca mientras bosteza y ya dispuesto a echarse una siestita se saca su traje y se queda con una mallita roja. Es un rombo perfecto: cabeza en punta, cintura de peleador de sumo y patitas de conejo.

-Imaginé que el viernes renunciabas. Te peleaste con los gobernadores, sos un fusible, estás loco y no sos argentino. Estás empiojando el mangueo internacional, la soja se cayó y nadie quiere dolarizar. Querés vender la Antártida. Vas al Fondo porque sos un suicida, pero de los que se quieren salvar. Encima la mina del FMi se llama Gita. Aprendé de los kamikazes con sus zeros. Lo tengo en la mirilla y disparo con el dedo.

-¿Che boludo que te pasa? ¿Me querés matar de un susto, eh? El cero es la perfección. Toma el control del aire y lo pone en 14.

-Tengo muchos amigos en pareja y yo no… ¡No sé cómo ayudarlos! Se tropieza con su chiste, luego medita. Ah. Me olvidaba de que no tengo amigos. Hay que bajar la temperatura del mundo y devolverlo a la Era del Hielo. Que sobrevivan los que saben cazar focas y se sepan enfrentar al oso blanco en sus dominios. Solo así aprenderán a ser hombres de bien, duraderos, una raza especial y estéticamente superiores ¿Comprendés?

-Comprendo que la crueldad es almorzar detrás de una vidriera con Caputo y Stuzenegger mientras que el pueblo los mira. Ni una albóndiga, ni pan. El crimen no paga. Crimen de cuello blanco y de trajes sastre de oro, tu hermana con Dolces Gavannas y Rolex. Tus perros conchetos. Burlas al síndrome de Down, pero se prohíbe el inclusivo. Policías con gas pimienta, lesivo, quemando la piel y que los médicos tratan con otro protocolo porque no se sabe qué grado de afección produce. Ojos con balas de goma incrustadas, periodistas golpeados, jubilados internados, disparos a mansalva, diputados que defienden la policía, gente presa por cantar el Himno. Una gesta de sangre y arcadas.

-Gesta de sangre. ¡Qué buen título para una de tus pelis zurdas favoritas! O sea, exclama mientras empina una mamadera de leche maternizada con gas oil proveniente del sur.

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