El viernes 2 de febrero, las autoridades chilenas registraron entre cuatro y cinco focos ígneos en un sector de la Reserva Nacional Lago Peñuelas. El hecho de varios focos en simultáneo, como coordinados, despertó sospechas de un origen intencional del fuego, algo que pasaría a segundo plano en medio de la urgencia.
En plena ola de calor, con temperaturas que llegaron a los 40 grados y fuertes vientos que facilitaron la propagación de las llamas, los próximos días en Chile se extendería uno de los incendios más letales de su historia, la peor tragedia desde el mortal terremoto de 2010. El fuego avanzó rápido por bosques y pastizales y llegó a lugares densamente poblados. A los bomberos les costó cinco días controlar las llamas. En ese tiempo 133 personas murieron y miles de familias perdieron sus casas.
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El segundo día de este megaincendio las autoridades ya hablaban de 43 mil hectáreas quemadas, 19 muertos y regía un estado de excepción por catástrofe para agilizar la movilidad de las dotaciones de bomberos que llegaban de todas las regiones hasta las más afectadas, entre ellas Valparaíso.
El tercer día la cifra de muertos ascendía a 64 y el presidente Gabriel Boric reconocía que este número iría en aumento. "Puedo tristemente confirmar que hay 64 muertos. Esa cifra va a crecer, sabemos que va a crecer significativamente", dijo el mandatario desde Quilpué, zona de cerros poblados en las afueras de Viña del Mar.
En Quilpué, a unos 90 kilómetros de Santiago, había casas y autos carbonizados. Miles de vecinos habían quedado atrapados durante horas en medio del tráfico mientras trataban de escapar bajo una lluvia de brasas. Los bomberos voluntarios trabajaban contrarreloj. Todavía quedaban 30 incendios activos.
Al día siguiente, cuarto de esta tragedia, la lista de fallecidos había trepado a 112. La magnitud de este incendio forestal que afectaba la región de Valparaíso no tenía precedentes en esta zona del país. A esta altura, la intencionalidad, decían los funcionarios, era más que evidente. "Aquí hay intencionalidad y, por tanto, todas las autoridades vamos a ejercer el máximo rigor (...) Los vamos a perseguir, y los vamos a buscar y los vamos a encarcelar porque se han perdido vidas humanas y se han perdido bienes materiales que son tremendamente importantes", decía el mandatario en una de sus apariciones públicas.
Viña del Mar
Al cuarto día de la tragedia las víctimas fatales ya eran 112 y todavía el fuego no se había podido apagar completamente. Viña del Mar, a 120 kilómetros de Santiago, fue una de las zonas más afectadas por el fuego. Según un informe del Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres (Cigiden), el incendio afectó el 34% de la superficie de la ciudad.
Las llamas arrasaron con el 45% de la cobertura de pastizal y arbustos, y destruyeron el 10% del suelo construido. Los sectores más afectados fueron Los Almendros B, Villa Independencia, Alto Horizonte, El Olivar I, El Olivar II, Villa Hermosa y Villa Rogers.
Los daños incluyeron infraestructura de industrias químicas y manufactureras, pérdida de alumbrado público y transporte, torres de alta tensión, un colegio y un centro de asistencia sanitaria.
Barrios vulnerables y viviendas precarias
Las llamas alcanzaron asentamientos informales, donde los materiales de las viviendas precarias hicieron las veces de combustible para que el fuego avanzara rápido.
Por la crisis habitacional los cerros de Viña del Mar están sobrepoblados. Durante los últimos años, cientos de miles de personas que llegaban a esta ciudad desde otra latitudes se instalaron en los cerros, donde se levantaron barrios enteros. Las casas, sobre todo de madera, ardieron en cuestión de minutos.
Los bomberos no pudieron llegar a varios puntos de estos barrios por la falta de calles o los estrechos caminos. Aquí la destrucción fue total. El fuego consumió todo. Las familias perdieron sus casas y pertenencias. Muchas volvieron a instalarse en carpas una vez apagado el fuego y esperan, de a poco, poder volver a levantar su hogar.
Según cifras del gobierno, en la región de Valparaíso, antes del incendio, ya faltaban 38.079 viviendas, la segunda cifra más alta del país. Tras el incendio, otras 15.000 viviendas resultaron afectadas, según el balance oficial.
Responsabilidades
Todo parecería indicar que el origen del fuego fue intencional. De hecho, la Corporación Nacional Forestal (Conaf), afirma que el 99,7% de los incendios se originan intencionalmente o por imprudencia. En los últimos 20 años, se incrementaron un 23% los incendios dolosos, según cifras oficiales.
Pese a la intencionalidad o no del origen, otro dato debe ser tenido en cuenta para juzgar la magnitud del incendio: Viña del Mar no contaba con un plan de emergencia actualizado según el requerimiento del Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres. Según una investigación del medio chileno CIPER, solo 10 municipalidades de las 38 que conforman la Región de Valparaíso confirmaron tener un plan de emergencia conforme a las nuevas reglas. El resto tenían uno desactualizado o no lo tenían.
El milagro de Botania
Cuando las autoridades declararon que los incendios que se cobraron la vida de 133 personas habían sido completamente sofocados, una foto comenzó a circular por las redes sociales hasta viralizarse. La imagen mostraba varias hileras de casas, vistas desde arriba, emplazadas en medio de un monte arrasado por las llamas. El fuego avanzó por la vegetación y las laderas de los cerros pero, como si existiera una línea imaginaria alrededor de este barrio, se detuvo a unos metros de las casas que no sufrieron ningún tipo de daño. Los vecinos pudieron autoevacuarse a tiempo. El “milagro de Botania” como pasó a conocerse la historia de este distrito tuvo poco de milagro y mucho de prevención.
Las 70 casas del barrio de Botania, ubicado en el límite entre Viña del Mar y Quilpué, se salvaron del fuego por un programa vecinal de prevención de incendios que los vecinos aplicaron con compromiso.
El programa de prevención diseñado e implementado por la Corporación Nacional Forestal (Conaf) con apoyo de Caritas Chile incluye medidas sencillas que hicieron la diferencia.
1- Capacitación entre los vecinos para conocer potenciales peligros y cómo actuar.
2- Instalación de estanques de agua con capacidad entre 4.500 y 10.000 litros para mantener la humedad del entorno.
3- Desmalezamiento constante para evitar que el paso seco, altamente combustible, colabore con el rápido avance del fuego.
4- Establecer una “distancia segura” entre las viviendas y la vegetación. Para calcularla, explicaron los expertos, hay que tomar la altura del árbol más alto y multiplicarla por tres.
5- Mantener las calles y veredas limpias. La basura contribuye a la generación de incendios.
6- Limpiar los troncos de los árboles quitándoles todo el follaje que estén a menos de dos metros del suelo para evitar que transporten el fuego que se extiende al ras del piso.
7- Mantener una buena comunicación para actuar a tiempo cuando se detectan los focos de incendio.
Autoridades de la Conaf confirmaron que estudian replicar este tipo de modelos en otros barrios y ciudades ya que se trata de un modelo de prevención de incendios de bajo costo pero que tiene limitaciones. “Debe ser una comunidad organizada con líderes y lideresas que puedan gestionar el entusiasmo y participación de sus miembros", explicó el jefe nacional de Prevención y Mitigación de Conaf, Rolando Pardo.