Una obra sobre Cromañón. Sobre la precariedad de las condiciones en que se hace arte. Sobre el rock y la contracultura. Y, fundamentalmente, sobre la figura de Omar Chabán. Todo eso es Mugre Superstar (viernes a las 22 en Espacio Callejón, Humahuaca 3759), escrita por Natalia Buyatti y Santiago San Paulo, quien también es el director. Es cordobés, tiene 37 años, y se define así: "Vengo laburando hace como diez, doce años, en vincular al teatro con nuestra historia, lo que nos pasa, nuestros mitos. Nuestros traumas sociales".
Podría decirse que el espectáculo se divide en dos partes. Hasta llegar a la fatídica noche del 30 de diciembre de 2004 -parte centrada en la historia de una chica que insiste a su madre para ir al recital de Callejeros y que sobrevive al incendio-, la obra repasa hitos de la vida y "obra" de Chabán, como la apertura de Cemento, y plasma su modo de ver la cultura y su vínculo con Katja Aleman (sin nombrarla). Para armar todo el recorrido San Paulo se empapó de información de archivo y tomó contacto con sobrevivientes y familiares de víctimas. En efecto, tiene vínculo con Movimiento Cromañón y participa de los actos organizados por el colectivo; y el relato de la joven que asiste al recital en la obra está basado en el testimonio de Fabiana Puebla -sobreviviente-.
"Es raro el límite entre la realidad y la ficción. Esta es una obra artística, entonces se valora lo que pueda aportar la ficción al documento. Los nombres son de ficción; las escenas también. Es muy difícil, por ejemplo, contar Cemento en media hora", plantea el director. "Lo que puede aportar el documento a la ficción decanta solo. Uno hace el trabajo de ver, empaparse, hablar, escuchar", agrega. Hace tres años dirigió a Martín Slipak en La ilusión del rubio, sobre la desaparición de Facundo Rivera Alegre, de 19 años, en la ciudad de Córdoba. De modo que el cruce entre realidad y ficción es un sello de su obra.
El estreno de Mugre Superstar coincide con el año en que se cumplen 20 del incendio, pero el origen de la obra está bastante más atrás. En 2016, becado por el Instituto Nacional del Teatro, San Paulo viajaba todos los martes desde Córdoba hasta la ciudad de Buenos Aires para estudiar en el Sportivo Teatral. Se quedaba solamente por el día. Un colectivo barato lo dejaba en Once a las 6. "Lo primero que descubrí fue la placa donde era el Bar La Perla, que decía que ahí Tanguito compuso 'La balsa'. Crucé la plaza (Miserere) rápido y me encontré con el santuario de Cromañón. Después encontré el edificio, que estaba fajado por la Justicia. Había un vidrio a través del cual vi una escena muy derruida, con sillones... como que lo habían dejado tal cual, y habían pasado 12 años. Me llamó la atención en sentido poético", recuerda. "Pensé en la cuestión de la precariedad no sólo en Cromañón, sino en un montón de lugares a lo largo y lo ancho del país, porque ante la ausencia del Estado no queda otra que laburar en condiciones precarias. Cuando hay poco laburo no queda otra", desliza.
Sintió "miedo y desamparo" cuando, en la oscuridad y de repente, apareció un grupo de gente ocupando el pasaje hacia la plaza. Instintivamente, para protegerse del peligro, se arrodilló frente a una de las fotos del santuario. "Puse la mano, bajé un poquito la cabeza, como si hubiera ido ahí porque tuve algún conocido en Cromañón. Automáticamente la banda me zigzagueó: un respeto total. Cuando se estaban yendo, uno de los pibes me gritó 'aguanten los pibes de Cromañón'. Me dio emoción. Miré la foto, era la de Julián Rozengardt, una de las 194 víctimas. Más o menos tendría mi edad cuando pasó lo de Cromañón. Le agradecí." En ese entonces se dijo a sí mismo que escribiría una obra sobre el tema.
Dentro de un acontecimiento tan transitado, quizá un aspecto en el que detenerse es en cómo la obra aborda la figura de Chabán. "Fue demasiado demonizado por los medios de comunicación. Obviamente entiendo el reclamo de sobrevivientes y familiares. Pero en los medios era el único que daba la cara. Es un personaje de dos caras: fue obviamente responsable de lo que pasó, aunque no el único. Al mismo tiempo, fue clave en la reconstrucción histórica del underground en Argentina en una época muy importante, la post dictadura. Toda esa movida generó las condiciones para que gente como yo, millennials que nacimos en democracia, podamos encender la llama del arte", analiza el dramaturgo. "Chabán fue protagonista de la ligazón entre el lenguaje artístico refinado, lo poético, con lo popular", completa.
San Paulo marca un contraste con Rafael Levy, el dueño del edificio. "Chabán alquilaba un boliche ya montado. Levy, a su vez, había montado talleres clandestinos con inmigrantes que siguieron laburando después de lo que pasó. ¿Cómo puede ser que no aparezca en ningún lado? Fue condenado a tres años, en las audiencias pidió protección, es muy difícil encontrar su cara. Cumplió un año y medio, salió, terminaron los juicios y le devolvieron la llave. Hay algo injusto en relación a esto, por eso la obra posa la mirada sobre el fantasma, sobre Chabán, para darle la oportunidad de que hable. Y sobre el hilo de precariedad que llevó a Cromañón, en un momento en que estamos peleando por lo mínimo, por que no nos saquen los organismos que fomentan a la cultura. Nos impulsan a arriesgarnos a que pase otra vez lo que pasó", reflexiona San Paulo.
En el espectáculo actúan Martina Krasinsky, Juan Luppi, Martina Ansardi, Olave Mendoza y Dolores Burgos. Así como no se nombra a Aleman no se nombra a Callejeros y tampoco se escucha su música. La música de Mugre... es prácticamente toda original, compuesta por Joel Costas. El texto incluye un posicionamiento claro a favor del reclamo de familiares y sobrevivientes para que el edificio se convierta en espacio de memoria, iniciativa aprobada por el Congreso en 2022 y reglamentada por el gobierno de Alberto Fernández en diciembre del año pasado. "No se avanzó. Ahora nadie atiende el teléfono", lamenta el director.
Un hecho sucedido recientemente llenó de sentido a la obra: la bengala que un joven encendió en Niceto, que según San Paulo "revive el debate, la pregunta sobre Cromañón y el dolor". Y concluye: "La obra es un intento de despegarnos, de salirnos del trauma. Es posible habiendo pasado 20 años. Hasta ese momento teníamos un sujeto joven que buscaba comunidad y denuncia en el rock. Yo me imagino a esos pibes en el pasaje, agitando. Sin poder irse hasta que eso sea un espacio común de la sociedad. Los imagino como espectros vivos. No muertos o paralizados. Les dedicamos la obra a ellos, pero antes de que se prenda fuego la mediasombra: a esos espíritus buscando tribu en medio de una realidad que siempre es opresora".