"Tiene miedo, la casta tiene miedo". El canto bajaba desde los palcos atiborrados de dirigentes y militantes libertarios y fluía por la bancas de les diputades y senadores que miraban - incrédulos, exultantes - a Javier Milei y repetían, como si el canto no fuera para ellos: "La casta tiene miedo". La apertura de sesiones ordinarias fue todo lo que la oposición se había anticipado: palo, golpe e insulto y, a último momento, un simulacro de acuerdo disfrazado de Pacto del 25 de Mayo. La zanahoria a cambio de sus votos para el (resucitado) proyecto de ley ómnibus. En la oposición amigable se imaginaban un desenlace similar y abandonaron la asamblea legislativa preparándose para un fin de semana de conversaciones. "Falta para mayo", deslizó el gobernador cordobés Martín Llaryora a la salida. El PRO y La Libertad Avanza, en cambio, estaban triunfantes, amalgamados ya como si fuera un mismo espacio. "Veremos si alguno se entusiasma con ser oficialista ahora", ironizaban, mientras tanto, desde Unión por la Patria.
Engalanado con su bastón presidencial perruno y la banda, Javier Milei ingresó a las 20.40 por la explanada del Congreso preparado para conseguir su revancha tras el fracaso del proyecto ómnibus. "Viva la libertad CARAJO", escribió dos veces en el libro de honor, antes de dirigirse al atril que se había hecho colocar en el recinto para tener su propio state of union. Victoria Villarruel se aferraba a su brazo, como queriendo dejar en claro que no había problemas entre ellos. Y tras un fuerte abrazo con José Luis Espert y el resto de la bancada libertaria, Milei miró a los ojos a los legisladores que hace pocos días había llamado "ratas" y comenzó a hablar.
Habló de orgía de gasto público y denunció que las moratorias para jubilados eran "una afrenta moral", aseguró que la creación de universidades era un "curro de la política" y reivindicó el protocolo represivo de Patricia Bullrich, que miraba sonriente desde el reservado para el gabinete nacional. Ante cada declaración, la diputada Romina del Plá (PO) se paraba y levantaba un cartel que decía "Milei jubilate vos por $134.440" o "Nos cortas el salario docente". A modo de respuesta, los palcos cantaban o gritaban. "Van a tener que salir a laburar ahora", rugía una mujer ubicada en el tercer piso. La misma que después insultaría a Mario "Paco" Manrique, diputado de Unión por la Patria y dirigente de Smata, que siguió todo el discurso de espaldas a Milei, mirando una pared.
Les diputades del PRO aplaudían con el mismo entusiasmo que les de LLA. Hernán Lombardi casi se pone a bailar cuando Milei mencionó que cerraría la agencia pública de noticias Télam. Silvia Lospenatto gritó "Vamoooos" cuando dijo que los condenados por corrupción en segunda instancia no podrían presentarse a cargos públicos. El gran éxito de la jornada para el PRO, que mantiene un baile de idas y vueltas sobre la posibilidad de crear un interbloque con LLA, fue la embestida contra los sindicatos. Damián Arabia, Cristian Ritondo, Diego Santilli y Alejandro Finocchiaro festejarían como si las palabras hubieran salido de la boca de su ex candidata presidencial. "Te choreó el discurso", le diría uno a Bullrich, después.
Les radicales, en cambio, mantenían cara de piedra. Lo mismo Miguel Ángel Pichetto, Emilio Monzó y el resto de Hacemos Coalición Federal. El momento de mayor tensión llegó cuando Milei apuntó contra Gerardo Morales por haber metido preso a un docente por tuitear contra su esposa. "Ofende el silencio de aquellos que se dicen republicanos", diría, frente a la mirada asesina de Karina Banfi, Rodrigo de Loredo y Martín Lousteau. Ritondo y Arabia, sin embargo, aplaudían.
La juventud libertaria enfundada de traje, mientras tanto, armaba una fiesta en los palcos. Miraban y sonreían a sus referentes ubicados dos pisos atrás, como Agustín Romo o Santiago Caputo. "Motosierra, motosierra", vociferarían, en más de una ocasión. Más escondido, entre las sombras, Daniel Scioli presenciaba el discurso en otro de los palcos.
Pese a los insultos y amenazas, y la extorsión manifiesta a los gobernadores, ningune de les legisladores se levantó y se fue. No había sido aleatorio: había sido una decisión consciente que había guiado gran parte de las discusiones internas de todos los bloques opositores los días previos.
Desconfianza y rabia
“No, no voy a llorar”, sonreía con odio Rodrigo de Loredo a la cámara de LN+, en donde la diputada de LLA, Juliana Santillán, que estaba sentada en el piso que conduce Esteban Trebucq, acababa de ironizar fuera de aire “Quizá se conmueve y llora y después vota en contra”. El intercambio, dos horas antes de que arrancase la Asamblea Legislativa, escenificaba el clima de desconfianza y rencor que predominaba entre los legisladores antes de que Milei diera su discurso de apertura. Ya a la defensiva, les diputades y senadores se preguntaban con qué nuevo insulto saldría el presidente, que ya los había llamado “idiotas útiles”, “ratas” y “delincuentes”.
Con distintos tonos e intensidades, Union por la Patria, la UCR, el PRO y HCF habían tenido una misma discusión interna: o ponerle un límite a los insultos presidenciales y abandonar el recinto o quedarse y reivindicar el espacio que ocupaban. Todas las bancadas tenían su núcleo furibundo que reclamaba abandonar el Congreso si Milei los insultaba, especialmente en UxP. Ahí la discusión había arrancado el jueves a la tarde y se había resuelto recién horas antes de que arrancara la asamblea. “Algunos creíamos que cuando arrancara a insultarnos teníamos que irnos, no podemos habilitar que nos diga cualquier cosa. Pero es cierto que no podemos regalarle a Milei que festeje que ‘las ratas’ abandonamos el Congreso”, ironizaba un diputado norteño peronista.
Finalizado el discurso, pese a los insultos a Cristina Fernández de Kirchner, Axel Kicillof y Máximo Kirchner, UxP estaba satisfecho de no haber cedido el espacio. "El que no la ve es el presidente Milei", cuestionaron, luego, desde un comunicado.
El PRO estaba tranquilo --"Te rompiste las manos aplaudiendo", chicanearía más de uno a les dirigentes macristas, finalizada la asamblea-- y la UCR se había resignado a resistir, sabedora que es el punching ball preferido del presidente. Les diputades de HCF, en cambio, habían tenido una reunión larguísima antes de que arrancara la asamblea con el objetivo de definir caminos a seguir en base a las declaraciones que diera el Presidente. "A menos que agarre un arma no nos vamos a levantar. Ya sabemos qué va a pasar: va a putearnos 45 minutos y después los últimos cinco minutos va a intentar tender un puente", anticipó, profético, uno de los dirigentes que integra el bloque que comanda Miguel Ángel Pichetto.
Unas horas antes, a un dirigente de HCF le había llegado un mensaje de Guillermo Francos: "Esperen al final que a Pichetto le va a gustar". Dicho y hecho, sobre el final del discurso, Milei lanzaría la convocatoria a los gobernadores a firmar un contrato social para refundar la Argentina. Los cordobeses, que oficiarían de anfitriones de este encuentro, no sabían bien como interpretarlo. "Él hizo su show y narrativa. Pero agarró el guante de que tiene que haber un acuerdo. Veremos", deslizó uno, mientras abandonaba el Congreso. Afuera, las banderas de las organizaciones de izquierda todavía estaban en la Plaza de los Dos Congresos.