Pocos han oído hablar hoy de la película holandesa Carácter (1997), pero ganó el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Lo mismo ocurrió con Memorias de Antonia (1995). A principios de la década de los noventa, los Países Bajos produjeron más éxitos en los Oscar, con nominaciones para los dramas Hermanas gemelas (2002) y Zus & Zo (2001). ¿Tampoco escuchó hablar de ellas? Esta racha fue el resultado de un juego de la industria cinematográfica holandesa: tras darse cuenta de que los únicos miembros de la Academia con tiempo y ganas de ver las películas internacionales que optaban al Oscar solían estar al final de sus carreras, los holandeses se limitaron a presentar dramas de buen gusto.
"En aquella época, los votantes de la Academia eran todos jubilados, gente mayor", dice Claudia Landsberger, entonces directora de la agencia holandesa de promoción cinematográfica Holland Film. Proyectaban las películas sin descanso y ponían anuncios en las revistas especializadas del sector. "En aquella época, aún podíamos celebrar una fiesta en casa del Consulado. Paul Verhoeven y Jan de Bont venían a conocer a todos los miembros de la Academia".
En siete años, los holandeses consiguieron cuatro nominaciones a los Oscar y dos victorias, todas ellas por películas que la mayoría del público de fuera de los Países Bajos ni siquiera sabía que existían. Su éxito revela una verdad incómoda sobre las campañas de premios. No son necesariamente las mejores películas las que ganan, sino las que se promocionan con más descaro y astucia.
A veces, puede ser tan sencillo como elegir la fecha o fechas adecuadas. Este año, a muchos espectadores británicos les desconcertó la decisión de estrenar a finales de enero en el Reino Unido la película de Alexander Payne Los que se quedan, una cálida comedia dramática ambientada en las vacaciones de Navidad. Sobre todo porque en Estados Unidos se estrenó en salas limitadas a finales de octubre y en salas grandes dos semanas después. Pero el prolongado despliegue en el Reino Unido coincidió con la ronda final de votaciones de los Bafta, y fue el equivalente al outsider en una carrera de caballos. Todo el mundo había estado prestando tanta atención al favorito de las casas de apuestas, Cillian Murphy, por Oppenheimer, que los tomó por sorpresa la avalancha de publicidad tardía en favor del protagonista de Los que se quedan, Paul Giamatti.
Al final, Murphy ganó el Bafta, pero tanto él como Giamatti habían triunfado en los Globos de Oro, en las categorías de Mejor Actor de Drama y Mejor Actor de Comedia/Musical, respectivamente. La expectactiva generada por los premios de Los que se quedan también convirtió la película en un éxito de taquilla en el Reino Unido, algo que podría no haber ocurrido si se hubiera estrenado antes.
"Mirá, hay que mantener el interés", solía decir el magnate del cine Harvey Weinstein sobre la ceremonia anual de los Oscar. Años antes de que se descubrieran sus delitos sexuales, Weinstein era famoso por hacer todo lo posible para que las películas producidas por Miramax, el estudio que cofundó con su hermano Bob, ganaran premios. En su libro The Oscar Wars ("La guerra de los Oscar"), el autor Michael Schulman relata con exhaustivo detalle las nefastas tácticas de campaña que Weinstein desplegó, la más notoria para asegurarse de que Shakespeare Enamorado, de Miramax, venciera a DreamWorks y a Rescatando al soldado Ryan, de Paramount, en la carrera por el Oscar a la mejor película en 1998. Entre otras cosas, dijo a The New York Times que Rescatando al soldado Ryan había decaído rápidamente tras su famosa escena inicial del desembarco en la playa. También hubo informes de publicistas independientes de Miramax que "destrozaron totalmente" la película de Steven Spielberg ante otros periodistas.
En un momento de La guerra de los Oscar, Schulman describe cómo Weinstein tomó prestadas tácticas de campaña del mundo político para asegurarse de que sus películas salieran victoriosas. "Al presentar la valiente secuencia del Día D de Rescatando al soldado Ryan como un lastre, Weinstein había canalizado una de las reglas de las artes oscuras de la política de Karl Rove: ataca la fuerza de tu oponente, no su debilidad".
Cuando se trataba de convencer a los votantes de la Academia para que votaran por sus películas, Weinstein tampoco era ajeno al enfoque "el sexo vende". Al principio de su carrera, cuando promocionaba un sombrío drama escandinavo de 1987 titulado Pelle el Conquistador, publicó carteles con la espalda desnuda de una mujer que apenas aparece en la película. Y funcionó. La película ganó el premio a la mejor película de habla no inglesa en los Oscar de 1988.
Más tarde, cuando la empresa estaba promocionando El juego de las lágrimas (1992), de Neil Jordan, sobre un miembro del IRA que se enamora de una mujer transexual, Weinstein y su equipo intentaron desesperadamente mantener al coprotagonista de la película fuera del ojo público. Jaye Davidson, el actor que interpretaba al personaje transexual, fue finalmente nominado en la categoría de mejor actor de reparto, lo que no hizo más que revelar el giro central de la película.
Atrás quedaron los días en que se podían comprar premios. El caso más notorio fue el de los Globos de Oro de 1982, cuando el millonario financiero israelí Meshulam Riklis llevó en avión a Las Vegas a miembros de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood. En respuesta a la hospitalidad de Riklis, su joven esposa, Pia Zadora, fue galardonada con el premio a la Nueva Estrella del Año por su criticada interpretación en el thriller Butterfly. Las otras nominadas eran Elizabeth McGovern por Ragtime y Kathleen Turner por Fuego en el cuerpo, pero no tenían ninguna posibilidad. "Con sus mohínes y sus caderas ondulantes de mujer niña, Pia Zadora es una Bardot americana", dijo entusiasmado el crítico Rex Reed sobre su actuación. A nadie pareció parecerle incongruente que esta cita descaradamente sexista se utilizara en los anuncios de la campaña.
El "escándalo Pia Zadora", como se conoció rápidamente, representó el punto más bajo de las campañas de premios. No obstante, desde entonces ha habido muchos subterfugios y prácticas sinuosas en la carrera por los Oscar y los Globos de Oro.
Cada vez que se modifican las normas de las campañas de premios, se crean lagunas que los cineastas y distribuidores más ingeniosos pueden aprovechar. La cineasta chilena Maite Alberdi recibió este año su segunda nominación al Oscar por su largometraje documental La memoria eterna, una historia de amor sobre un matrimonio afectado por un diagnóstico de Alzheimer. Alberdi admite libremente que su anterior nominación al Oscar, por su documental de 2020 El agente topo -que actualmente se está convirtiendo en una serie dramática protagonizada por Ted Danson-, contó con la ayuda de la epidemia de Covid.
"El agente topo era una película independiente", recuerda. "No teníamos presupuesto para una campaña, pero conseguimos la nominación porque la campaña de los premios era más democrática. Todo era online, así que no necesitabas presupuesto para hacer proyecciones en Los Ángeles". Durante la pandemia, los estudios de Hollywood no tenían nada en lo que derrochar el dinero. No hubo lujosas fiestas ni ostentosas proyecciones en persona. Eso significaba que las películas más pequeñas podían competir con las grandes en igualdad de condiciones.
En vísperas de los Oscar de este año, se han producido las habituales recriminaciones y murmuraciones sobre los olvidos y las omisiones. Uno de los puntos de discordia son los desaires a Barbie, después de que Greta Gerwig y Margot Robbie se quedaran fuera de los premios a la mejor directora y actriz, respectivamente. Los defensores de películas como Ferrari, Saltburn, The Iron Claw, Ciudad Asteroide y Priscilla también han protestado por su falta de nominaciones.
¿Ganan las mejores películas? A veces, pero sin duda ayuda si tienen asesores entre bastidores dispuestos a hablar de sus méritos, organizar fiestas fastuosas y, en general, dar la paliza en su nombre. E insistiendo en voz baja a los votantes en que, por cierto, todas las demás aspirantes son una mierda...
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.