El presidente Javier Milei insiste con el horizonte cercano de eliminación de la moneda nacional. La dolarización directa o con una estación intermedia en un esquema formal de competencia de monedas o aceptar el bimonetarismo en el marco legal son las opciones dominantes del debate económico.
Cada uno de estos senderos monetarios tiene costos de mayor o menor intensidad sobre el tejido socioproductivo y las perspectivas del desarrollo de largo plazo.
Para no quedar atrapados de estas alternativas regresivas es necesario incorporar una que hoy no tiene convocatoria, pero igual requiere ser expuesta porque es un inmenso desafío frente a aquellos rumbos que la mayoría considera inevitables: la recuperación de la moneda nacional como unidad de cuenta, medio de pago y reserva de valor.
En realidad, esta sería hoy la más audaz revolución económica argentina, base para luego pensar y ejecutar un plan de crecimiento con desarrollo e inclusión social. En esta tarea es imprescindible interpelar consignas simplistas de liberales libertarios.
Con la misión de alcanzar esa meta, las políticas fiscal, monetaria y cambiaria tienen que estar subordinadas, incorporando elementos ortodoxos y heterodoxos, a conseguir este objetivo ambicioso, teniendo en cuenta los obstáculos por la acumulación de décadas de desbordes inflacionarios que fueron debilitando la moneda nacional.
En concreto, en términos políticos no sólo hay que advertir acerca de las consecuencias trágicas de la dolarización, sino también anticipar que existe otro camino a transitar, difícil pero obligado para conseguir la anhelada estabilidad económica.
Ajuste injusto e innecesario
El proyecto de dolarización de Milei es el principal salvavidas político que tiene para un plan económico que muestra inequívocas señales de naufragio, manifestadas en tasas de inflación de dos dígitos y derrumbe de indicadores de consumo, actividad comercial e industrial, recursos tributarios, ingresos familiares y empleo.
La obscena doble vara del análisis económico dominante elude evaluar en toda la dimensión la destrucción deliberada en apenas tres meses de gobierno de Milei. Con su ministro de Economía, Luis Caputo, están aplicando un ajuste injusto e innecesario, el cual desean profundizar.
Publicitar la dolarización como una política antiinflacionaria es un exceso conceptual, puesto que se trata de una iniciativa con consecuencias dramáticas para el funcionamiento de la economía nacional más allá de la cuestión de los precios.
Los persistentes y elevados aumentos generales de precios no tienen origen exclusivamente en la moneda nacional, con diferentes denominaciones a lo largo de décadas. Es una cuestión un poco más compleja, como ha sido estudiada por especialistas de variadas corrientes del pensamiento económico.
El reduccionismo de los ultramonetaristas, con la dolarización como objetivo final, refleja el grado de degradación del debate económico local, que ignora los avances teóricos y prácticos de la política monetaria a nivel mundial. Se reitera así la experiencia de los noventa con la convertibilidad, que fue otra expresión de fantasía cuando hubo abrazos políticos, sociales y de sectores económicos a una solución mágica para encarar un problema complicado.
Una eventual dolarización puede (y debe) ser anulada
Del mismo modo que diversas expresiones del ámbito político, académico y economistas han mencionado los costos de la dolarización, inmensa irresponsabilidad en términos económicos, monetarios, productivos y de soberanía, resulta imprescindible adelantar a la sociedad que otro ciclo político opuesto tendrá la voluntad de dar marcha atrás con la dolarización.
Afirmar que es irreversible implica una resignación política sin sentido porque, por ahora, existe una mayoría que rechaza la dolarización. Incluso lo sería si hubiera apoyo importante. La experiencia de la convertibilidad es una enseñanza fabulosa.
El régimen monetario cambiario del 1 a 1 redujo fuerte la inflación con elevado desempleo, desindustrialización y salarios y jubilaciones deprimidos. La estabilidad de precios era un activo social y hasta político que terminó en estallido. La convertibilidad culminó en un fiasco porque no se salió a tiempo de este sistema monetario rígido. Lo mismo sucedería con la dolarización.
Además, revertir la dolarización en caso de que se concretara requerirá indicar que será una decisión con costos elevados, los cuales serán responsabilidad de la secta en gestión de gobierno que avanzó en ese experimento monetario. Domingo Cavallo fue el responsable de la costosa convertibilidad. Ahora es el asesor en las sombras de Milei y Caputo, y promotor de la dolarización (o de una neoconvertibilidad) como si fuera la revancha de su fracaso estrepitoso de los noventa.
La economía argentina no es la ecuatoriana ni la salvadoreña y, por lo tanto, la estructura social y productiva también es muy diferente. Los recursos materiales y humanos y la capacidad de resiliencia son muy superiores a economías pequeñas y de escasa diversificación productiva. Por lo tanto, existirá la posibilidad de escapar de la cárcel dolarizadora, como la hubo con la de la convertibilidad, aunque reconociendo que puede llegar a tener mayores costos, necesarios para reiniciar un período de recuperación y prosperidad como lo fue durante los años posteriores al fin del 1 a 1.
Los dólares no están
Un aspecto básico para concretar la dolarización es que haya dólares suficientes para concretar la conversión, salvo que Milei sea tan irresponsable (aspecto que no se descarta) de hacerlo sin los billetes verdes, apostando a que el solo anuncio genere un shock de confianza que la vuelva sustentable. Lo cierto es que no están los dólares para instrumentar la eliminación de la moneda nacional y tampoco existe una proyección de corto plazo de un ingreso sustancial de dólares vía liquidación de exportaciones, préstamos de organismos internacionales (FMI) o futuro blanqueo de capitales.
La cadena nacional privada de medios de comunicación oficialista en materia económica publicita día a día la compra de dólares del Banco Central y, por lo tanto, ilusiona con un crecimiento constante de las reservas. Sin embargo, el aumento de las reservas se explica en gran parte por la entrega de divisas en módicas cuotas a los importadores, que incrementa a la vez la deuda comercial de empresas privadas con el exterior.
Las cifras de variables económicas clave, entre ellas la de reservas del Banco Central, lanzadas al voleo por Milei en el discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso colisionan con la realidad de los datos duros. El Presidente dijo que el Central compró 9000 millones de dólares y, por lo tanto, tiene ese monto como reservas adicionales. No es así.
El stock de reservas el 7 de diciembre pasado sumaba 21.208 millones de dólares, monto que ascendió a 27.328 el viernes pasado. Después de la megadevaluación y posterior cuasicongelamiento del tipo de cambio, con el incentivo a la liquidación de dólares para aprovechar la renta en pesos, el Banco Central registra un saldo positivo de 6120 millones de dólares en tres meses. Son 3000 millones de dólares menos que los mencionados por Milei.
Este monto sería bastante menor si la dupla mesadinerista Luis Caputo y Santiago Bausili (titular del Central) hubieran normalizado el flujo de divisas a los importadores. No lo hicieron ni consiguieron dólares financieros vía endeudamiento en el mercado internacional ni del FMI. Esta acumulación de dólares es evidentemente insuficiente para proyectar la dolarización, incluso para estimar cierta estabilidad del mercado de cambio.
La apuesta oficial apunta entonces a capturar los dólares de la cosecha de soja, maíz y girasol, que dejó de ser súper por la caída de los precios internacionales y por la reducción de los rindes por cuestiones climáticas. La especulación dominante en el mercado es que no habrá una fuerte liquidación de divisas si antes el Gobierno no devalúa o libera el mercado de cambio.
Ambas medidas tendrán impacto negativo en la tasa de inflación pese a la brutal recesión, puesto que la agudización del rasgo bimonetario de la economía argentina ha acelerado la transmisión a precios de las devaluaciones.
El país que emite los dólares no quiere la dolarización argentina
Estados Unidos, el FMI y la banca internacional no acompañan el proyecto de dolarización. El país que le da a la maquinita de dólares sin pausa evalúa como peligroso este plan. El Fondo y exfuncionarios del organismo multilateral dicen que es una idea terrible. Y el Instituto de Finanzas Internacionales, entidad que agrupa a los más poderosos bancos del mundo, dice que el principal proyecto económico del líder de la ultraderecha es inviable.
¿Cuál puede ser la motivación de la demócrata administración Joe Biden de apoyar la dolarización a través del FMI con un nuevo acuerdo que incluya la ampliación del crédito en 10 mil millones de dólares si Milei se abrazó con el rival republicano Donald Trump deseándole que sea el futuro presidente de Estados Unidos?
El titular de la Corte Suprema de Justicia, Horacio Rosatti, adelantó además que la dolarización es inconstitucional. Así las cosas, el proyecto de dolarización de Milei puede entenderse de dos formas: es una mentira para seguir engañando a su base electoral o es una locura que igualmente intentará instrumentar.
Pese a todo, la economía argentina con Milei podría ser lanzada a un ensayo de laboratorio sociopolítico que no tiene otro destino que el fracaso con costos inmensos para la mayoría de la población.