El consentimiento debe ocupar el centro de las relaciones sexuales. Una de las grandes conquistas del feminismo cristalizó a través de la llamada ley del solo sí es sí, que cambió de manera determinante el paradigma y planteó las líneas rojas en los casos de agresiones sexuales, como se ha visto recientemente en el caso Dani Alves.
El consentimiento es precisamente el eje vertebrador del BDSM, cuyas siglas se refieren al bondage (atar o ser atado), dominación, sumisión y sadomasoquismo. No son pocas las sospechas que levantan estas prácticas eróticas. ¿De verdad puede existir consentimiento en la humillación y el dolor? La respuesta general, tanto de practicantes como de sexólogos, es que no solo puede, sino que debe.
Existen ciertos estigmas y prejuicios detrás del sexo alternativo. Norma Ageitos es socióloga y docente de la Escuela Sexológica, una organización dirigida a la formación de educadores sexuales. "Una especie de protopsiquiatría intentó marcar desde sus inicios qué prácticas están bien y cuáles no. Pero los estudios más recientes demuestran que esta mirada está sesgada", explica en declaraciones a Público.
El BDSM puede y debe practicarse sobre la base del consentimiento
La Asociación Estadounidense de Psiquiatría publica el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Desde los 80, "las prácticas y los deseos eróticos alejados del marco reproductivo son consideradas como enfermedades mentales", señala a este diario Bruno Martínez, también de la Escuela Sexológica. No es hasta 2013, con la quinta edición del manual, cuando se despatologiza el BDSM.
Dos modelos para regular el consentimiento
Sin embargo, "dentro del BDSM el consentimiento y su negociación es central", afirma Martínez, también de la Escuela Sexológica. "El activista David Stein acuña en 1983 el primer protocolo de buena praxis en el sexo alternativo: seguro, sensato y consensuado (SSC por sus siglas en inglés)", detalla el experto. "Desde entonces, la aceptación de todas las partes es un pilar central de la subcultura".
Algunos artículos científicos consideran que el SSC es limitado, ya que cada individuo entiende de manera diferente qué significa la seguridad o la sensatez. Además, esta última palabra, que también puede traducirse como "cordura", propaga ciertos estereotipos relacionados con la locura.
Por este motivo, existe un segundo protocolo: el riesgo asumido y consensuado para prácticas de sexualidad alternativa (RACK por sus siglas en inglés). Este modelo pone el foco en la decisión libre, consciente e informada de los participantes. A la vez, niega el derecho a que terceros interpreten lo que es legítimo y lo que no.
La palabra de seguridad es útil más allá de los contextos sexuales
Una de las características más famosas del BDSM son las palabras de seguridad. "También existen otras formas de ruido o mecanismos con la misma función para los contextos sexuales en los participantes no pueden usar pronunciar palabras", explica Ageitos a Público.
"La palabra de seguridad nos dice 'cuidado, necesitamos atender a otra cosa'. Y este uso se puede aplicar en muchos ámbitos", subraya la experta. "Se ha recomendado mucho durante los conflictos de pareja o en la crianza de las criaturas. Esto nos permite no solo impedir daños, sino también para comunicar nuestras necesidades de forma más directa".
La importancia de la comunidad
Otro factor fundamental en el peso del consentimiento son las comunidades de la subcultura BDSM. "En la actualidad existen locales con reglas y mecanismos muy explícitos para respetar la libertad ajena, y cuentan con espacios de reflexión incluso con dinámicas de veto de ser necesario", señala la sexóloga.
"En muchos lugares, la comunidad deniega el acceso a sus espacios a gente que considera peligrosa, pero depende mucho de cómo actúa la escena local", apunta Martínez a Público.
Además, Ageitos matiza que otros grupos "vigilan el bienestar entre sus integrantes y ponen el foco en la prevención de problemas, no actúan solo cuando sucede algo malo".
El estigma sobre el BDSM, un problema a nivel legal
Los prejuicios sobre estas prácticas disidentes también tienen consecuencias legales graves. Por ejemplo, Reino Unido prohíbe las relaciones BDSM.
"Esto se debe a que en su legislación no contemplan el consentimiento", explica Martínez a este medio. "Resulta problemático para todos los encuentros amatorios. El Gobierno regula qué prácticas son legítimas y cuáles no. Intentan legislar el deseo de los sujetos", advierte.
El BDSM ocupa un lugar poco respetable en la sociedad
La filósofa feminista Gayle Rubin considera que el fetichismo y el sadomasoquismo se encuentran en el fondo de la jerarquía sexual, ya que "son todavía vistos como horrores incontrolados incapaces de incluir afecto, amor, libre elección, gentileza o trascendencia".
Ageitos apunta en declaraciones a este diario que todavía existe un estigma psiquiátrico. "En 2018, en torno a un 20% de las consultas que recibió la asesoría jurídica de la National Coalition for Sexual Freedom de EEUU tenían que ver con el miedo perder la custodia de los hijos por pertenecer a estas minorías eróticas".
Tanto Ageitos como Martínez concluyen que el BDSM no es más que un juego. Se trata de una práctica erótica cuya única función es intensificar el placer de todos los implicados.