Peter Sarsgaard, esbelto y de aspecto juvenil, nominado a los Emmy y a los Globos de Oro, es un actor que nunca ha tenido problemas con las escenas de sexo, desnudos o ruptura de tabúes. En la película biográfica Kinsey se desnudó y sedujo a Liam Neeson. En el thriller psicológico The Dying Gaul fue masturbado por Campbell Scott. Para la directora Maggie Gyllenhaal -su esposa en la vida real- se encorvó a un árbol en el cortometraje Penélope y se acostó con una de sus alumnas en La hija oscura. "Soy un objeto de deseo en esa película", dice desde el estudio de su casa de piedra rojiza en Nueva York. "¡No puedo ser más objeto de deseo!".
También hay desnudos frontales en su nueva película. Memoria cuenta la historia de Sylvia, una traumatizada víctima de una violación (interpretada por una Jessica Chastain con los ojos cerrados y muy poco brillantes), que se enamora de Saul, un hombre con demencia juvenil. Sarsgaard está magnífico en este papel, que le valió la Copa Volpi al mejor actor en el Festival de Venecia del año pasado. Y Memoria, en su conjunto, es un triunfo, una de las películas más enérgicas y edificantes del año. Esto es lo sorprendente: aunque Sarsgaard se desnuda con gusto, se siente inseguro con su aspecto. "No me gusta mi aspecto", dice el intérprete de 52 años. "Eso le pasa a mucha gente. Pero supongo que es inusual, ya que soy actor".
Señala que no tiene problemas viendo Memoria, aunque dice que está "más pesado" en ella de lo que ha estado nunca, resultado de una lesión que le dejó sin poder hacer ejercicio durante unos meses antes del rodaje. "Tengo todas esas renuncias con este personaje, así que no me importa mi aspecto en él". Agrega que le resulta más difícil cuando interpreta un papel en el que un aspecto cuidado es especialmente importante. "Ya sabés, cuando se supone que tenés que parecerte a Hugh Grant. Entonces viene todo eso, la preocupación. Pero por suerte no hago muchos personajes así. No soy tan crítico con mi aspecto en las películas". Suspira. "Hay más en la vida".
No es que sea dado a la autocompasión. La esposa de Sarsgaard se ha hecho eco de la forma en que las mujeres de Hollywood son juzgadas constantemente por su aspecto, especialmente cuando se acercan a la mediana edad. Sarsgaard la entiende perfectamente. Súbitamente animado, dice: "¡Estoy tan agradecido de ser un hombre!" Explica cómo él y Gyllenhaal se encontraron recientemente con una actriz de unos cincuenta años. "Estaba allí de pie, escuchando a Maggie y a esta mujer hablar de lo difícil que es ser actriz al envejecer. Ese tipo de cosas siempre me abren los ojos. A medida que envejezco, los papeles que me ofrecen son más interesantes. Como hombre, doy muchas cosas por sentadas".
Está encantado de que Gyllenhaal haya encontrado una forma de ser visible dentro de la industria del cine. "Estoy extremadamente orgulloso de lo que ha hecho mi mujer, que es reinventarse por completo. Aunque, para cualquiera que la conozca, en realidad no es una sorpresa".
El segundo largometraje de Gyllenhaal, La novia, es una gran película de estudio respaldada por Warner Bros. que se apoya en el clásico de terror de James Whale de 1935 La novia de Frankenstein. También con guión de Gyllenhaal, cuenta con un reparto increíble que incluye a Jessie Buckley, Christian Bale, Penélope Cruz y Annette Bening. Sarsgaard interpreta al detective que sigue al monstruo de Frankenstein (Bale), a su recién creada compañera (Buckley) y quizá a alguien más. Hay rumores de que la "novia" de Buckley se emparejará con el personaje de Cruz. Pero Sarsgaard no develará nada. Sólo dirá: "¡Es una gran película de monstruos, romántica, profundamente romántica, salvaje y punk! Creo que va a ser energizante. Es traviesa. La gente se va a sorprender mucho de que sea la segunda película de Maggie. No se parece en nada a La hija oscura".
Gyllenhaal ha rendido homenaje a Sarsgaard en la prensa, diciendo que mientras ella rodaba La hija oscura él se ocupaba "del lado familiar de las cosas", un raro ejemplo de hombre que apoya "con gracia e inteligencia" a su pareja. ¿La gente le dice a su mujer que tiene suerte de tenerlo? Pone cara de incredulidad. "Siento que soy yo quien tiene suerte. Suerte de tener a Maggie. Porque ahora tengo mi propia directora que me va a poner en sus películas. Siempre he querido trabajar con alguien una y otra vez, haciendo esa relación más profunda e interesante. Creo que nunca he trabajado con el mismo director más de una vez. Mi mujer es la única". ¿Así que ése es el plan? ¿Se convertirá en la Gena Rowlands de su John Cassavetes? "¡Eso suena bien! ¡Suena muy bien! Aunque no sé si La novia es lo que llamarías una película de Cassavetes".
Cuando están en casa, Sarsgaard y Gyllenhaal no hablan de trabajo. "Vamos a rodar La novia a principios de abril", dice él. "Sé que Maggie está hablando con algunos de los otros actores de la película, pero ella y yo casi no hemos dicho nada. Ella sabe que ésa no es mi forma de trabajar. Leo mucho el guión. Luego sueño despierto con todas las cosas que no están en él".
Es el tipo de actor que piensa que un guión siempre se puede mejorar. Cuando Sarsgaard lee uno y ve una frase como "él llora", suele tacharla. "Yo decidiré si encuentro algo conmovedor. No tenés que decírmelo. Podrías hacerlo con cualquiera. Ya se me ocurrirá otra cosa". Elabora una teoría sobre la que claramente ha reflexionado. "Lo que alguien escribe en un papel, en su departamento, no tiene nada que ver en realidad con lo que hacemos ese día... Es muy difícil para un guionista meterse de lleno en cada personaje y darle su propio punto de vista. Por eso se contrata a actores".
Seguro que hay cineastas que no están de acuerdo. "Casi nunca", dice con una sonrisa socarrona. "Porque llego al set con una actitud positiva. No verbalizo nada. Cuando llaman a la acción, empiezo a hacerlo a mi manera. Luego escucho lo que dicen los directores e intento incorporarlo, o si no tiene sentido para mí, empiezo a trabajar con ellos". Está seguro de que a los directores les gusta colaborar con él. "Michel Franco, que dirigió Memoria, dijo que la palabra en castellano para 'guión' es 'guía'".
Sarsgaard está realmente orgulloso de Memoria, una película independiente de bajo presupuesto que, como él mismo señala varias veces, es un proyecto "minúsculo" que poca gente ha visto hasta ahora (sólo recaudó unos 4.000 dólares en la taquilla estadounidense). Es consciente de que el término "demencia" puede desanimar. "A menudo ni siquiera menciono esa palabra. Cuando me preguntan de qué trata Memoria, les digo: 'Es una historia de amor poco corriente'. Y lo es". Elogia a Chastain por haber presionado tanto para que se hiciera la película (fue ella quien instó a Franco a contratar a Sarsgaard). Cuando se le pide que describa a su compañera de reparto en una palabra, opta por "directa". ¿Qué diría ella de él? "¿Intuitivo? Sé que soy muy intuitivo. Esa es quizá mi principal habilidad".
Uno de sus pasatiempos favoritos es observar a la gente. "Me gusta descubrir las relaciones entre las personas. Voy al parque que hay cerca de aquí y pienso: '¿Padre e hija? No. Hombre y amante'". Hace una mueca. "Sí, puede ser raro. No hace falta que escuches la conversación. Dicen que muy poca de la comunicación que hay entre nosotros es verbal. También me gusta jugar al ajedrez con desconocidos en el parque. Me gusta intentar leerlos".
Cree que empezó a observar a la gente a una edad temprana. Su padre era ingeniero de la Fuerza Aérea y la familia se mudaba mucho. "No hablaba mucho. Era hijo único, no tenía a nadie con quien hablar. Era muy callado y tranquilo. Así que podría haber sido evidente que pensaba en algo distinto a los videojuegos". El abuelo materno de Sarsgaard, Phillip Reinhardt, "tenía el porte de Robert Duvall o Tommy Lee Jones", dice. "Era un hombre muy duro, sureño; mecánico en el cuartel de bomberos. Estaba con él todo el tiempo y no decía casi nada. Cazábamos y pescábamos. Fue él quien me enseñó a tocar la guitarra con los dedos. Solía tocar canciones de Mississippi John Hurt y Son House. Mucha música afroamericana. Sentía que le conocía mejor que a nadie y, sin embargo, no sabía nada de él. Nada literal".
La forma de interactuar de Sarsgaard suena intensa. Asiente con la cabeza. "Tengo la necesidad de saber lo que pasa con la gente que me rodea. Podría ser irritante vivir conmigo, de hecho, porque siempre estoy espiando de una forma u otra, especialmente con mis hijos. Siempre estoy pensando en ellos".
Él y Gyllenhaal tienen dos hijas, Ramona, de 17 años, y Gloria, de 11. Gloria canta y toca el violín, Ramona toca el oboe, el acordeón y el contrabajo. Sarsgaard mueve la cámara para que pueda ver los instrumentos acomodados en una esquina de la habitación. "Esto es lo que hago principalmente con mis hijas. Tenemos una pequeña banda".
El estudio de Sarsgaard parece inmaculado. Le cuento que entrevisté a Gyllenhaal cuando empezaba, cuando promocionaba la comedia negra La secretaria (2002). Me dio un consejo: hacé siempre tu cama por la mañana, como un "regalo" para vos misma. Sarsgaard frunce el ceño. "Es una gran idea. Hmm... Estoy pensando si nuestra cama está hecha o no ahora mismo. Creo que la respuesta es... probablemente". Mira por encima de mi hombro, hacia mi estudio-dormitorio y dice, alegremente: "¡Veo que la tuya sí lo está!".
"¿Sabés cuál sería mi consejo?", agrega. "Cuando te despiertes, tomate un vaso entero de agua. Eso me ha ayudado. Creo que anduve deshidratado la mayor parte de mi vida".
Justo cuando estamos a punto de despedirnos, Sarsgaard le lanza un beso a alguien. Resulta que su perra Babette, una grifona de pelo duro, está en la habitación. "¡Vení acá, cariño!" canturrea Sarsgaard, antes de tomarla en brazos. Ella le da una serie de feroces lambetazos antes de que él la deje de nuevo en el suelo. Mientras se aleja, sacude la cabeza con cariño. "Es un encanto. Sólo quiere estar conmigo todo el día".
Sarsgaard adora a los perros. Y a los desvalidos. En estos tiempos difíciles, es justo el tipo sensible que necesitamos.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.