La Naturaleza se muestra desnuda ante Andrea, con el barro burbujeante y sus habitantes acuáticos. Aunque ha pasado la noche y amanece un nuevo día, Tigre parece anticuado para ella, como si hubiera pasado de moda. Los perros, ahora libres, cruzan el río y recorren la isla. Andrea sabe que el monte blanco cubrirá su casa y las polillas negras dejarán sus huevos allí. Pero no quiere llevar la carga de negociar con la casa. Deja atrás una época en la que fue arrastrada pero nunca estuvo completamente presente.

Con esta inquietante escena comienza la Trilogía del Agua, escrita por Claudia Aboaf. Compuesta por las novelas Pichonas, El Rey del Agua y El ojo y la flor, publicadas ahora en un solo tomo por Alfaguara, abre el camino para explorar el futuro. Nacida en Buenos Aires en 1960, Aboaf creció bajo la influencia de su abuelo, el renombrado escritor, guionista de cine y crítico literario Ulises Petit de Murat, quien dejó una profunda huella en su amor por la literatura.

Además de su trilogía, Aboaf ha explorado otras facetas literarias, como en su obra Astrología y Literatura: Diálogos cósmicos: Borges - Xul Solar | Pizarnik - S. Ocampo. Su compromiso con la ecología la ha llevado a formar parte del colectivo Mirá, integrado por mujeres escritoras, periodistas e investigadoras con una perspectiva ecofeminista, que buscan promover el debate sobre la emergencia climática y su vínculo con el modelo neoextractivo en Argentina y América Latina.

En la actualidad, Aboaf reside en el delta de Tigre, donde la presencia de la naturaleza y el paisaje del río han sido fuentes de inspiración para su obra. Su narrativa envolvente y emotiva entrelaza las vidas de dos hermanas en diferentes escenarios y contextos, creando una experiencia literaria que cautiva y hace reflexionar.

Las protagonistas de la trilogía, Juana y Andrea, son como dos cursos de un mismo río, y aunque aparentan no confluir se conectan en una zona futura, esa que se delinea de norte a sur en un mapa de la cuenca del Paraná. El gesto del libro es marcar cómo la inconclusa divisoria de aguas tiene su correlato en la dimensión subjetiva de las protagonistas que en lugar de bifurcarse terminan por hallar una forma posible de encuentro.

En Pichonas, publicada originalmente en 2014, se establece el origen de la separación entre las hermanas dentro de un trasfondo emocional y familiar que marcará el desarrollo de las otras dos novelas. En esta primera entrega se plantea la exploración de la relación entre Juana y Andrea en un conflicto que ahonda en el dolor y la distancia que las atraviesa.

El Rey del Agua, publicada en 2016 continúa la historia en un escenario distópico donde el agua dulce se convierte en un recurso escaso y valioso. Tigre se ha convertido en un municipio rico debido a la exportación de agua a raíz de una economía extraccionista que instalan para su ejecución políticas de destrucción socioambiental. La trama de la novela se centra en el poder y la corrupción que surgen en este contexto, explorando temas como el control del agua, el abuso de poder, el retiro de los estados y la relación entre la tecnología y la sociedad.

En 2019 se publica El ojo y la flor, una historia que imagina un futuro sombrío donde el gobierno del Rey del Agua ha caído y la escasez de elementos afecta a Buenos Aires y al Tigre. La novela precisa las consecuencias de la catástrofe ambiental y expone una apremiante alerta ecológica a causa de la dilapidación de los recursos naturales del planeta.

HERMANA ANÁRQUICA

La Trilogía del Agua contiene esta serie de tres libros que surgieron de forma involuntaria y en momentos diferentes de la vida de la escritora. Cuando Aboaf escribió Pichonas, ella dividía su tiempo entre el trabajo en un campo ecológico del sur de la ciudad de Buenos Aires y el restaurante del Museo Evita, del cual era dueña. Había publicado en 2003 una novela titulada Medio grado de libertad, que cuenta la evolución científica de las brújulas y un hombre brújula, un texto que hoy en día se consideraría “New Weird”. Con Pichonas los personajes se enfrentan a un escenario de desmonte y humedales que está cambiando rápidamente con las nuevas formas de urbanización, que representaban por entonces los primeros barrios cerrados. La escritura de esta novela resultó profética para la autora, ya que el destino final de una de las dos hermanas protagonistas era Tigre, un lugar que ya estaba en su imaginario antes de mudarse allí. Cuando la editorial Notanpuán le propuso publicarla en 2014, ella ya había vendido el campo y estaba dejando el restaurant.

Desde entonces, Aboaf no pudo soltar a las hermanas protagonistas y eso la llevó a la novela siguiente. Del conflicto original que las mantenía distanciadas en la primera parte, pasó a tensar aún más la relación en El rey del agua. En esta novela, las hermanas comparten el campo semántico del agua, navegando por los ríos y las redes de neuronas inorgánicas. En El ojo y la flor, Aboaf explora la posibilidad de que la naturaleza y la tecnología sean el nuevo binarismo en lucha e incluso arriesga conjeturas sobre la hibridez, la condición cyborg y los nuevos materialismos existentes en un planeta biodiverso, tecnológico, multiespecista, que da claras muestras de la puesta en crisis de la supremacía humana.

Estas indagaciones, en el marco de la emergencia socioambiental, impulsaron la tercera parte que de la distopía desesperante se va corriendo hacia una reutopización de éticas alegres. Aboaf escribe con dudas y con preguntas, tal como lo hace la filosofía y más aún la rama metafísica. “La ciencia ficción, como una hermana anárquica y libre del registro de tiempo que impone el realismo, es el mejor género para estirar la imaginación y para ejercer formas de la crítica”, explica la escritora.

En 2016, Aboaf tenía lista El rey del agua y la propuesta de publicación por parte de Alfaguara. Al dar a luz El ojo y la Flor en 2019, ya había nacido en la crítica literaria la Trilogía del Agua. La composición de estas tres novelas tiene una regla que se cumple, que es la coincidencia de las protagonistas y, de un modo más visceral, la continuidad argumental que aporta la voz de la Naturaleza y su reconocimiento como sujeto de derecho.

“Para publicar esta versión revisada”, explica Aboaf, “tracé un mapa fluvial que va desde las Cataratas de Iguazú hasta la desembocadura del Río de la Plata, un mapa de la Cuenca del Paraná. El derrotero de las hermanas es el del agua marrón que tanto me conmueve y que finalmente teje la Trilogía entera. Por eso busqué a Adriana Bustos, la artista que ilustra la tapa y el interior del libro con fragmentos de su maravilloso mapa fluvial”.

Aboaf también explica que trabajó la evolución de los personajes a lo largo de la trilogía, especialmente los de Juana y Andrea, bajo el influjo de eso que define como “lo inconcebible kafkiano”.

En Pichonas, la narradora tomó el mando la dimensión siniestra, entendido tal como lo concibió Freud, es decir la reacción extrañada frente a lo familiar, esa condición que los miedos infantiles pulsan en la vida adulta. Explica Aboaf: “Las hermanas nacieron a una infancia determinada por la vida que llevaba la madre y el padre. Sus personalidades se componen de la imposición de una vida a ‘contraturno’. Fue un código de nacimiento que me permitió construirles una visión del mundo a cada una, aunque sin saber qué forma definitiva tomarían. Fue ese el tipo de composición a la que aposté en la narración”.

Pichonas “es una novela patriarcal”, asegura Aboaf, “donde los varones tienen armas y desde el principio son sus decisiones las que cuentan. Irse de su casa parece para Andrea la única libertad, la libertad del abandono, marcharse sin más que lo puesto”. Es en esa huida donde termina la primera parte de la trilogía y empieza la segunda, donde el agua aparece como única garante de cobijo y claridad.

En cuanto a los personajes varones que pasan por las vidas de estas mujeres, Aboaf los describe como blancos de relaciones funcionales a las novelas, más sexuales que afectivas. Y eso se evidencia en la lectura, en tanto ni siquiera el Rey del Agua, quien actúa como un monarca enloquecido e infantil, se impone en el texto por sobre el vínculo entre ellas. El Rey exporta el agua dulce al Norte global y así el agua viaja como mercancía en las bodegas de los barcos que fueron petroleros, y representa el nuevo oro líquido, a costa de sus habitantes isleños.

Paradójicamente, es el padre de las dos hermanas el que acciona y dinamiza el relato. En El Rey del Agua, la identidad pareciera heredarse del padre pero Andrea negará su filiación política relativa a su “caso”. Incluso, pese a reconocer una determinación paterna, afirma que, aunque se esmeren en cavar en lo más profundo, en ella no encontraran ni un solo rastro del padre. Un embate decidido al ingreso al orden simbólico, a la ley del padre.

EL PADRE, EL ABUELO

Su abuelo, Ulises Petit de Murat fue quien guio a la escritora por lecturas enrarecidas como Kafka, Conrad, Nietzsche, Borges y Charlotte Bronté: “Claro que en la biblioteca de mi abuelo estaba Horacio Quiroga, con sus cuentos llenos de sentimientos anfibios, y Sarmiento: el paradójico apóstol del porvenir, como lo llamó Borges, escribió una serie de artículos alucinados, y se publicaron en el libro El Carapachay. ‘El loco Sarmiento’ construye para el delta su propia utopía: un edén criollo al que le da un origen mítico para glorificarlo, ‘donde nace el hombre americano’, se refiere al ‘carapachayo’ un hombre anfibio que boga en chalanas por los canales misteriosos. Seguí esta tradición literaria de río, enrarecida por visiones y utopías”, cuenta Aboaf.

Por su parte, el bisabuelo era escocés y vivió en la casa de su infancia. Fue quien la aficionó a la Física, una Física Steampunk con artefactos del siglo XIX que ella veía como retrofuturistas. Esto la llevó a leer los libros de ciencia ficción de la colección Minotauro, en una formación que, como se dijo, podría tildarse de New Weird. Forman su lectura de adultez ensayos relativos a nuevas teorías sistémicas que encajaban con su idea de la Naturaleza, como Gaia de Lovelock y Microcosmos de Lynn Margulis, que constituyen los hipotextos privilegiados de la tercera novela de la trilogía, El ojo y la Flor.

La sequía del río Paraná, el "padre de los ríos" en el idioma guaraní, que nutre el delta de Tigre y es parte troncal de la cuenca que comienza en la Amazonía y termina vertiéndose en el océano Atlántico es una obsesión para la escritora. Al año siguiente de la publicación de El ojo y la flor, el río comenzó a sufrir estrés hídrico de origen antrópico, como la tala de la selva amazónica, y la sequía extrema. “La ciencia ficción climática no hace profecías, pero sí estira el presente en el curso de la imaginación”, afirma Aboaf.

El tema central de la tercera novela -la mala gestión del agua que no contempla infancias ni poblaciones vulnerables y que es lo que Aboaf cuestiona en sus novelas y en su activismo socioambientalista- coincide con la investigación para Ecuador llamada "El algoritmo del Agua" que determina el acceso al agua para la población según la carga de datos por sexo, raza y clase social.

El problema del agua, eje central de la trilogía, llevó a que hoy el hombre más rico del planeta sea un hombre de origen chino a quien llaman, al igual que en su novela, "el Rey del agua", gracias a las superventas de agua envasada.

La clifi o ciencia ficción climática, ficción climática o ecoficción dan cuenta de los efectos negativos del capitalismo y las formas de la supervivencia en un planeta agotado, en el marco de la nueva era que estaríamos transitando y que aunque sin consenso científico se denomina Antropoceno.

En Latinoamérica, fuente del imaginario colectivo necesario para regenerar una vida sustentable en el planeta, hay un sentimiento de país colonizado y acosado por deudas que parecen justificar la continua invasión a cambio de materiales críticos y metales raros. En la ficción climática, los cuerpos y territorios que son vistos como valores de uso de bienes vivientes, en una reificación material monetarizada, son parte de la crítica de este universo narrativo. Aboaf apuesta por que las narrativas futuristas intervengan en los procesos y los deseos de refundar el mundo, recombinando el tiempo y las cicatrices de cada época.

En esta trilogía también aparece la dictadura militar argentina, como ese fenómeno que nunca va a soltar a la imaginación literaria, porque se cuela en el arte como parte de una elaboración colectiva. Para ella, la literatura tiene una contención para la violencia y se sabe que las historias son fundantes en cualquier movimiento social. “Para traer el pasado”, dice, “hacia el futuro, en la segunda parte, hice una arqueología de capas teóricas, ideas perversas de autores como Malthus con su nivelación matemática; fue una de las lecturas para crear la sociedad distópica de Nueva Ensenada, gobernada por la Marina, institución que tuvo un protagonismo nefasto en la pasada dictadura militar de la Argentina. Son faros de advertencia ante los avances de gobiernos donde rige el Dios dinero”.

Esta trilogía interviene claramente en los debates actuales sobre ecofeminismo y las urgencias ambientalistas. “Estamos al límite del caos”, dice la escritora “y al escribir no hay que ser cautelosa. Estiro la imaginación desde una perspectiva natural ecofeminista que funde cuerpos y territorios. Dentro de esta policrisis, como narradora de aliento útopico y distópico, me convoca este elemento viscoso y despierto: el Agua. El agua es poder, es el nuevo oro líquido, lo ha sido siempre, quien domina el agua tiene el poder. Sin agua no hay vida. Tales de Mileto, filósofo, quiso encontrar un principio básico de todas las cosas; algo que pudiera explicar lo que existe. El Arché, lo encontró en el agua. Todo está hecho de agua, decía Tales, y ‘la tierra descansa en el agua, como en una isla’”, explica.

La trilogía narra una cartografía del mundo en riesgo y se detiene en algunas epifanías vitales de sus personajes para desmoronar las construcciones letales e imaginar otras alternativas. Las personas saben que se está moviendo la realidad, pero no distinguen qué es lo que pasa porque se trata de un cambio acelerado que prefiere ser ignorado por atemorizante y que nos hace dudar sobre qué es lo real. Mientras tanto, la literatura y el arte son un portal entre lo real y lo inconcebible.

Aboaf considera que la literatura actual contribuye a una mayor conciencia sobre los temas ecológicos. Para ella, una novela, un cuento o la poesía pueden tender un puente sensible con el lector para sacarlo de su burbuja y acercarlo a la complejidad de la crisis socioambiental. Aboaf destaca que en las lecturas que ejercemos habitamos como personajes multiespecies que cruzan reversiones del pasado y utopías futuras. Las narraciones actuales dan cuenta del agotamiento de los signos de la naturaleza que parecían intemporales, como los bosques, los hielos eternos o los humedales.

“Cuando el futuro se opaca, son las distopías las que dan cuenta de nuestro fracaso” sentencia Aboaf. Sin embargo, destaca que a diferencia de una acción moral que te dice qué hacer, el trabajo artesanal de la palabra destila una potencia poética con el lector con la que pueden tejerse nuevas utopías. En este sentido, considera que tanto Cabezón Cámara como Selva Almada nos ayudan a pensar desde las cicatrices, desde esas zonas de promesa que abren la poética y la política.

La Trilogía es historia futurista o una distopía situada en el delta del Tigre, una elección estética que le es funcional a la autora para explorar temas como el avance de ciertos males de la sociedad y proponer otras formas más amorosas de habitar el planeta: “me enamoré de sus ríos marrones y, aunque pueda parecer inútil enamorarse de un río, este vínculo me dio libros, trabajo y amigas. Remo, nado y escribo. Espero devolverle un poco de esta algarabía que siento cuando mi cuerpo está en su cuerpo de agua”.

 

El delta de Tigre, con sus ríos y humedales, es uno de los sistemas por donde respira el superorganismo que es la Tierra. La literatura de Aboaf es una literatura donde los ríos muestran que cargan con nuestros desechos pero también los desvían y represan. Con una sola frase la escritora nos carga de una emocionalidad y una contundencia que deberían redundar en una responsabilidad para el buen vivir y la habitabilidad planetaria: “Hoy, el Agua es la lágrima del Mundo”.