A modo de una campaña editorial sobre moda “casual” y prédicas de la joyería contemporánea, la imagen que ilustra y anuncia la realización de una muestra de joyas realizadas por una decena de mujeres de oficios diversos –que desde el 9 al 23 de noviembre acontecerá en el espacio Autoría Buenos Aires, situado en la calle Suipacha 1025–, cautiva por la calma de las discípulas que posan junto a su maestra, la arquitecta y joyera María Médici.
Algunas llevan ropas en tonos blancos y grises, engamadas con el pelo de María pero también matizadas con jeans sutilmente punk. Otras alumnxs, que sentadas o paradas sumaron tonos fuertes y estampas florales desde sus foulards, las geometrías de estilo british que en su abrigo o la punta de los zapatos, y desde un rincón de la fotografía, alguien resiste a los tonos serenos desde su atuendo gótico. La toma fue capturada en un jardín, el del taller con base en la calle Niceto Vega y donde desde 1998 funciona la escuela de joyería en cuestión y donde cada año confluyen nuevos grupos de cultoras de los ornamentos. Consultada acerca a de las coincidencias y las señas particulares implícitas entre sus alumnas, María Médici destacó: “una abogada, una óptica, una pediatra, una patóloga, una artista plástica, una filósofa, una docente, una arquitecta, una diseñadora, una filóloga y hasta una experta en comercialización se conocieron o en el taller para representar ideas propias en piezas de joyería, coincidieron en materiales y técnicas, y como resultado del intercambio de saberes surgió la muestra que decidimos llamar Entre líneas “.
Corresponde destacar que la maestra joyera comenzó con sus estudios de escultura y cerámica en Buenos Aires y los continuó en Europa. Desde fines de 1970 a 1986 coordinó talleres en Bilbao, la Universidad de Lejon y el Centro Cultural Salmerón, en Madrid. Sus joyas se exhibieron en muestras individuales y colectivas en Argentina, España, Alemania, Suiza y Francia. En 2017 también ofició como tutora de la pieza ganadora en el contexto del Premio MAD y que obtuvo la arquitecta cordobesa María Laura Egea. La pieza en cuestión se denomina Poli (Péras) y consiste en un kit de doce piezas que permiten modificar y adaptar el uso de la joya multipropósito, que si bien se rigió por las premisas del concurso referido a la arquitectura del Museo de Arte Decorativo, pareció emular la simpleza de un cascabel de plata, apto para usar a modo de broche, collar o en el pelo. Para la muestra de sus discípulas de 2017, la maestra se sumará con una colección inspirada en la caligrafía japonesa para leer a partir de los símbolos kanji, y que luego los trabajó sobre hilos de metales, mientras que Lorena Bornaschella sumó sus estandartes y su militancia en contra de la violencia de género y las manifestó desde la observación de manos que indican ¡basta de violencia! Y los laberintos pergeñados por Mara Campanella recrean telarañitas y arañitas con forma de pendiente en bronce grabado en ácido y en plata. La filósofa Marcela Arroyo urdió piezas modulares de estilo art déco en plata y bronce fundidas a la cera, como gesto reflexivo sobre “el conjunto sistemático de razonamientos previos a la creación de un objeto”. Los acordes implícitos en Las cuatro estaciones, de Vivaldi, fueron el disparador para que Adriana Saracco bocetara y realizara una línea de joyas con citas a la naturaleza; hojas ramas, troncos y algas devinieron gargantillas, brazaletes y broches de plata. Del lado del diseño de indumentaria, Melisa Levin trasladó su visión sobre el cuerpo a una línea trabajada previamente en yeso para luego presionarle sobre cera y generar texturas inéditas.
Otros disparadores implícitos entre las cincuenta piezas que estarán en exhibición aluden tanto a las líneas del horizonte avistadas desde un barco en el océano, a la interconectividad de la bestia Internet, replicada y parodiada mediante cueritos para canillas unidos por una intrincada trama de plata para luego representar un peto. Así como también las fronteras mentales y reales que se supone hay que derribar devinieron joyas de bronce en el imaginario de una médica pediatra, mientras que otra médica recurrió a su trama familiar y los bordados en tela de cáñamo que realizaba su abuela; en el research trazó piezas que resultaron de ensayos con cañamazo empapado en cera y fundido en plata y bronce.