"El día que lo vi a este hombre recordé todo y dije: por qué tanto odio. Destruyeron todo", sostuvo Evangelina Cuadri en la segunda jornada del juicio que ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal 1 de Salta se sigue contra el ex jefe policial Joaquín Guil y el ex agente Carlos Feliciano Estrada, acusados por delitos de lesa humanidad cometidos en 1976 y 1977 en perjuicio de Tomás Ricardo Cuadri, padre de Evangelina.
Con voz embargada por la emoción, Evangelina señaló al hombre que recordaba, al que desde la sala de juicio podía ver por videoconferencia: Carlos Estrada. "Hoy tiene nombre", dijo, e insistió en que fue verlo y recordarlo todo, la persecución y el maltrato que soportó su familia desde 1975, que duró hasta que salieron de la provincia.
"Agradezco después de muchos años, tener la posibilidad de poder contar todo lo que vivimos". "Recuerdo todo". "Yo tenía seis años cuando empezó todo", empezó. Ella era la mayor de cuatro hermanos y antes de que la tragedia de la represión ilegal se ensañara con el país y su gente, ella solía acompañar a su padre al trabajo, primero en la Legislatura de Salta y después en la Casa de Gobierno, cuando Tomás Cuadri se convirtió en secretario privado del ministro de Gobierno, Enrique Pfister Frías, en la gestión del ex gobernador Miguel Ragone, desaparecido por el terrorismo estatal. "Hasta ahí era la hija del secretario privado del doctor Pfister", pero después empezó a sentir el peso social de ser hija de un perseguido político, "las maestras ya no eran lo mismo"; su familia sufría el rechazo, contó, aunque se mostró comprensiva: "Entiendo también que muchos de las familias tenían que hacerlo porque era la forma de preservarse".
Evangelina ubicó el inicio de ese "martirio" en 1975. "Cuando entré aquí y lo vi a ese señor, recordé todo", recordó su interrogatorio durante los allanamientos en su casa, caundo ella tenía siete años de edad, insistió. En esos operativos, aunque su padre abría la puerta, los represores "entraban por todos lados", memoró. Su padre, jugador en Juventud Antoniana y Central Norte, conocía a los secuestradores por el fútbol, y en los allanamientos hablaban con su padre de esa afición. Eso la hizo creer erróneamente que no lo iban a golpear. Pero en cada detención lo llevaban a la Central de Policía, donde lo torturaban y lo tenían desde semanas hasta meses, durante los cuales su familia no podía verlo. Incluso supo que su padre se salvó una vez de ser asesinado porque uno de los secuestradores lo reconoció como cursillista.
Evangelina habló también las múltiples formas en que el terrorismo castigó a su familia. Contó que a los ocho años quedaba a cargo de sus hermanos porque su madre y su padre trabajaban. "Vivíamos de noche, porque mi papá y mi mamá trabajaban de noche" en empleos precarios por temor a registrarse debido a la persecución que sufrían. "Nuestra vida cambió de un día para otro". "Íbamos vendiendo de a poco todo lo que teníamos", relató. Una imagen le sobrevino: su familia caminando de noche, después de un operativo, para llegar a la casa de algún familiar. Vivían con el miedo de que su padre no volviera de esas detenciones ilegales. "Esto llevó a muchas situaciones familiares", "hasta que un día mi papá dijo: hay que irse". Y se fueron a Buenos Aires, donde Tomás Cuadri trabajó de portero y vivían en una habitación muy pequeña.
Tantas penurias pasó su familia, dijo Evangelina, que a su madre "le dió un ACV de la angustia que pasó". Así mismo, a pesar de que la dictadura había terminado, su padre no quería denunciar los crímenes que había soportado, "tenía miedo por nosotros". Es que "la persecución política nunca terminó".
"Le pongo palabras a todo esto y siento que él (Tomás Cuadri) puede tener la oportunidad de una reivindicación, de cerrar un ciclo", declaró Evangelina. Su padre la escuchaba concentrado: "pido justicia por él, porque es el que más sufrió".
Con 56 años, Evangelina destacó que "toda la vida" estuvo inmersa en la persecución política, desde los seis años. "Siento que pasó tanto tiempo y a la vez no pasó nada". "Es una época que tiene que terminar en nuestros corazones también", afirmó.
Tres secuestradores
El relato de Evangelina Cuadri fue complementado con los de otros testigos, que completaron el cuadro de la persecución a Tomás Cuadri por el delito de ser secretario de Pfister Frías, que se había exiliado. Quizás el más contundente fue un ex agente del Servicio Penitenciario de la Provincia, Carlos Francisco Flores, que en la década del 70 vivía a 50 metros de la casa del ex detenido político, en las calles Laprida y Tucumán de la ciudad de Salta.
"Yo veía que vuelta a vuelta caía la Policía, rodeaba toda la cuadra". "Lo llevaban detenido, esposado como a cualquier delincuente", lo presenció unas cinco veces, afirmó. Se decía que lo llevaban a la Jefatura de Policía, donde a veces su familia lo podía ver y a veces no. Las primeras veces vio que lo sacaron a cara descubierta, pero después lo encapuchaban.
Flores identificó a tres policías de civil que iban sistemáticamente a allanar y secuestrar a Cuadri: Dante Valdivieso (que era del barrio y le decían "Cachavacha"), Milagro Homez y "un tal Estrada", jugador de fútbol. Los tres iban de civil, acompañados por otros policías uniformados, en vehículos particulares y de la Policía.
Eduardo Benito Trafalia, amigo, "hermano", de Cuadri, aportó otros datos. Eran compañeros de trabajo, en la Legislatura y en la Casa de Gobierno, y compartían el amor por el fútbol, igual Estrada. Los tres se conocían, porque habían compartido equipo en algún momento, o se habían enfrentado en clubes contrarios. Trafalia contó que intentó visitar a Cuadri cuando estaba detenido, pero "nunca pude verlo", y dijo que imaginaba "el calvario que tuvo que haber pasado" en sus detenciones, porque lo veía muy abatido, igual que su compañera.
El testigo dijo que él mismo fue perseguido, "como muchos compañeros", en "esa época dura" del terrorismo estatal, entre cuyos operadores señaló a Guil y a Estrada, "el famoso Perro", quien "también me amenazó que me iba a detener".
Y aportó otro dato de interés para comprender la continuidad de ciertos proyectos políticos. Recordó que Cuadri regresó a Salta porque en la democracia le restituyeron su puesto de trabajo en la Legislatura, pero en 1996 "volvió a ser cesanteado, cuando la reforma del Estado" encarada por la gestión de gobierno del actual senador nacional Juan Carlos Romero.
El ex senador provincial Severo Mario Herrera dijo que tras el golpe de Estado a Cuadri "lo metían preso cada vez que se les ocurría" y lo golpeaban y torturaban también de otras formas. "Guil y compañía lo perseguían", afirmó. Contó que lo de las detenciones y torturas lo supo por el mismo Cuadri y por conocidos en común, porque él también era "medio perseguido" debido "al asunto mío de ser peronista".