No me corresponde a mí, si hay algo que no me corresponde es tener que meter la mano en este basurero y sacar lo que estoy sacando. Y por mis funciones en el juzgado me toca alzar, de entre estos residuos, el borrador carnal de lo que no pudo ser un niño. El, cuerpito victimizado, impregna mis brazos y manos con el veneno que destila la procesión putrefacta de fingimientos colectivos, conveniencias políticas, dictaduras religiosas, prejuicios sociales, intereses económicos que lo han colocado en este tacho, procesión contra la que batallé y seguiré en eso.

Ya la tercera vez que me toca practicar una extracción mortuoria de este tenor, discutiendo a gritos con mis asistentes.

Ellos: -‑Que la propia madre lo asesine... estrangular a un recién nacido. Asesina. Seguramente asesina serial ‑sentencian, portando la soga con la colgarían a la mujer que lo abortó.

¿Fingen? ¿recitan el artículo correspondiente del código social de la hipocresía? ¿Sus madres o mujeres nunca recurrieron a cirujanos costosos y de bocas cerradas mediante un alto soborno, para poder desembarazarse clandestinamente de lo que no querían traer al mundo?

Yo rebato: -‑Los asesinos son los diputados y senadores que se niegan a legalizar el aborto como derecho, señores. Ellos son los verdugos. Se trata de interrumpir un embarazo cuando el embrión no pasa de células inconscientes, dentro de ese límite de tiempo que marcan las primeras doce semanas.

--¿Ah, sí? -discuten‑: ¿Derecho de decisión de la hembra? La Madre Teresa de Calcuta afirmó que "el aborto es peor que el hambre, peor que la guerra".

Hipócritas. Refuto apelando a René Favaloro. Repito lo que dijo: "Estoy harto de que se mueran chicas pobres y que las ricas aborten en secreto. Se nos mueren nenas en las villas y en sanatorios hacen fortunas sacándoles la vergüenza del vientre a las ricas. Con el aborto legal no habrá más ni menos abortos, habrá menos madres muertas".

(Y ella en su celda; ella, como le pasó a Belén, cumple sentencia de siete años de prisión mientras confía en que yo logre sacarla. Espera que interponga más apelaciones, consiga más apoyos de Campañas y Movimientos, más espacio en los medios. Una de las 234 condenadas por abortar en el país durante un decenio. Mi defendida, en la cárcel. Ana. 15 de edad. Y no logro liberarla de esa sepultura. Ana, en estado de moribunda, recuerda a la enfermera que se le acercó gritándole y agitando el feto: "¡pedile perdón a Dios, asesina!").

Cuidadosamente termino de sacar a la criatura muerta en tanto la discusión crece.

Grito: -‑Claro, no hace al caso que en Latinoamérica uno de cada tres embarazos termine en aborto. ¿No? ¿Qué importa ese alto porcentaje, 32%. Shhh... de eso no se habla. Y tampoco mencionar cosas como que en Argentina se practican medio millón de abortos por año, shh..., eso no se dice. Y que ochenta mil de esas mujeres terminan internadas, y parte de ellas muertas. Calladitos, eh. Lástima que eso sea un problema de base. Señores: dejen de fingir y taparlo todo. Hay una sola solución.

Alguno amaga abalanzárseme, pero se contiene. Ya no se lincha al prójimo. ¿O quizá sí?

Coloco el cuerpito desnudo en una caja de madera. Se hará la autopsia. Se determinará la causa de su muerte. Tratará de identificarse a la mujer que se embarcó en este acto desesperado, crimen según mis ayudantes.

Escribo el acta en un cónclave de absoluto silencio.

¿Por qué la sociedad los mete en este basurero? ¿A ellos y a las que los engendraron?

Proyectos de legalización del aborto congelados en Diputados. Uno presentado en 2005 con el apoyo de trescientas organizaciones de la sociedad civil y setenta diputados de todos los partidos políticos. Otro duerme en la cámara desde el 2007. Resucitado mediante respiración artificial con firmas y tenacidad de treinta y tres legisladores en marzo del 2013, aquí continúa, en este mismo basurero.

Y en este basurero, las cien mujeres pobres muertas por año.

En este basurero, el montón de ellas hundidas en la cárcel. Y, en este mismo tacho, también nosotros, cómplices por sellar cada caso, con silencio, hipocresía y ahondando las diferencias sociales.

Todos adentro.

Todos, basura.

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