El oficialismo plantea haber logrado una tendencia decreciente en la inflación. Luego de un pico del 25% mensual en diciembre, la suba de precios bajó al 20% en enero y la proyectan más cerca del 15% para febrero. 

Según el relato oficial, la elevada inflación de diciembre fue producto de la emisión descontrolada de Massa en su intento de ganar las elecciones, bomba que lograron ir desactivando gracias al fuerte ajuste fiscal implementado por el presidente Milei. “La casta está nerviosa porque la inflación está bajando" señaló el líder libertario en su discurso del Congreso. “Vamos a ver una baja sustancial que es producto del control fiscal y monetario que estamos llevando a cabo" precisó el ministro Luis Caputo. “La inflación sigue bajando, la de marzo viene todavía más baja que la de febrero” se entusiasmó el diputado José Luis Espert frente a los grandes empresarios agrícolas a quienes consideró “héroes”.

Pero la mentira tiene patas cortas y no habrá que esperar más que marzo y abril para evidenciar el fracaso del programa económico en la estabilización de los precios. El salto de los precios de diciembre no fue consecuencia de los rezagos con que la política monetaria de Massa, sino de la brusca suba del dólar con que Milei inauguró su gobierno. Siempre que se produce una fuerte devaluación, la inflación pega un salto, descendiendo un poco los meses siguientes (especialmente si luego se plancha el dólar, tal como lo hizo Caputo en enero y febrero). Pero la baja de las tasas de inflación luego se detiene, al activarse diversos mecanismos de propagación del shock devaluatorio inicial.

Uno de ellos es la actualización salarial, que en el caso del sector privado registrado fueron logrando gran parte de los gremios. El centro de Estudios Scalabrini Ortiz registró aumentos promedio del 30% en enero y del 20% en febrero en los acuerdos paritarios de los principales gremios. Como es costumbre, ese incremento no saldrá del bolsillo empresarial, sino del consumidor que lo verá reflejado en los precios. 

A ello se suma la suba de las tarifas, no sólo por la quita de subsidios, sino por la fuerte suba en los costos que implicó la devaluación de diciembre y que todavía no fue trasladada a las boletas. También pesarán factores estacionales, como los aumentos de educación y textiles que suelen impactar en marzo, y el posible rebote del precio de la carne cuya baja relativa responde a la liquidación de hembras y la descapitalización del sector en materia de stock ganadero. A ello se suma la aceleración de las subas de alquileres, facilitada por la derogación de la ley que los regulaba y la generalización de la indexación mensual.

Esa dinámica producirá que para abril, momento que debería empezar la liquidación de la cosecha, el valor real del dólar vuelva al nivel previo a la devaluación de diciembre. Es de esperar que los “héroes” del campo exijan una nueva devaluación para liquidar sus ventas, hecho que daría comienzo a un nuevo ciclo de aceleración inflacionaria, en el marco de una brutal crisis de la actividad económica y el empleo.

@AndresAsiain