El vocero presidencial, Manuel Adorni, respondió a la carta que 68 premios Nobel enviaron al presidente Javier Milei advirtiendo que sus acciones podrían conducir a la “destrucción de un sistema que será muy difícil de reparar”. En su habitual conferencia de prensa señaló que el gobierno nacional “manifiesta su sorpresa” ante la misiva que denunciaba la situación de abandono del Conicet. Luego aseguró que “apuesta a la ciencia y la tecnología, siempre lo vamos a hacer”, y agregó que, de hecho, “el propio presidente de la nación es un académico que tiene decenas de publicaciones, seis libros escritos y centenares de conferencias que ha dado en Argentina y en el mundo”.

De esta manera Adorni contestó a la carta que, en un acontecimiento de ribetes inéditos e históricos, lleva la firma de casi 70 científicos y científicas del mundo galardonados con la máxima distinción en áreas como Medicina, Química, Física y Economía. Un premio que, desde principios de siglo XIX, se entrega a los hombres y mujeres que dedican su vida al conocimiento y protagonizan avances notables. “Tememos que Argentina esté abandonando a sus científicos, estudiantes y futuros líderes de la ciencia (…) Muchos de nosotros hemos sido testigos de las contribuciones transformadoras de la ciencia argentina”, expresa el texto, en defensa de la producción del conocimiento que se realiza en el país.

En su alocución, el vocero no refirió a los 49 empleados administrativos del Conicet despedidos ni a los 1200 que podrían correr la misma suerte. Tampoco hizo referencia a la reducción de las becas para los jóvenes investigadores, que originalmente eran 1600 y culminarán por ser 900. No construyó argumentos sobre los problemas que los Institutos del Consejo ya exhiben para pagar gastos normales de como luz, agua y seguridad; ni opinó sobre la acefalía de la Agencia Nacional Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (uno de los principales órganos encargados de gestionar los fondos del sector). No dijo nada sobre la eliminación del Ministerio de Ciencia ni del congelamiento del presupuesto universitario que dificultará la apertura de las aulas más allá de mayo. Esta última alusión es clave: aunque muchas veces no quede claro, los laboratorios suelen estar emplazados en universidades.

Al respecto, la expresidenta del Conicet, Ana Franchi comenta a Página 12: “En este momento lo que vemos es un desfinanciamiento del sistema científico, tecnológico y universitario. O sea, ya se advierten los impactos entre los científicos y científicas de carrera, los becarios, el personal técnico y el de gestión, así como también en los jóvenes que podrían entrar a futuro y que actualmente cursan carreras universitarias”. Y continúa: “Los ataques al Conicet a los que ciertos gobiernos nos tienen acostumbrados no tienen justificación cuando no estamos en presencia de una reforma, sino de un achique y una destrucción a mediano plazo”.

“La política del gobierno es de ajuste indiscriminado en todo lo que es ciencia. No quieren la reorientación de los esfuerzos hacia un área temática, sino que buscan una política de recorte destructiva. A tres meses de asumir, ya se ha instalado una fuerte tendencia hacia el éxodo científico”, subraya, a su turno, el inmunólogo del Conicet Jorge Geffner. Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y Australia buscan científicos y Argentina tiene un muy buen prestigio a nivel de formación.

Mito I: investigaciones útiles vs. inútiles

A contramano de las acciones que el gobierno lleva adelante, Adorni apuntó: “Lo cierto es que el presidente entiende la importancia de la ciencia, valora los hallazgos que permiten mejoras concretas en la sociedad y, de hecho, se está construyendo un Conicet que ponga sus esfuerzos en el desarrollo de la bioeconomía, la inteligencia artificial aplicada a la medicina y no en uno que gasta su tiempo en investigaciones de dudosa utilidad. Como aquel que, por ejemplo, abordaba la orientación sexual de Batman”. De esta manera, quien representa la voz del presidente aprovechó para, una vez más, separar a la ciencia con impacto social de la que no; y lo hizo, específicamente, estigmatizando a una investigación que estudia las disidencias sexo-género desde una perspectiva cultural.

El vocero desempolva una vieja discusión que conforme transcurre el tiempo se reconvierte bajo diferentes etiquetas, y agrupa defensores y detractores: “ciencia útil” vs. “ciencia inútil”; “ciencia estratégica” vs. “ciencia libre”. Esta pretérita –y falsa– dicotomía abre una grieta que, en 2016, fue aprovechada durante el gobierno macrista por los medios afines. Allí fue cuando tomó fuerza un concepto como “Ñoquicet” y se demonizaron, con fundamentos lineales y chicanas sin peso argumentativo, investigaciones como la del Rey León.

Geffner sostiene: “No es verdad que hay ciertas líneas de trabajo que serán priorizadas. No hay un planteo sobre qué Conicet queremos y qué líneas de trabajo nos interesa promover. Hay institutos que las próximas semanas corren el riesgo de no abrir sus puertas. El atraso salarial imponente no distingue áreas”.

Mito II: primero hay que salir de la pobreza

En otro pasaje, Adorni destacó: “A pesar de que en 20 años se ha triplicado la cantidad de investigadores en el Conicet, la Argentina está sexto en el ranking de innovaciones de América Latina, por detrás de Brasil, Chile, México, Colombia y Uruguay”. Y completó: “Es menester recordar, sin dudar de la honestidad intelectual de los premios Nobel que firmaron esta carta manifestando la situación de abandono en el Conicet, que el buen análisis científico es aquel que evalúa los fenómenos en su contexto. Y el contexto nuestro es que, efectivamente, Argentina hoy es un país absolutamente empobrecido y con la mitad de su gente viviendo por debajo de la línea de pobreza”.

En este punto, también subyace una discusión siempre latente: desde el gobierno se considera que un país pobre, primero, debe resolver su condición para después promover la producción del conocimiento científico y no, como se suele pensar desde una vereda ideológica opuesta que, en pleno siglo XXI, solo con la ciencia es posible salir de la pobreza. Desde aquí, se puede proponer la fórmula invertida: en Latinoamérica, región que destaca por sociedades profundamente desiguales, los Estados no deben apoyar a la ciencia, sino apoyarse en la ciencia para revertir su situación.

“No se va a financiar, es una decisión del presidente y lo ha manifestado en campaña, la ciencia que no aporta un beneficio directo a la sociedad”, cerró Adorni en su discurso. Frente a ello, pragmática, Franchi respondió: “Por fuera de las opiniones de las investigaciones en temas de género, lo que sabemos es que cuando se desfinancia el sistema, se lo desfinancia en su conjunto. Los temas que algunos puedan considerar más interesantes o aplicables y los que no, todo”, destaca Franchi.

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