La libertad

2001

Fue la carta de presentación de Lisandro Alonso dentro del torbellino del Nuevo Cine Argentino. Un hachero en la Pampa argentina y su estricta rutina diaria: el amanecer en el bosque, el corte de los árboles, la preparación de la madera, la pausa para el almuerzo y la siesta, la venta de la producción y el camino a casa. Misael emerge entre la vegetación como un habitante legendario de la tierra, protegido por el clima y la naturaleza, integrado a un mundo que lo cobija. Su mera cotidianeidad se vuelve épica. Alonso registra con paciencia y precisión ese ritmo esquivo de la vida, sus silencios, su universo sagrado contenido en alientos y relampagueos. Un viaje hipnótico por aquello que solo percibimos tras el gesto de atención de la cámara. Fue el primer paso de un estilo, el despegue de un camino único en el cine.

Los muertos

2004

Un hombre pasa sus últimos días de encierro en una prisión en Corrientes. Se corta el pelo, junta sus pertenencias en un bolso, arregla los detalles del viaje que le espera. Vargas tiene un destino y un pasado. Los muertos se acumulan en su memoria y en la tierra bañada de sangre que lo persigue; una travesía en canoa hacia la morada de su hija, una camisa de regalo y la expectativa de un reencuentro. Alonso reencuentra en esos paisajes litoraleños el mismo ritmo de aquel pulso de libertad ahora signado por un itinerario más amplio, una cámara que abre lo místico hacia lo humano, que descubre en el camino los avatares de la soledad y el desamparo. El poder de la observación y la espera de los hechos hacen de Alonso uno de los directores más radicales de aquella gesta que cambió el cine a comienzos de los 2000 y todavía no extingue su influencia.

Liverpool

2008

Si las dos primeras películas de Alonso anticipan el interés por las comunidades nativas y los habitantes de la tierra que consagra en Eureka, Liverpool anticipa la inclemencia del invierno y el peregrinaje interior. Un enorme barco hace su parada prevista en Ushuaia y uno de sus tripulantes pide un permiso de días para buscar a su madre en la ciudad. Separados hace años, no sabe si está viva o muerta. La pesquisa por su encuentro y el recorrido por la ciudad se entrelazan mientras Farrell, el marino mercante, asoma en esos interiores abigarrados al cobijo del frío, las palabras de los desconocidos, los largos silencios del aislamiento. Después del interregno cinéfilo de Fantasma (2006), Liverpool representa un nuevo periplo por una tierra que acoge la historia de sus ancestros. Con nuevos colores y un consciente ejercicio de esa extática mirada sobre el trazado misterioso del mundo, el director clausura una etapa clave de su obra y abre los ojos a lo que se viene.

Jauja

2014

Luego de seis años de espera, su nuevo largometraje ensaya la deconstrucción de un género pionero como el western pero al mismo tiempo explora la tierra nativa en sus múltiples formas. En colaboración con Viggo Mortensen como actor y con Fabián Casas como escritor, la experiencia representa el transitar del cine argentino en una zona de fronteras. Ya no solo aquella que separa el documental de la ficción, o a la propia observación del estímulo a los acontecimientos, sino la evolución de un lenguaje que asume aquella la riqueza literaria, el espíritu lúdico y consciente de toda farsa, un juego de engaños y poesía. Si La libertad narraba el esplendor consagrado en la supervivencia y Los muertos, la voluntad de regresar al origen, el viaje de Jauja es por la propia historia argentina, la de su literatura y la su conato fantástico. Una película definitiva, un nuevo punto de partida.