Santiago Suárez reparte sus días entre Amaicha del Valle y Santiago del Estero. No se lleva muy bien con el cemento y el reloj de la ciudad. Su canto y su poesía se rigen por los tiempos de sol y los estados de ánimo de la Luna. Suárez es la cabeza y el espíritu detrás de El Vislumbre del Esteko, una de las bandas más misteriosas y secretas del norte argentino. La chacarera y los enigmas del monte se tornan inevitables en su música, pero el sonido del grupo de La Banda se deja atravesar también por el rock, el reggae y otras músicas. Y a diferencia de muchos grupos de su estilo, le da un lugar importante en su repertorio a la guaracha, un género tropical muy popular en tierras santiagueñas. En los márgenes del mercado de la música y gracias al “boca en boca”, la banda logró construir un público fiel y se convirtió en un faro para las nuevas generaciones de músicos de raíz folklórica. El Vislumbrerealizará por primera vez una fecha propia en territorio porteño. “Es una fecha muy esperada, porque hace muchos años no canto aquí. Es una revancha divina que les he pedido durante mucho tiempo a todos los astros y los dioses”, confiesa Suárez, y cuenta que el grupo tocó en Buenos Aires solo como invitado de otros o en peñas. La “fiesta vislumbrera” se encenderá hoy a las 21 en Niceto Club, Niceto Vega 5510.

No es fácil trazar, tampoco, una fecha precisa de formación. La banda se empezó a moldear en guitarreadas familiares y se largó a andar en 1998 en formato trío, con Ernesto Guevara, Santiago y su hermano Juan Cruz Suárez. Se llamaban Vislumbre, a secas, y llegaron a grabar un demo casero imposible de conseguir. “Antes de Internet, se pasaban en cassette las grabaciones de los vivos. No existía tanta tecnología, entonces se grababa como se podía. Esa forma nos ha dado resultado por lo menos durante diez años, que ha sido como místicamente ha empezado a sonar El Vislumbre por todos lados”, explica Suárez sobre este extraño fenómeno musical. Y cuenta una anécdota que les sucedió junto a Guevara cuando fueron a Frías a participar de un pre-Cosquín, a los 18 años. “Al año de eso volvimos a participar y en un almacén sonaba una zamba mía... ¡y nunca la habíamos grabado! Cosa de locos. Era un cassette que alguien había grabado y se lo habían ido pasando”. Años después, bajo el nombre actual, dieron a conocer los discos Provocando tu despertar (2007), Infinitos caminos (2008) y Ligado con tu esencia (2011), el único editado en formato físico; pero en Internet circulan muchas grabaciones y canciones inéditas que podrían conformar varios discos más.

“No puedo distraerme mucho. Es un sueño esto, así que tengo que despertarme todos los días y llevarlo adelante”, dice Suárez. Y su poética, justamente, tiene que ver el despertar del espíritu, las culturas originarias y la sintonía con la tierra y los astros. “La idiosincrasia de Santiago tiene que ver con la adoración al Sol, la Pachamama, la Mayu Maman, que es la madre del río, y entidades como la Telesita, el Tanicu, el Supay. Hay una cuestión mitológica en este folklore”, sustenta este músico de canto visceral, que hizo coincidir la fecha de esta noche con la Luna menguante. “Estamos menguando y eso modifica un montón las cosas. Somos seres de agua y la influencia de la Luna es tremenda en todos nosotros. Prefiero tocar en estas lunas, cuartos crecientes o menguantes, porque la gente está más armonizada y no eufórica. Tiene ganas de divertirse, no de enloquecerse”, explica, quien estará acompañado por Ariel Cabrera en bajo, Roger Acuña en teclados y Nazareno Saavedra en percusión.

Hijo del músico y escritor Chingolo Suárez, Santiago recuerda como normal que en el patio de su casa cayeran a guitarrear Fortunato Ramos, Alfredo Ávalos y otros músicos de peso. Su primera escuela fue la tradición folklórica, pero luego la cosa cambió. “Era fundamentalista del folklore tradicional, tocaba con guitarras criollas, pero en los años de adolescencia mis hermanos mayores me hicieron escuchar Bob Marley, los Redondos, Led Zeppelin y Queen, y se me empezó a abrir un panorama nuevo”, cuenta. “Antes no había guitarras enchufadas en el folklore, pero hoy elijo tocar con una Stratocaster. Ha sido muy importante esa falta de respeto para poder hacer un salto evolutivo”, considera este cantor de 40 años que creció con Los Manseros Santiagueños pero asimiló los versos libertarios de Jacinto Piedra.