“Soy un autor que no sabe inventar”, dice Julián Fuks, ganador de la 18ª edición del premio José Saramago con La resistencia, que reconstruye la historia de una familia argentina exiliada en Brasil durante la dictadura cívico-militar. El año pasado, cuando se publicó esta novela con la que obtuvo también el premio Jabuti, el más importante de las letras brasileñas, terminó su discurso con una consigna política tan breve como contundente: “¡Fuera, Temer!”. No es una nota al pie de la biografía del escritor brasileño el hecho de que sus padres sean argentinos. Aunque nació en San Pablo en 1981 y escribe en portugués, hay una herencia argentina que explora sistemáticamente en sus ficciones. La reconstrucción de ese pasado está cruzada por la invención para complejizar los recuerdos y las experiencias. Fuks subraya que el libro premiado busca “pensar lo personal como colectivo, como político” y reconoce la importancia del diálogo entre literatura y política “para que pueda contribuir a las múltiples resistencias que exige el mundo”.
Ana Paula Tavares, una de las integrantes del jurado del premio José Saramago –creado en 1999 por la fundación del mismo nombre y el Círculo de Lectores de Lisboa– explicó sobre la novela premiada que “bucear en el pasado es como mirar de frente a la resistencia en oposición a las fuerzas que no son porosas a la memoria y a los campos de la historia”. Fuks, seleccionado por la revista Granta como uno de los mejores jóvenes escritores brasileños, ha publicado las novelas Procura do romance (2012), Histórias de literatura e cegueira (2007) y Fragmentos de Alberto, Carolina e eu (2004). “La Argentina está en mi pasado y en mis orígenes. Mis padres son argentinos y sólo abandonaron el país porque fueron perseguidos por la dictadura. Yo nací aquí (San Pablo), pero viví algunos años en Buenos Aires durante la infancia, en el departamento que se convirtió en el escenario principal del libro (por Procura do romance), escenario de los recuerdos que presté a Sebastián. En cierta medida, escribí esa novela para explorar alguna argentinidad que existía y existe en mí, para elaborar tantas idas y venidas, para entender cómo mi historia está marcada por un cierto exilio que inevitablemente heredé”, planteó Fuks, autor también de un pequeño libro con dos relatos Los ojos de los otros (La Sofía Cartonera), traducido por él mismo al español, donde hay un relato “brasileño” que aborda la pobreza desde una perspectiva extraña y un relato “argentino”, cuyo tema es la dictadura.
Fuks sabe que las cuestiones identitarias nunca terminan de comprenderse. “En mucho de lo que escribo tiene importancia una búsqueda siempre fallida de identidad, de origen, un deseo fracasado de pertenencia a alguna parte. Tampoco a ninguna lengua puedo pertenecer plenamente. Siempre habrá algo de argentino en lo que escribo en portugués, quizás una sintaxis, un vocabulario intermedio. Y por supuesto que en mis traducciones al español estará presente un innegable carácter brasileño, que se revela, me imagino, como una extrañeza”, reflexiona el escritor brasileño. En la reciente edición del Festival Internacional de Literatura Paraty (FLIP) hubo manifestaciones políticas al grito de “Fuera, Temer”. Fuks, que participó del festival, ponderó la necesidad de expresarse ante la crisis política y el cercenamiento de derechos. “No es que la literatura deba ser política siempre. No es que un evento como este debe dejar la literatura en segundo plano y poner la política en primer lugar –aclaró Fuks—. Pero este es el momento de una literatura preocupada. El grito ‘Fuera, Temer’ puede no tener valor efectivo ninguno, pero tiene valor simbólico. Y la literatura sólo puede manejar estos valores simbólicos e intentar producir reacciones indirectas, de manera tenue y sutil. Es lo que la literatura tiene a su alcance”.
El escritor brasileño se pregunta si la literatura debe ser política. “Hay divergencias absolutas entre escritores. Algunos dicen que la literatura no tiene nada que ver con la política; otros, que defienden que la finalidad de la literatura es un tipo de intervención en el mundo y, por eso, es, sí, política. Siento que cada tiempo pide un tipo de literatura. Hoy es el momento de una literatura preocupada por las cuestiones más relevantes del momento. Vivimos una realidad aguda, percibimos una tendencia al retroceso y a la violencia, y la literatura debe dar una respuesta a eso –advierte Fuks–. Y la respuesta que vislumbro es participar de esos discursos de emancipación y combate a las violencias que estamos viviendo”.